martes, 20 de diciembre de 2011

Encuentro inesperado

La noche era fría y el rocío de la gran ciudad de San Cristóbal empañaba los cristales de las humildes casas del ensanche. El ensanche de San Cristóbal era conocido por lo por la cantidad de mendigos, gitanos y artistas de pacotillas que se agolpaban en la puerta sur, aprovechando el poco espacio que daba el puente para avasallar a los visitantes o gente de caridad. Por la noche aquello era otra historia. La Inquisición salía a la caza de herejes, los criminales salían a hacer de las suyas y afloraban los vicios.

De todas formas, Valia no le dio importancia. ¡Tenía que encontrar una vaca!

La muchacha destacaba demasiado en el lúgubre ensanche. Sus ropas eran ligeras y de colores azulados, así como los enormes aros que adornaban sus orejas y brazos. Monedas colgaban de su pañuelo elegante (y pirata)justo encima de sus ojos y hacían un leve tintineo que siempre le hacía gracia. Normalmente llevaba su violín, como si fuera parte de ella, pero la delgada muchacha no creyó conveniente llevárselo ahora. Tenía que desinfectar de alguna manera las heridas de una compañera. Menos aún las novelas de aventuras y romántica que tantas veces intentó terminar de escribir. No encontraba el final perfecto. Sacudió la cabeza y siguió su camino. La delgada figura no hacía ningún ruido. Ser la hija del Rey de la Fraternidad de los Piratas le había enseñado mucho, aunque era la primera vez que salía de su casa, aquel pedazo de roca aislado en el océano.

"¡Por todas las barbas de los siete señores de la piratería! Para una amiga que tengo y estoy a punto de perderla. Ella es mi única mejor amiga. ¡Tengo que salvar a Marina!¡Piensa Valia! Piensa,piensa, piensa, piensa, piensa, piensa, piensa, piensa. Tengo que desinfectar las heridas de su espalda, esos latigazos no tienen buena pinta. Pero para eso necesito orín de vaca, como hacía papá ¡Es lo único que sé de medicina! ¿Pero dónde encuentro una vaca a estas horas? Mmm..¿Dónde estaría yo si fuera una vaca? Uf, realmente tendría que ser un rollo repollo ser una vaca, todo el día en el campo, comiendo, con un puñado de gente que solo espera que le des leche... já ¡¿Que les des leche o de leches?! ¿Por qué no habrá nadie conmigo siempre que tengo el ingenio agudizado?"

En esto iba divagando Valia en sus dispersos pensamientos sin darse cuenta de que se metió en el peor callejón del barrio pobre del ensanche. Unas figuras oscuras, sucias y de sonrisas maquiavélicas la miraron como depredadores al ver que alguien había caído en su red. Y no alguien cualquiera: una indefensa y pobre muchacha. Valia no le dió importancia al imprevisto y saludó a los matones que le sonreían de forma malvada.

-Buenas noches.- saludó Valia a los indeseables con una sonrisa, y prosiguió su camino.

Uno de ellos, contrariado, la detuvo con un golpe seco contra la pared, cortandole a Valia el paso.

-¿A dónde te crees que vas, pequeño ruiseñor?- preguntó el que la detuvo acariciándole una mejilla con su manaza sucia.

-¡Oh! ¿No tenéis miedo de mi?- dijo ella con los ojos abiertos de la emoción ¡Nadie se detenía a charlar con ella! La única que lo hizo fue Marina en Puerto Diablo. ¿Sería que su suerte está cambiando?

Los matones rieron de forma estúpida. El líder habló sacando un puñal.

