domingo, 26 de agosto de 2012

Héroes y Villanos (IV)

Aquí van más Héroes y Villanos de la partida de 7º Mar. En este caso, vamos con algunos Secuaces (Ni villanos ni Héroes)


Julius:
Un hombre que se está haciendo de oro gracias a sus enormes habilidades de espía y un gran sentido de la discreción. Aún así, lo
que hace que los servicios de este espía sean tan atractivos es que por sus venas corre una sangre muy pura de la hechicería noble de Montaigne: el Porté. Pudiendo abrir varios portales por toda Théah (siempre con un límite), Julius ha ido vendiéndose como espía y como saltador...solo tiene una norma, si alguien le paga el doble de lo que ya gana por sus servicios, ha sido contratado nuevamente. Esto hace que muchos nobles disputen y pujen por él. Sin embargo, su identidad sigue siendo un misterio ¿De dónde proviene esa pura sangre hechicera? ¿Actúa Julius solo por avaricia? ¿O tiene un objetivo mayor para todo ese dinero que está ganando?


Constanzio di Rossi:
El temido espadachín y duelista de la señorita la Conttesa di Veronnia Paola Ulberti. Se dice que se hizo un nombre combatiendo en la Guerra de la Cruz, como mercenario al servicio de la corona de Castilla. Su estilo de guerra era frío, nocturno y altamente eficiente, entrando en las encamisadas castellanas más peligrosas. Desapareció en el asalto al castillo del Loco Imperator (batalla donde Thomas, Beatriz y el grupo de Héroes de antaño acabaron con la guerra apresando al mayor genocida de Théah, hace unos 18 años), pero volvió a aparecer después de muchos años en las cortes de Vodacce como espadachín de la Conttesa Paola Ulberti. Sólo ha tolerado a un único aprendiz de esgrima: a Dorian di Estéffano, valentón de la familia Villanova.



Domingo Villaverde:
El más temido investigador caballero de la Inquisición. Le llaman la espada del Verdugo, pues por muchos es sabido la cercanía que tiene Domingo con el Sumo Inquisidor Esteban Verdugo. Nadie sabe nada de su infancia, solo que apareció recién nacido en una cesta en las puertas de la Iglesia de Santo Domingo con unas extrañas marcas en su piel. Ha ido creciendo bajo la tutela de la Iglesia, y sobre todo de Esteban Verdugo, desde pequeño y entrenado en las artes marciales religiosas de la Inquisición. Pronto se convirtió en el cazador de brujas y de artefactos heréticos más afamado de todo el Vaticano. Llegaba a las aldeas y no solo acababa con los falsos conversos, sino que además atrapaba a licántropos y brujas. Su especialidad es la investigación y la documentación, aunque la caza de brujas con su lanzallamas Syrneth (un artefacto herético, pero los caminos del Señor son inescrutables) no se le da demasiado mal tampoco. Persiguió al anciano Diego Núñez de Ávila por una rumoreada relación sodomita con un noble castellano, aunque Marina Oliván se interpuso para defender a su único maestro de esgrima. No es un espadachín agresivo: deja que las personas a las que persiguen se delaten a si mismas comenzando sus ataques...porque si realmente fueran inocentes, se dejarían juzgar libremente ante la Inquisición y los ojos del Señor. Domingo nunca desenvaina primero...prefiere ver antes cuál es la verdadera naturaleza agresiva, herética y decadente de la pieza de caza que persigue. Porque a veces, solo a veces, algunos suelen ser inocentes y se dejan juzgar (aunque no por ello después sean declarados inocentes). Actualmente se encargaba de perseguir al arquitecto vaticano Bernini, al que no encontraron...aunque sí una extraña mancha de sangre en su local con signos de hechicería. Los duelos de Domingo con Marina Oliván a lo largo de la partida han sido altamente épicos y satisfactorios (el Duelo bajo la lluvia de Santiago, escrito en este blog desde el punto de vista de Domingo y otro desde el punto de vista de Marina; y otro duelo en la Cámara los 5 Sabios de la Atlántida, donde los dos espadachines coincidían a la vez con sus movimientos de una forma épica y vertiginosa)

miércoles, 22 de agosto de 2012

Aquello por lo que muero

Tras viajar día y noche, al fin di con vos, Harold. ¡Se suponía que nos reuniríamos para acabar con todo esto juntos! ¿Por qué os fuisteis dejándome atrás? Para colmo vuestra reacción al verme fue golpearme, como siempre habíais hecho cada vez que nos encontrábamos antaño.

