domingo, 30 de marzo de 2014

Traición a la confianza (II)


No tenía ni idea de cómo había acabado todo así, pero al fin y al cabo, así era. El plan de Orsini había sido destapado por Marina Oliván: la falsificación de Gálvez del testamento de Gregorio Lara con la intención de obligar al heredero a casarse con su adinerada hija, el asesinato de Simón por parte de Fausto y que pagó en la soga, y cómo él, Donato Orsini, se organizaba con los bajos fondos a través de un hombre que se hacía llamar Prometeo, líder de los bajos fondos. ¡Hasta Rubén, un corchete ridículo de la guardia, cayó en las manos de la ley, por aceptar un estúpido soborno, voto a Theus que no había cosa más ridícula!
En el juicio había salido a relucir los trapos sucios de Donato Orsini, pero él tenía un as en la manga. Sabía que ese juicio no había sido del todo legal. Él era un mercader de Castilla, no un paleto más que podía ser juzgado por campesinos en un chiste de juicio, así que había reclamado su derecho de ser juzgado por sus iguales, por nobles y comerciantes, por algún juez de San Cristóbal. Las pruebas que tenían contra él eran muy buenas y todas jugaban en muy en su contra. En el otro juicio sería igual de condenado seguramente, pero con esto le daría tiempo a pensar en algo. De momento ahí seguía, en su celda provisional en el cuartel de la Ronda de Santa Elena.

-Buenos días, don Donato- saludó Hugo González, cabo de los corchetes de la Ronda. Hoy le tocaba vigilar al preso privilegiado en el cuartel de la guardia del pueblo.

Donato ni siquiera le saludó, odiaba que cualquiera pudiera dirigirle la palabra. Miró al muchacho: cabeza cuadrada, pelo corto con un peinado muy soso, inexpresivo y una mirada perdida en sus pensamientos o en el vacío, quizás; en forma, como todos los de la guardia, pero la forma en que tenía amarrado el tahalí denotaba que no era un gran espadachín. Los rumores decía que se había encaprichado de la única hija de la viuda Beatriz Oliván: una bruja vestida siempre de negro que vivía en una casa solariega al otro lado de la empalizada. Suspiró amargado, ¿acaso tenía que lidiar con gente afín a esa estúpida heroína?

Escuchó lo que comentaban los guardias, en los pasillos de piedra de la improvisada prisión. Al parecer había excitación, no solo ya por la cercana boda del marqués de Santiago, que se estaría dando en estos momentos (y eso significaba que jóvenes casaderas habían pasado por la Villa, para gusto de los guardias, que hablaban de sus nuevas novias o romances), sino porque al parecer el Consejo de su Majestad el Buen Rey Sandoval había hecho circular un "se busca" de un hombre que debía ser peligroso, o al menos debía serlo con la recompensa que daban por su cabeza.

-5.000 gremiales, caballeros- dijo un guardia imberbe y soñador después de pegar un silbido- ¡A quien encuentre a este hombre le han solucionado casi toda la vida!

Otro, más veterano y barbudo, fue hacia su compañero y le quitó la vitela de un empellón.

-Aparta idiota, déjame ver el careto...¡pero si solo es un tío embozao!- refunfuñó disgustado al ver que no había cara en el "se busca". Lo único identificador eran unos ojos escoltados por un enorme cuello de la casaca que cubría toda su cara y un tricornio.

-Alguna información vendrá- apuntó Hugo mostrando un poco de interés, ya que con 3.000 gremiales tenía para instalarse 20 veces en Malaca, lugar donde quería instalarse a vivir con una esposa y alejarse de la guerra.

Donato estuvo a punto de taparse los oídos ante tales estupideces de los guardias, pero le vino muy bien estar atento a lo siguiente:

-Según el servicio de contraespionaje de Castilla, responde ante el pseudónimo de Julius y se le acusa de espionaje al Reino de Castilla a favor de Montaigne. Se cree que es un hechicero de Porté- dicho esto último todos se santiguaron con la cruz de los Profetas.

Donato alzó la vista, claramente interesado por el nuevo giro de acontecimientos, pero no dijo nada. Debía esperar...y saber cómo utilizar aquella increíble revelación que se acababa de hacer.

Esperó a la noche, y todos los guardias se fueron, menos Hugo, que tenía que seguir haciendo la ronda. Leía poesía bajo la luz de una de las antorchas. Un día iba a quedarse ciego si seguía con esa manía.
De pronto alguien le siseó desde atrás. Hugo no se volvió, solo podía haber sido Donato y él no se dignaría a hablar a un guardia. Finalmente le volvieron a sisear, y se dio la vuelta. Donato le miraba con un brillo en los ojos que denotaban esperanza.

-Sé lo que estás pensando-dijo Donato, misterioso- Con esos 5.000 gremiales podrías casarte con Marina Oliván, ¿verdad?

-¡¿Disculpe?!- inquirió Hugo totalmente escandalizado, aquello era lo último que se imaginaba que le diría Donato.

-Vamos, no te hagas el tonto, todos en la Villa saben que esa hija de bruja te ha hechizado y que no te hace ningún caso.

