sábado, 20 de junio de 2015

Cicatrices en el recuerdo

No puedo parar de pensar en ello. Creo que me voy a volver loco, de verdad. Si no lo he hecho ya es porque mi mente es capaz de cualquier cosa. ¡No es vanidad! ¡Es verdad! Cualquiera hubiera desistido en el debate, pero ha pasado un día desde que salimos de Ciudad Vaticana y mi mente aún es capaz de dar vueltas como un molino. El problema traía también las oportunidades y eso lo cambiaba todo.

Poder cambiar el pasado.

Quizás era posible. Después de todo he visto y escuchado cosas increíbles desde que fui con esta lunática. Si algo me dice la experiencia es que si ocurre alrededor de Marina es que es posible.

Pero esto ya es pasarse de la línea.

¿Cambiar el pasado?

No, mejor aún. Reescribir el pasado.

No sé qué hacer. Creo que me han malacostumbrado a dejarme encerrado en mi habitación.
Allí las únicas decisiones a tomar era qué voy a comer, en qué postura voy a dormir, juego con las blancas o con las negras. Mi mente no puede ser encerrada pero como se alimente de cotidianidad se morirá. Creo que debo empezar a entrenar mi ingenio o creo que empezaré a sentirme inútil.

Bueno, quizás exagero.

Pero una cosa es cierta. Lo que menos necesito ahora son vacaciones. Mi mente necesita activarse. ¡Pero tampoco quiero este reto!

Mi mente se rige por la deducción y la lógica...¿Pero esto? Por dios...qué locura. Un poder que puede cambiar las posibilidades del futuro. Libros que pueden dar el poder de reescribir el pasado. Acontecimientos alternativos. Heridas en el destino. Grietas en el recuerdo colectivo... Mi mente está fuera de juego en todo esto.

Pero...libros que pueden dar el poder de reescribir.

No, no, no y no.

No lo volverás a hacer.

Por ella.

Miro la fogata en busca de una idea que me diga cuál es el camino. Veo a Marina a lo lejos buscando leña seca para alimentar la fogata. Dentro de una jornada llegaremos a la Reina del Mar para buscar a Leandro. A ver si arroja luz a todo esto.

Ella se interna en el bosque y me quedo solo con los caballos. El destino de repente me pincha el trasero con su alfiler, así que hago rápidamente la maleta, tampoco hay mucho que llevar encima. Ventisca me mira fijamente. Creo en la posibilidad de que sea un caballo inteligente...pero no creo que hable ni que piense como una persona. ¿Sería capaz de delatarme?

-¿Quieres dejarme en paz?

Ventisca bufa y agita las orejas. Casi siento que me ha respondido. Pero todo es una locura, solo quiere agua. No puedo perder el tiempo. Ella estará a punto de volver.

Al fin, huyo del campamento.

Busco alguna carretera secundaria en busca de una caravana. Sin darme cuenta el corazón ha dejado de darme fuerzas a las piernas y me detiene. Soy un capullo. Debería escribirle una nota. Por lo menos esta vez. Qué menos...ella hizo lo mismo cuando desapareció. Pero entonces me perseguirá...

Bueno, soy más listo que ella. No me encontrará allá donde voy.

Vuelvo rápidamente al campamento y le escribo una breve nota. El papel se mancha un poco, me da mucha rabia porque me gusta hacer las cosas bien, pero no hay tiempo para una mejor presentación. Le dejo la nota sobre la lona donde dormirá. A lo mejor ni la ve, de lo poco perceptiva que es, pero confío. No me queda otra.

Consigo marcharme tranquilo. Relativamente tranquilo.

Voy acelerando el paso. Probablemente tarde media jornada en encontrar una posada de posta, pero salir con el caballo hubiera alertado a Marina. No será muy perceptiva, pero hasta un sordo se daría cuenta de un caballo trotando por el bosque.

Doy unos diez pasos buscando encontrar paralelamente un riachuelo que desemboca en el río Delia, eso me guiará hacia el este hasta encontrar una carretera.

¡¿Pero qué demo...?!

La casaca se engancha a algo. No puedo moverme. Me giro para desengancharme y veo a Ventisca destrozando el vuelo de mi casaca con sus dentones y bufando aire por los enormes hoyuelos de su narizota. Parece furioso.

-¿Qué? Suéltame Ventisca. ¡Suéltame! Maldito caballo...No...vas a destrozarme el vuelo de la levita. ¡No! ¡No! ¡Caballo malo! ¿Qué?...ah, ¿quieres agua? Sí, debe ser eso. Te llevo al arrollo, no te preocupes. ¿No me sueltas? ¡Ven, ven, te doy agua!

Silencio.