- ¿Por qué quieres combatirlos cuando sabes que no tienes nada que hacer contra ellos? ¡Ni siquiera yo!

- ¿Y por qué queréis combatirlos vos entonces? – pregunté sin comprender la diferencia.

- Ellos mataron a todo lo que yo amaba, me usaron… ¿Por qué luchas tú? ¿Por qué vas a tirar por tierra toda tu vida? ¿Por qué vas a hacer sufrir a tu madre y a todos los que quieres? A mí no me queda nada y por eso te quiero dejar aparte. Dime, Marina, ¿por qué quieres luchar?

Reconozco que me ofendió esa pregunta. ¿Creía que era el único al que le habían arrebatado algo que amaba?

Comencé entonces a recordar lo último de lo que me habían despojado, hacía apenas unos días:
Estaba a punto de rozar lo que llevaba meses buscando, de recorrer de nuevo aquel lugar que conocía como la palma de mi mano. A punto de ver caras más que conocidas, de sentirme como en casa...A punto de estarlo.
Mis ojos se iluminaron, ¡ya se veía la Villa de Santa Elena! Por fin podría pisar la hierba sobre la que había caminado tanto tiempo, en definitiva, el lugar donde había crecido. Deseé que mi caballo fuese aún más rápido. “Paciencia, Marina”, me dije. “Ya falta poco”. Pero mi mirada se apagó al llegar a la campiña. “¿Pensabas acaso que se había acabado? ¡Al contrario! Ahora son más si cabe, y no me gusta. ¿Qué querrían ahora? Malditos cuervos.” Entré en mi casa lo más rápido que pude, tenía que saber que mi madre y Francesco estaban bien…mas era mi vida la que corría peligro.

- Por el Nuevo Orden Mundial – dijo uno de los tres hombres embozados que me sacaron a la fuerza de casa. – Estás apresada.

¿Y qué iba a hacer yo? Me encontraba cerca de todo lo que más quería: mi hogar, mis amigos, mi madre...Así que hui. Querían acabar conmigo, y no estaba dispuesta a que fuese junto a algo que pudiesen destruir después. Si esto era el final, lo sería solo para mí. Me anunciaron mi muerte, no sin antes mostrarme lo que habían estado preparando todo este tiempo: el principio del fin. El comienzo de un nuevo mundo más justo y equitativo a sus ojos, no obstante, aún quedaba convencer de ello a miles de personas. Esa era la tarea del Padre Morales. Infundía temor y caos y afirmaba que Dios caminaba ahora sobre la Tierra…¿Para qué queremos reyes, naciones y diferentes banderas si podemos ser todos iguales? Todo ello por un precio: someterse al Nuevo Orden o morir en el intento de conseguir una salvación que solo el nuevo Dios podía otorgar.
Una auténtica locura, mas eran muchos los ciegos que se unían a ellos por miedo. ¿Hasta dónde pretendían llegar? O, ¿hasta dónde habían llegado ya en este tiempo? Fuera cual fuese la respuesta, esto no podía seguir adelante, pero lo más probable era que Marina Oliván no estuviese esta vez para impedirlo. Ya me conducían a mi muerte aquellos hombres embozados.
Todo pasó muy deprisa. Aún no sé cómo conseguí evitar ese disparo y escapar trepando por los tejados de ese callejón para más tarde encontrarme con Alonso en las puertas de la Villa. “Este lugar ya no es seguro”, acordamos ambos. Habría que marcharse una vez más.
Algo interrumpió nuestra conversación: era el revoloteo de unas alas, no precisamente un par. Sabía que no me dejarían ir tan fácilmente, no iban a permitir que la luz de Atlante escapase. Empujé a Alonso antes de verme envuelta en una nube de cuervos que deseaban picotearme los ojos. No…yo no sería una ciega más. Intenté zafarme de los cortes que me provocaban las acuchilladas alas de los pájaros cuando alguien más intervino. “No, Alonso, tú no…No tienes ni idea de qué significa todo esto” pensaba. Comenzamos a rodar, sin decidirnos quien protegería a quién de los numerosos y afilados ataques. “Bastantes problemas nos has causado ya a los dos como para que encima te metas en esto y mueras. ¿Se puede saber qué haría yo después? ¿Qué hago yo si tú mueres?” Mis pensamientos de detuvieron un momento. “Marina, ¿de qué hablas? ¡Haz algo!” me dije antes de levantarme del suelo, aprovechando el cesar de los ataques.
“¡Basta! Si me queréis, aquí estoy. No nos haré esperar más a ninguno de los dos, Ojo.” Dirigí la mirada al centenar que cuervos, que al unirse, tomó aspecto humano. Ya lo había visto antes, pero nunca me había enfrentado a él, a uno de los Trece.
Tal y como pensé, no se andaría con rodeos. Comenzamos a lanzar ataques, a recibir heridas, sobre todo yo, para qué mentir, ya estaba maltrecha de antes y además no tenía mucho que hacer contra él. De pronto, agitó las afiladas alas, conseguí agacharme a tiempo y supe que era mi oportunidad para acertarle un fondo. Dolor. Trató de desvanecerse en cuervos, pero esta vez sería yo la que no le dejaría escapar y, aprovechando que seguía clavado en mi espada, asesté otro golpe. Ojo cayó al suelo, ya no podía moverse más…pero sí hablar lo suficiente como para ordenar a los guardias que me matasen.