-Eso no es cierto. Además, la relación que haya entre la señorita Oliván y yo no es de la incumbencia de nadie. Menos de un criminal tan vil como vos.

-Eso es cierto...-continuó Donato restandole importancia-. Los rumores de romance que sí son fuertes en el pueblo son entre la espadachina y su señor el barón.

Hugo se levantó forzosamente tirando el taburete sin querer; los poemas cayeron y se dirigió Orsino claramente airado pero con diligencia..

-No os consiento que volváis a hablar así de ella. Si volvéis a ser un cobarde repetidor de rumores de ancianas vais a tener que véroslas con mi acero, caballero.

-Shh...no os pongáis así. Yo solo digo que cuando el río suena, agua lleva, señor González. Y ese río lleva sonando desde hace demasiado tiempo.

Hugo recogió todo lo que había tirado y respiró hondo tranquilamente, pero dolido. Aquello era cierto.

-Pero no temáis. Podemos silenciar ese río. Tengo la solución a todos vuestros problemas, pero tendréis que hacerme un pequeño favor.

-No pienso seguir hablando con vos.

-Pero podríais tener lo que más ansiáis...libraros del barón y recibir esa recompensa de 5.000 gremiales. Bueno, quizás no tanto...pero sí dar una cierta información sobre ese tal Julius.

-Fantaseáis.

-Id a la mansión Lara, esta madrugada si os toca estar vigilando por ahí. Sobornad a la ama de llaves y decid que venís de mi parte a por unas cosas para que me las traigan a prisión. Decidle que os deje la llave pequeña, ella sabrá a cuál me refiero. Coged las cartas y miradlas...os llevaréis una grata sorpresa al ver el nombre del famoso espía en su emisor.

-Estáis loco si pensáis que haré eso.

-Está bien...pero piensa en todo lo que puedes ganar. Reconocimiento de tu nación, un puesto mayor y una buena recompensa por revelar tal escándalo, un sueldo mejor, tu mayor rival juzgado por traidor a la nación e indispuesto para arrebataros a vuestra amada. Adivinad a quién se acercará ahora... ¿seréis vos el afortunado? Le volverá a ser difícil confiar en otra persona que no seáis vos, un muchacho humilde, honesto y caballeroso. Si lo hacéis, traedme las cartas, y yo me encargaré de que un juez las vea en San Cristóbal y lo meta en la prisión más oscura que haya en todo el reino.

Hugo se volvió a su lectura, claramente confuso. Pero no leía, seguía escuchando a la serpiente.

-Si decidís no hacerlo, eso os convertiría en cómplice de espionaje.  Esas cartas son reales, yo las he visto, sin trampa ni cartón. Pensadlo bien, solo hacéis justicia para con el reino...y además podréis ganar todo lo que os he dicho. Pensad en ella...pensad que está siendo manipulada por ese canalla. Marina seguramente no sepa nada. Solo echad un vistazo...si no están las cartas, quedaré como un mentiroso. Si no... cumplid vuestro deber.

Hugo salió airado después de aquella sarta de promesas vacías. Pero al final la impaciencia le pudo más. ¿Y si...? Fue a la mansión Lara. La ama de llaves le recibió sin problemas y, abusando de su autoridad de guardia de la ciudad se coló en la habitación de Alonso. Si no había nada de eso se iba a sentir despreciable. Al final, miró las cartas.

Ahí estaban...claramente. La firma de un hombre que se hacía llamar Julius.

Se lo imaginaba. El barón, don Alonso Lara, no era un  hombre de fiar pero ahora tenía unos motivos más que claros, y debía alejarse cuanto antes de Marina Oliván. En cuanto la viera le haría ver que no es de fiar y que debía alejarse de él, que no se acerque nunca más a él. Le llevaría las cartas a Donato Orsini y él se encargaría de llevarlas al tribunal de San Cristóbal. Se sentía culpable por cómo iba a intentar conseguir lo que quería, pero no estaba haciendo nada malo.  Denotaría que desde la humildad él era más noble que el aristócrata. Le quitaría la máscara de nobleza y él mostraría su corazón humilde. Era su deber y de paso era lo que quería. También sentía esperanza por abrirle los ojos a Marina sobre la máscara de Alonso...quizás aquello colocaría las cosas en su sitio. Tal vez, se haría justicia.

1 comentario:

  1. Como ya os dije, Hugo, siempre hay multitud de versiones diferentes de cada historia. Lo ideal sería dudar de todas y descubrir la verdad por nosotros mismos, sin que nadie pudiera torcer la balanza a su favor.
    Tal vez tengáis razón, y haya algún tipo de venda en mis ojos que me impide ver que realmente, debería alejarme del barón. Pero también debéis saber que si lo que buscáis es la justicia, os habéis topado con la persona equivocada...Para algunos, la justicia no es más que un sinónimo de venganza, y para Orsini no es menos.
    Y yo me pregunto, si supieseis la verdad, Hugo...¿que sería, para vos, lo justo?

    Marina Oliván

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