viernes, 20 de abril de 2012

La llama del recuerdo

Desde el inicio de los tiempos los humanos se preguntaron qué era lo que movía el mundo. Qué mueve a los humanos a avanzar, retroceder, luchar o morir...

¿Qué hace que sigamos avanzando cuando caemos en la más completa oscuridad? ¿Qué consigue que cuando caigamos sobre el suelo, apretemos los dientes, aferremos la tierra y nos levantemos? ¿Cuál es ese poder interior que hará que nunca, nunca nos rindamos?

¿El poder?, ¿la avaricia?, ¿la conquista?, ¿la fama?, ¿la supervivencia? ¿la victoria?...

Aún recuerdo cuando te tenía entre mis brazos. Llorabas con furia cuando naciste...y fue peor cuando creciste. La curiosidad mató al gato, pero a ti te salvó. Intentamos detenerte, pero cuando alguien está creado para el mundo...el mundo le reclama. Intentamos aislarte, pero fue inútil, y en parte lo agradezco. Los grandes corazones necesitan grandes lugares donde latir. El humilde hogar que te dimos se te quedaba pequeño.

Y así, con el pelo enredado, la sonrisa despeinada y la mirada salpicada de estrellas, te arremangaste las faldas y saliste en pos de rescatar lo que más querías en el mundo.

Y debo decir, que me salvaste. Me salvaste de creer que mi hija se quedaría atrapada entre el arado y el aspado indiferente de un molino. Me salvaste...porque en el fondo siempre quise que mi hija sintiera la sangre de sus padres. La sangre de dos héroes.

Y ahora vuelves a casa...después de haberte forjado como mujer.

Son las decisiones la que hacen que acabemos en un destino u otro. El capitán del Tercio Ramiro León entró en cólera con el Marqués Fernando Galán...ambos amigos tuyos. Llegaron casi a las manos y a punto de acabar en duelo. Casi imagino que pensaste que lo que te faltaba era que incluso tus amigos murieran en duelo, por muy noble que fuera. Y todo casi se desmorona por una mujer. Jeannette iba a ser enviada con el tirano de su padre por el tratado que firmasteis el Estado Mayor del Tercio a cambio del castillo de Santiago. Ramiro iba a cumplir con su promesa, por dura que fuera, pero el enamorado entró en cólera. Entraron en duelo mientras los guerrilleros y los hombres del Tercio se insultaban. Sin temor alguno entraste en círculo del duelo, entrando en el baile de espadas en el que se mataban dos amigos. Tuvieron que parar, le hiciste ver a Fernando que habíais dado vuestra palabra al enemigo de llevar a Jeannette con su padre. La palabra de un castellano es sagrada. Por mucho que le doliera, era lo justo, y se lo hiciste ver. Moviste su mundo para hacer lo que debía hacer, aunque no fuera lo que Fernando quisiera y amara más en este mundo. Fue lo justo, aunque a todos, incluso a ti, os rompiera el alma en mil pedazos la marcha de vuestra amiga. El marqués miró su corazón entonces. No debía poner a su amor por encima de todas las cosas, el pueblo contaba con él, pero no se daría por vencido: rescataría a Jeannete, se casaría con ella, sacarían su tierra adelante y lucharía contra todo el que se opusiera. Fernando soltó su espada, mirando tus ojos, y se dio cuenta de que su pueblo le esperaba, era lo justo. Supo que su mundo cambió en ese momento.

Un caballero es justo más allá de lo que ansía su corazón

Tras haber viajado por toda Castilla, siguiendo las pistas de una conspiración contra la corona del Buen Rey Sandoval, acabaste con tus amigos en la corte del rey, salvando su vida y la de la nación. Te torturaron, te chantajearon, te mandaron a galeras, te juzgó la Inquisición, te acusaron de asesinato, y salvaste a una persona que intentó venderte: Rivera. Tras haber pasado por mil y una aventuras y desventuras, salvaste a un hombre que estaba condenado por poderes mayores. Salvaste a un rey y a un desgraciado sin tener en cuenta su posición social...por partes iguales, aunque uno de ellos portara corona. Y tras ello, no pediste nada a cambio, ni siquiera esperaste que te dieran las gracias, ni siquiera esperaste a que despertara para ver su cara de agradecimiento. Simplemente inclinaste tu cabeza y les obsequiaste con una sonrisa portadora de la humildad.

Un caballero es humilde y no espera recompensa, a excepción de una verdadera y pura amistad.

El simple hecho de ver a la guardia de San Cristóbal correr de un lado para otro te hizo saber que debías saber qué pasaba. Y tu olfato no te engañó: se llevaban a la pobre gitana que hace unos momentos te había leído tu destino en unas cartas. La Inquisición allí mismo intentó azotarla públicamente, y sin embargo, sin desenvainar arma alguna excepto la palabra, les hiciste ver a los pueblerinos las injusticias de los fanáticos. Por ello, se te juzgó y se te condenó a latigazos en la plaza del pueblo... solo por piedad hacia esa pobre mujer que solo te adivinó tu futuro. La piedad movió su mundo y fue perdonada.