-¿Por qué deberíamos tenerte miedo?
-¡Ah, pues eso es lo que yo digo!- dijo la muchacha empuñando el dedo índice ante la nariz del matón.- ¡No entiendo por qué la gente tiene que huir de mi sólo por ser la hija del sanguinario Rey de los Piratas de la Bucca! Solo tiene que mantener su falsa reputación de pirata, leches. No es necesario andar con pies de plomo conmigo solo porque todo el que haya intentado hacerme daño esté colgando del Acantilado de los Ahorcados. Mmm...vosotros parecéis piratas, o por lo menos oléis como ellos. ¡Sois de la Bucca! ¡Seguro! ¡Yo también! ¡Vivo al lado del Castillo Negro! ¿Y vosotros? ¿Dónde vivís? ¿En los campos de azúcar? ¿El mercado de esclavos? ¡!Ah, no me lo digáis! ¡Puerto Diablo!

El líder de los matones echó un paso atrás y miró a su grupo.

-¿Qué demonios le pasa a ésta? ¿Está poseída o algo así?- dijo dándole vueltas a su índice sobre su sien.

Pero Valia seguía hablando, aunque nadie la escuchara. Hacía tiempo que no hablaba con gente diferente. Mucho tiempo.

- Lo malo es que no puedo quedarme a charlar, tengo que buscar orín de vaca para curar las heridas a una amiga que ha sido azotada vilmente por la Inquisición y...

-¡Cállate! ¡Cállate!¡Cállate!¡Cállate!¡Cállate!¡Cállate!¡Cállate!¡Cállate!- gritó el matón.

-¿Por qué? ¡Ah claro! Supongo que vuestras mercedes también querréis hablar. ¡Qué tonta soy! Es que hace taaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaanto que nadie habla conmigo. A excepción de mis mejores amigas Marina Oliván y Cintia Ruíz. ¿Las conocéis? Pues mira...

-LA MATO.- esgrimió el malo su puñal, el resto la rodeó.- Después le quitamos los maravedíes que tenga y nos largamos antes de que llegue la Ronda.

-¡¿Qué?! Ah...claro, supongo que a fin de cuentas seguís siendo piratas.

-¡Que no somos piratas, cojones! ¡Callate ya!- el matón estaba fuera de sí.- ¡A por ella!

Pero una elegante voz de barítono salió de la oscuridad del callejón. Detrás de ellos.

-Nadie va a tocar a la señorita.

Los matones se giraron. Pero allí ya no había nadie. Solo vislumbraron una sombra púrpura que desapareció velozmente.

-¿Quién demonios va?- gritó el matón.

-Aquí arriba, caballeros.

Allí estaba. Un elegante hombre castellano se encontraba como una gárgola en cuclillas sobre las tejas de la casa castellana del callejón. Sus ropas púrpuras volaban al frío viento nocturno. Su figura era recortada por la luna llena, haciendo juego con la máscara blanca de sonrisa misteriosa.

-¡Quién pollas eres tú!

-Ah...¡qué descortesía! Permitidme que me presente. Soy El Vagabundo. Un hombre de todas los lugares y de ninguna parte. Protector del Buen Rey Sandoval y de los indefensos. Ayudante de los pobres y servidor de los débiles. Me temo que habéis cometido un error, caballeros. Extorsionar, intimidar, robar y matar es un delito contra la humanidad. Supongo que ahora que lo sabéis dejaréis a la muchacha tranquila y os reformaréis como hombre de bien. De lo contrario- aquí endureció la voz- tendré que considerar que sois viles bestias y tendré que trataros como tal. No me hagáis desenvainar, me supone un gran esfuerzo tener que devolver mi espada a su sitio...y siempre lo hago.

Los matones se quedaron boquiabiertos. A Valia se le iluminaban los ojillos. Aquél caballero enmascarado sería inspiración para sus novelas románticas esa noche.

-¡Disparad a ese invertido de púrpura!- gritó el matón. Todos desenfundaron pistoletes y dispararon sin ton ni son.

La sonrisa del Vagabundo se ensanchó detrás de la máscara.

-Respuesta equivocada.- dijo antes de recibir los disparos.