- ¡Bajad las armas! – les grité mientras apuntaba con la pistola a mi principal oponente. – Os dejaré que os vayáis con él. – Me preguntaba por qué estaba diciendo eso, ¿dejarlos marchar después de ir tanto tiempo tras ellos? Sí…si se iban de la Villa, no le daría a Ojo un final. – Os dejaré ir si…

- No lo hagáis… - Interrumpió casi sin fuerzas el miembro de los Trece.

- ¡Matadla! – exclamaron los guardias.

Todos disparamos a la par. Ya no habría más cuervos extraños rondando a nuestro alrededor, el NOM no podría observar ya lo que ocurría al otro lado del continente. Yo tampoco veía nada…mi mundo se oscureció al recibir tal avalancha de disparos.

Entreabrí los ojos despacio, me pesaban tanto como las heridas. Alonso fue la primera persona que vi. “Está despierta”, dijo mirando a su lado. Mi madre y Francesco estaban allí, a caballo. Alrededor, la Sierra que conducía a Santiago. De nuevo, dejamos nuestro hogar atrás, esta vez iluminado por el fuego de cientos de antorchas que se podían ver desde donde estábamos.
Finalmente nos separamos. Mi madre fue a avisar a Allende de lo ocurrido, Francesco se quedó en Santiago, y Alonso y yo, tras alertar al Marqués, partimos hacia San Cristóbal. Allí debía contárselo todo al rey, y además Harold se dirigía a la ciudad, tenía que encontrarle. Tenía que saber qué había pasado y, como acordamos, juntos hacer frente al Nuevo Orden Mundial…

“¿Por qué luchas tú?” Preguntasteis de nuevo, sacándome de mis pensamientos. Ahora lo tenía aún más claro…
Lucho por Santa Elena, mi hogar, el que me fue arrebatado dos veces. Cada rincón de la Villa me trae recuerdos…El campanario, donde jugaba a confundir a los vecinos con Cintia tocando las campanas. La iglesia, asistía allí con mis padres todos los domingos para escuchar la misa del tartamudo Padre Merino. La granja abandonada, en la que me hicieron la pedida de mano más patética jamás vista. Mi casa, vecina a la de Mauricio “El Roñoso”, donde siempre había vivido. Fue lo último que perdí.
Lucho por Beatriz, mi madre, quien intentó protegerme con todas sus fuerzas del mismo camino que ella siguió hace años. Y es por ella más que por nadie, por quien he de seguir viviendo cuando esto acabe. Prometo que volveremos a estar juntas en casa, no volverá a sentirse sola.
Lucho por Harold, a quien perdonaría eternamente a pesar de haber causado de una de mis mayores heridas. Él sigue siendo mi familia, por la que me desvivo día a día. Sé por lo que ha pasado, y aunque no sea de mucha ayuda, me quedaré a su lado.
Lucho por Thomas, mi padre, a quien me arrebataron cruelmente. Es sobre todo por él por quien arriesgo hoy la vida. Terminaré lo que él empezó, cumpliré su última voluntad. Lo juro.

Por las cosas que destruyeron tiempo atrás y que yo amaba. Por los que a día de hoy, y después de todo, siguen apostando por mí. Por cambiar el sombrío futuro del mundo. ¿Seguís pensando que no tengo motivos por los que combatir, Harold? Mi razón sois todos a los que amo…y por vosotros muero.