Un caballero es piadoso y su corazón puede escuchar el lamento del mundo


Tu amigo, el gran Capitán Barceló, quiso ajusticiar a uno de los vuestros, a Gerard, ahorcándolo sanguinariamente sobre los mástiles de vuestro barco. Podías haber apartado la mirada, irte a otra parte, preocuparte por tus asuntos. ¡Pero no! ¡Pusiste tu corazón entre la muerte y su corazón! Traidor o asustadizo, ¡era uno de los vuestros! decías. Fue perdonado por ti, una niña, Gerard Leblanc se sintió avergonzado. Se marchó a su camarote a emborracharse como siempre, para olvidar aquella vergonzosa actuación. Y sin embargo, la botella acabó rompiendo su espejo. La imagen de un borracho que no hace más que lamentarse de un pasado incierto. Vio algo en tus ojos... un atisbo de tu alma. Miró su reflejo duplicado en los pedazos de cristales.  Entendiste su miedo, te pusiste en su lugar, entraste en su corazón y comprendiste que sus intenciones no fueron malas, sino desesperadas. Su reflejo se había roto...y con él su alma. Se lavó, se aseó, sacó la casaca que representaba un pasado mejor para él, se recogió el pelo en una trenza de espigas, decidió cambiar. Gracias a un gesto gentil...un simple gesto que movió su mundo.

Un caballero es misericordioso y ve las faltas de los demás en sí mismo


Plantasteis cara al tirano invasor, os presentasteis en todas las trampas de vuestros enemigos voluntariamente para salvar a vuestros amigos de la horca; invadisteis una catedral para impedir una boda que destruiría vuestra tierra y el corazón de un amigo; os infiltrasteis en un castillo plagado de soldados en pos de liberar a los rehenes de guerra. Pero sobre todo, pusiste tu corazón delante del rifle mountaignere en la batalla de las estepas de San Juan. Pudisteis haberos retirados a las murallas y hacer guerra de guerrillas, pero no, avanzasteis con justa furia. El enemigo se confió, creía haber tenido la victoria en sus manos...pero no contó con el ardor de la valentía castellana. Cargasteis de frente a las bayonetas y recibisteis con corazones ardientes la salva desesperada de un enemigo superior pero confiado. La valentía os salvó a todos, aunque pagasteis el precio de la muerte de muchos amigos. La valentía hace que la bandera del furriel Mariano ondee con la gloria del Tercio Castellano sobre la estepa...su sangre derramada sembraría la libertad en aquél lugar. Los castellanos no dejarán de sorprenderme ¡Alzad vuestros corazones, hombres y mujeres de Castilla! ¡Mostrad vuestras garras de león! ¡Mostrad vuestros corazones con valentía! La valentía que mueve el mundo del pueblo castellano.

Un caballero es valiente, un hombre que lucha juntos sus amigos no debe temer ni a la misma muerte.


Caballero sin título, fuiste forjada con la sangre de los gentilhombres. Un título grabado a fuego en tu corazón y escrito con tu sangre. Una campesina que lleva el corazón de un héroe en su pecho. El título no hace al hombre.

Entonces Marina, ¿qué es lo que mueve tú mundo? ¿Qué te motiva mueve a los humanos a avanzar, retroceder, luchar o morir...?

¿El poder?, ¿la avaricia?, ¿la conquista?, ¿la fama?, ¿la supervivencia? ¿la victoria?...

No...soy yo desde tu corazón. Es mi fuego que vive en ti, gracias a ti. Porque mantienes la llama de mi recuerdo viva, a pesar de que mi corazón se apagó hace mucho.

Gracias hija mía, me salvaste al final...porque los héroes solo viven cuando los actos de alguien querido le recuerdan.

Y tú...me recuerdas a mi.
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Thomas Owen. Desde algún lugar donde los espíritus viven en paz, pero aún no pueden abandonar el mundo.