Ventisca me da un tirón y me mira fijamente. Me cuesta un poco, pero de repente me doy cuenta de que el caballo intenta advertirme de algo. Sin duda es una advertencia. O una amenaza, no sé.

Escucho a Marina preguntar por mí y por Ventisca. Ha vuelto al campamento y, aunque no estoy lejos, estamos fuera de su mirada. Deja la leña seca al lado de la fogata casi extinta del campamento. Me quedo quieto, intentado no hacer ruido y no moverme. Quizás así Ventisca no me delate. La escucho un poco nerviosa, quizás angustiada por lo que pudiera pasar. Siento el impulso de quitarle el miedo, pero sigo quieto. Por eso era primordial irse cuando ella no estuviera presente. Porque si lo estuviera...no podría hacerlo. No otra vez. Quizás es lo que pretendía Ventisca.

Quizás...quizás todo era una señal. Un aviso de que era un error lo que pretendía hacer.

-Puede...puede que esté equivocado en esto. Por una vez.

Ventisca bufó y escupió el faldón de la levita ya babeante y lo liberó de su presa. El caballo alzó las orejas y las agitaba excitado. Parecía contento, incluso sarcástico.

-Ni se te ocurra decirle eso a Marina. Ya tengo bastante conque me recuerde la jugarreta del cortejo.

Ventisca relincha aunque no demasiado fuerte. Parece que tiene algo entre los dientes, espero que no sea parte de mi levita. No lo entiendo, pero creo que me está tomando el pelo de alguna manera. Creo que este caballo sabe algo que yo no.

Aunque eso es una tontería.

Bajo al claro. Marina me pregunta lógicamente que dónde me había metido, así que me invento un rollo de que estuve explorando el terreno por si hubiera alguna lagartija de esas acólitos del Escritor. Busco con la mirada la nota que dejé en la cama improvisada de Marina. Ventisca se va a un lado y saca de su bocaza los restos de un babeante papel. Entonces entiendo que Ventisca quitó la carta de en medio antes de detenerme.

Marina y yo determinamos los turnos de guardia como de costumbre. Me apetece dormir junto a ella pero me hago el listo diciéndole que deberíamos hacer guardia. Me ofrezco ser el primero. Sé que es más fácil ser el primero y sé que ella lo va a aceptar porque se empeña en cargar con las peores cargas. Necesito pensar.

Marina se quita la camisola de espadachina y se va a dormir. Ventisca me mira duramente antes de echarse junto a ella. Vaya par de dos...menuda pareja.

Debería estar haciendo guardia, pero no puedo. Observo su espalda surcada de cicatrices...escrita de experiencias a fuego y acero. Solo unas vendas cubren su torso, pero no ocultan el lienzo de sufrimiento. Pienso en lo que hubiera pasado si me hubiera llegado a ir y en sus consecuencias.

Al final llego a una conclusión. Hubiera hecho mal si me hubiera ido.

Esa era Marina.

Esa es la Marina de la que me he enamorado. Con sus virtudes, sus orgullos, sus imperfecciones y sus talentos. Una personalidad forjada en el fuego de la batalla, en la voluntad de protegerlos a todos y absorber el daño por todo. Los problemas y las situaciones desastrosas hacían que las personas sacaran lo peor de sí mismas. Pero a veces, pocas, pero a veces, salía lo mejor de uno mismo. Las oscuridades y batallas a las que se enfrentaba ella cada día había sacado lo mejor de ella misma, pero había castigado su exterior y debía lidiar con las cicatrices internas toda su vida.

Después de todo, Marina era la suma de todas las decisiones y experiencias que había acometido en su vida por voluntad propia.

Si hubiera conseguido lo que me proponía...quizás a la larga hubiera conseguido borrar una decisión de su vida. Una decisión que la ha definido a ella como heroína hasta las últimas consecuencias. Cambiar un recuerdo por duro que fuera quizás sería cambiar a la mujer que tengo en frente a mí.

Cambiar algo sería cambiarla a ella.

Pero siento que debo borrar al Emperador de su memoria.

Lo pienso y tengo miedo de mí mismo. Simulo que todo esta bien pero pienso en cómo debió sentirse y me derrumbo. No intentaré reescribir nada del pasado, Marina. Por duro que haya sido. Es una locura iniciar ese viaje. No tengo ningún derecho en intentar eliminar a alguien de tu historia, por oscuro que sea. No puedo jurar que perdonaré a ese hombre y tu temeridad...

Pero sí os juro que borraré ese mal recuerdo con mis besos.

Cadenas por corona

Los grilletes se cerraron sobre las muñecas de Leandro Vázquez de Gallegos. El Alguacil cerró las esposas duramente y apretando con malicia,...