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Pensamientos de Marina Oliván al encontrar a su tío junto a los Rosacruz en un caserón frente al frente Castilla-Montaigne, justo después de la anunciación del Cuarto Profeta sobre Théah, declararse el fin del mundo conocido y la llegada de una nueva vida...tal y como anunciaban las sagradas escrituras. Aunque nadie imaginaba un reino del terror...¿no? Solo los Héroes podrán impedirlo, pero ¿dónde están los Héroes?

PD: escrito por Sara (Aleera), mi jugadora de 7º Mar. Una vez mas, gracias por tus interesantes escritos y por crear una buena profundidad al personaje de Marina Oliván. Así da gusto narrar ^^

sábado, 4 de agosto de 2012

Tirando la vida por la borda

¿Qué estoy haciendo?

¿Por qué estoy tirando mi vida por la borda? ¿Por ella? No lo sé...pero esto es estúpido. ¿Quien me habría imaginado escapándome de mis obligaciones, de mi casa, de mi hogar, en busca de alguien que probablemente no me recuerde...? He viajado por los peligrosos mares infestados de monstruos y corsarios, lleno de criaturas malignas, selvas horribles plagadas de mosquitos enormes, fiebre, hambre y sed... ¿y todo por qué? Por Marina...¡es ridículo! ¡Igual que ella!

Ridículo, pero mi corazón aún ansía saber qué demonios significó ese beso...y qué significó para ella.

Ese estúpido beso que ha cambiado toda mi vida. ¡Maldito el día en que jugué en robarle su primer beso! Jugué con fuego y puede que ahora me vaya a quemar...y ni siquiera sé si me da igual. ¡¿Por qué es todo tan difícil?!

¡Por el amor de Dios he abandonado mi hogar un día antes del día señalado para mi pedida de mano a Alicia! Los Orsini y los Lara deben estar ahora reunidos, preguntándose donde está el futuro Barón prometido...

Alonso eres idiota...¿cómo se te ocurre dejar a tu futura prometida plantada? Ese casamiento nos iba a permitir pagar los impuestos de la Villa...¿Pero qué digo? La culpa no es solo mía.

¿Acaso te crees con derecho a besarme, hacerme sentir algo que no comprendo y desaparecer dos meses, Marina? Pues se acabó la espera, me niego a mandarte ayuda otra vez como en San Cristóbal, me niego a velar por ti en la distancia una vez más. Voy a patearme los siete mares, voy a preguntar en todas las tabernas de mala muerte, voy a atravesar todos las junglas extrañas y encontrarme con todas las tribus caníbales del Archipiélago de la Medianoche. Esta vez voy yo en persona a buscarte, no puedo esperar una noche más en vela intentando deshacer este ovillo de sentimientos. Te voy a encontrar maldita sea. Puede que en tu mirada encuentre las respuestas que busco...y saber por qué me he fugado de casa humillando a los Orsini.


Un mes viajando... mi mirada se ha apagado ligeramente, tengo ojeras, ¡hasta me ha crecido la barba porque ni siquiera tengo ganas de afeitarme! No entiendo nada...hasta ahora todo era un juego ¿no? hasta que ella comenzó a jugar también a lo mismo que yo. Y entonces surgió una chispa. ¿Pero qué?

Por eso tengo que encontrarla...y cuando la vea, cuando mis ojos se encuentren con los suyos, sabré si esa chispa que nació en mi interior arde con el fuego de la pasión o todo volverá a ser como antes. Tengo que encontrarla...

- ¡Marinero! ¡Se te están escapando las amarras de la vela mayor! Cuidado con esos cabos, ¿Quieres perder una pierna? ¡¿En qué demonios estás pensando, grumete?!

Despierto de repente y me encuentro en mitad de la cubierta. Es de noche, está lloviendo a mares, una vez más, me ha pillado una tormenta tropical brutal y El Mercante zozobra. Maldita niña... mira lo que hago por ti, más te vale que estés en peligro. Intento concentrarme en la tarea, pero el huracán me arranca las cuerdas y la vela mayor se desata dejando escapar un pico y azotándonos con los aparejos de hierro.

-¡Por la Madre Océano, chico! ¡Lárgate de aquí y encárgate del trinquete! Con un poco de suerte las sirenas reclamarán tu pellejo inútil.

Voy tambaleándome por la cubierta. Tropiezo con todo tipo de gente y se quejan de mi torpeza al caminar sobre un barco, me clavo una astilla en mis pies descalzos y llego al trinquete. Me aferro al bauprés como si no hubiera mañana, mientras con un cuchillo deshago el nudo que ha hecho el dios Éolo y que está partiendo el mástil. Me ato al bauprés y cuelgo sobre el océano...me han mandado al sitio más peligroso del barco. Maldigo para ahogar el vértigo mientras cuelgo sobre un cabo bastante precario. Procuro no mirar abajo mientras hago la tarea.