jueves, 5 de abril de 2012

¿Pensaban acaso que podrían cambiar algo con tal acto? ¿De verdad creían que con su muerte ella volvería? ¿O quizás suponían que sin Gerard a bordo tendríamos un viento favorable? ¿Acaso no se pusieron muchos de su parte cuando quiso huir? Y aun así, se lo harían pagar tan solo a un hombre. A un hombre con miedo, ¡maldita sea! Todos lo tuvimos al ver aquel navío errante que subsistía gracias a los cuerpos de los que podía alimentarse. Sus tripulantes eran parte del barco, y no se podía distinguir en qué punto comenzaba éste. A bordo, esqueletos y cadáveres andantes trabajaban, arriando velas, transportando pólvora o cualquier tarea que él les encomendaba. Él…la sola imagen de El Segador era escalofriante, se encontraba en la proa del barco con la misma macabra apariencia que la del resto de navegantes, pero éste, a diferencia de los demás, portaba una guadaña sobre la que se apoyaba. Y si pudiese una calavera tener algún tipo de expresión, juraría que una sonrisa triunfante y sádica figuraba en su rostro. Si él no era la muerte en persona, ¿quién entonces podría serlo?
Aun así, decidimos toparnos con el Arca de la Muerte. Éramos nosotros o ellos, no habría alternativa. Pero Gerard prefería tener una posibilidad de seguir viviendo, y siendo él el contramaestre de nuestro lamentable navío, Finisterra, aprovechó la ocasión para ello cuando el capitán y yo nos lanzamos a por la embarcación sin vida. Muchos apoyaron la decisión de marchase dejándonos atrás, pero a nuestro costoso regreso, alegaban que sólo él era culpable, que nos había traicionado y que por tanto debía ser ajusticiado con la muerte. Yo no podía permitirlo. Sí, había tomado el mando del barco para dejarnos atrás. Sí, se podía decir que nuestra causa estaba perdida cuando quedamos presos Barceló y yo en las entrañas del Arca de la Muerte. Sí, se podría entonces pensar que nos había traicionado. Pero, ¿a quién? ¿Qué somos para él? Y más aún después de que sus más cercanos habían creído que acabar con su vida era lo mejor para todos. ¿Es que Barceló no es capaz de pensar que no todos son tan leales como él? ¿O debería decir arriesgados e imprudentes? Nosotros teníamos mucho que perder en aquel conflicto y lo que más nos preocupaba eran ellos: nuestros compañeros, nuestros amigos. Mas Gerard allí solo podía perderse a sí mismo y era lo único que deseaba salvar. Lo entiendo. Por ello no podía dejar que tuviese tal final. Lo único que conseguirían sería un alivio por haber matado a uno de los nuestros. ¡Un alivio para ellos! Yo no podría cargar con ese peso, aunque no fuese yo quién sellase su destino, porque significaría que tampoco hice nada por impedirlo. Tenía que poner fin y no de esa manera.
Se propuso entonces dejarle marchar, no volvería a abandonarnos nunca más, puesto que no formaría parte de nuestra tripulación ni de nuestras mentes. Dejarle marchar… ¿con quién? ¿Con los que a pesar de compartir lengua y costumbres, le habían repudiado siempre? ¡Ellos no eran los suyos! No se sentiría parte de ningún lugar, si es que acaso había sentido algo parecido con nosotros. Intervine: “¿Qué es lo que realmente queréis hacer?”, pregunté. La respuesta era obvia si debía elegir entre quedarse, partir con quienes no encajaba o morir.
No sé si estuvo bien o mal lo que hice: pasar por alto la decisión de nuestro capitán Barceló y tomar la mía propia, permitiendo a Gerard quedarse con nosotros y perdonándole la vida…pero no me importa. Pienso que así las cosas se han tornado de un color diferente tanto para él como para mí y me siento bien al saber que quizás todo esto haya significado algo para alguien, aunque ni siquiera le conozca. Es posible que así empiece a valorar que lo que tiene no son solo un puñado de botellas de alcohol con las que ahogar sus penas, sino que hay alguien que apuesta por él y cree que las cosas pueden cambiar y que la suerte puede sonreírle. Y aunque no se modifiquen sus pensamientos ni sus actos, quería que tuviese la oportunidad de hacerlo. No me importa si nadie me toma en serio, o piensan que solo hice esto por compasión, pena, o simplemente por no ser capaz de asesinar a alguien que a ojos del mundo lo merecía. Mi visión de todo aquello era diferente…

Alguien me preguntó una vez en qué creía, y con mi crucifijo en la mano, el que antaño mi padre había portado, no supe responder. Al principio me pareció un simple interrogante cuya misión era buscar su solución, y que por más que intentaba hallarla, ésta parecía no querer ser encontrada. Mi respuesta fue entonces el silencio y eso me frustraba. Pero luego entendí que no tenía un tiempo limitado para contestar, pues a todo le llega su momento.
Ahora me aferro a mi crucifijo, miro al frente y dejo que la brisa me acaricie el rostro y juegue con mi cabello. Y creo. Creo en que puedo cambiar las cosas.

Marina Oliván

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Cuaderno de bitácora de la capitana del Finisterra, justo después del motín fallido de Gerard tras la batalla contra el Segador y el Arca de los Muertos.


PD: escrito por Sara (Aleera), mi jugadora de 7º Mar. Gracias por el escrito ^^

Cadenas por corona

Los grilletes se cerraron sobre las muñecas de Leandro Vázquez de Gallegos. El Alguacil cerró las esposas duramente y apretando con malicia,...