-Maldita Marina...¡Estúpida! ¡Idiota! ¡Imprevisible! ¡Cazurra! ¡Loca! ¡Testaruda! ¡Temeraria! ¡Mentirosa! ¡Me dijiste que ibas a la Islas de las Especias! ¡DOS MESES!- una ola se alza sobre la quilla y me cala hasta los huesos. El cabo atado como un arnés sobre mi cintura me salva la vida- ¡Cuando te encuentre te vas a enterar!

Entonces veo como bajo mis pies un torbellino de agua sale de los oscuros mares. No es un torbellino...es...escamoso y grande.

-¡Un Leviatán!- trepo mientras escupo agua salada y subo a cubierta.

-¡Todos a las armas!-gritan en general- ¡Repartid mosquetes y arpones!

El capitán del Mercante miró con incredulidad.

-¡Malditos locos! ¡La pólvora está mojada y húmeda, no tenemos posibilidad contra el Rey de los Mares! ¡Soltad lastre y nos marchamos por estribor! ¡Volvemos a la Isla de las Especias!

Nadie discutió la orden. Excepto yo.

-¡Mi capitán, tengo que llegar al Puerto Real! ¡Debemos continuar, debemos llevar el cargamento!- digo sin ninguna convicción, el cargamento de especias realmente no me importa. El capitán me mira incrédulo.

-¡Muchacho, no sé si estás loco o simplemente quieres suicidarte! Pero si no vivimos para contarlo, estas especias se perderán igualmente.

-¡Debemos continuar! ¡No podemos deshacer camino ahora! No ahora que estamos tan cerca de Puerto Real...- aferro con mis manos la casaca del capitán, quizás con demasiada desesperación. Uno de los marineros me guantea la cara por agarrar y contradecir al capitán. Pero es la última pista que tengo de ella. Los piratas decían que la Temeraria Marina Oliván estaba reclutando valientes hombres para marchar al Oeste, allá donde acaba los océanos y la tierra...

Caigo sobre la madera y una enorme ola nos visita en la cubierta y se lleva a varios marineros. El capitán se mete en el camarote del castillo de popa y yo por los pelos me aferro al agarradero del mástil más próximo. Una vez más, esquivo la muerte.

No podíamos volver ahora atrás...sí volvíamos ahora sí que no tenía ninguna posibilidad de encontrarla a ella. A la estúpida y temeraria Marina. Se acabó...

De pronto, un barco ballenero empotró con nosotros en mitad de la tormenta. Se escucha un disparo y un garfio se engancha en las cuerdas de El Mercante. Estupendo, no era suficiente con un Leviatán rondando y tentando nuestra muerte como para que nos abordaran los vikingos Vesten.

-¡Nos abordan!- grito mientras estoy seguro de que voy a morir en cuanto llegue el primero de los asaltantes.

Y efectivamente, alguien aborda nuestro barco y muero...pero muero de alivio y esperanza.

-¡Alonso!

La figura que viene balanceándose en el cabo de abordaje es Marina. Tiene mal aspecto, huele a pescado y tiene el pelo horrible por la humedad. Pero al fin y al cabo es mi Marina. Me da un vuelco el corazón. No sé como interpretarlo.

El Leviatán se levanta sobre nuestro barco...nos ha alcanzado. A Marina le ponen una espada sobre el cuello uno de los marineros de El Mercante. Ella ni se inmuta de la amenaza y busca mi mirada a través de la intensa lluvia. Nuestras miradas se encuentran y nos quedamos callados. Nos miramos, los dos estamos confusos... nadie dice nada.

¿Es que no piensas decir nada? ¡Idiota!


Nos seguimos mirando a los ojos...no entiendo nada. No se ha aclarado nada en mi corazón. Ese mismo sentimiento que no sé si es algo más que amistad o el mayor fuego que nadie ha sentido jamás en este mundo. Decido picarme con ella y cantarle las cuarenta en mitad del mayor combate en alta mar que he visto en mucho tiempo...luchamos espalda con espalda... mientras le reprocho todo lo que llevaba acumulado...

Te odiaré porque aún no sé cómo amarte...

Cadenas por corona

Los grilletes se cerraron sobre las muñecas de Leandro Vázquez de Gallegos. El Alguacil cerró las esposas duramente y apretando con malicia,...