El callejón se llenó del estruendo de las detonaciones y de nubes de pólvora. ¡La figura púrpura había desaparecido! ¡No estaba en el tejado! Miraron por todas partes, pero no podían ver con la nube de pólvora que habían formado. Les escocía los ojos. De entre las brumas salió el enmascarado realizando una floritura arriesgada con su estoque. Cazó a los matones de uno en uno. Un golpe en la garganta, seguido de un barrido de estoque que se cobró las vidas de otros tres. Cuando conseguías verlo, él desaparecía en la nube, para volver a mirar a tus espaldas y ver la sonrisa de su máscara a escasos centímetros de distancia. Hasta sentir su aliento de justicia. El líder de los matones estaba solo, frente al enmascarado, rodeado de cadáveres.

-¡Buh!

El matón salió huyendo de forma alocada.

-¡El diablo! ¡El diablo!- gritó.

-Respuesta acertada.- dijo el Vagabundo lanzando un puñal.- Pero no a tiempo.

El líder matón cayó a la carrera en mitad del callejón.

-¿Estáis bien, mi dama? Lamento no haber llegado antes para indicaros que este camino no era el adecuado.

Valia, por una vez en su vida, no sabía que decir. Fue un momento histórico.

-¡Justicia al Rey! ¡Justicia a la Iglesia! ¡Dejen paso a la Ronda!- se escuchó por la calle. Los disparos alertaron a las autoridades.

- Es el momento idóneo para marcharse. ¿No lo creéis?

-S-sí. -respondió ella.

-Agarraos a mi. Vamos a desaparecer.

Otro disparo sonó, pero para lanzar un garfio que les llevaba a los tejados. Desde allí arriba, el Vagabundo vio a los guardias que examinaban a los cadáveres.

-Otra vez la misma mierda.- bufó el alguacil- Igual que ayer, disparos, cadáveres y nadie que atrapar. Espero que la Inquisición no esté metida otra vez en este caso.

No tenía nada que ver con el disparo de Marina sobre la asesina Elsa. En el tejado dos figuras estaban sentadas mirando la luna. El enmascarado y Valia.

Valia empezó a soñar.

"¡Ahora se quitará la máscara y será un hermoso caballero, nos enamoraremos, viajaremos lejos y correremos grandes aventuras!"

-¿Estás bien, Valia?

Ella la miró alertada, mas bien sorprendida e ilusionada.

-¡¿Cómo sabes mi nombre?!

-Sería un mal padre si no lo supiera.

-¡¿Papá?!- preguntó estupefacta entre el alivio y la decepción.

Él se quitó la máscara. Un rostro...quizás sospechoso para los ojos de la conspiración.

-El mismo. Alguien me dijo que estabas aquí.

-¿Quién?- preguntó sorprendida.

-Marina Oliván.

-¡Ah, mi mejor amiga!- aprovechaba cualquier momento para soltarlo.

-¿Por qué estas aquí? Te dije que te quedaras en casa.

-¡Pero papá! El Pirata Roberts, el Libertino, el senescal que dejaste, está militarizando toda la isla. ¡Toda la Fraternidad parece que va a entrar en una guerra! Está en bancarrota. ¡Tienes que volver!

Él miró la luna.

-Lo siento. Aún no...estoy detrás de algo grande. Algo que no puedo ignorar.

- Ya...como siempre- dijo abatida.

Él la rodeó con el brazo y con un truco de prestidigitación le sacó una rosa roja de la nuca.

-¡Una de las rosas de mi mamá!- gritó animada

-Así es. Y en mi otra mano...- sacó un frasco.

-¡Orín de vaca!

- Cura a Marina, se lo merece después de lo que ha sufrido. Quizás haya descubierto algo importante en mi investigación. ¿Tú estás bien? ¿No tuviste problemas para salir de la Bucca?

-Sí...pero tranquilo papá. Marina y sus compañeros cuidan de mi. Tengo buenos amigos.


"Los mejores"

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San Cristóbal. Después de que Marina fuera ajusticiada con 50 latigazos en la Villa de la capital por la Inquisición y fuera rescatada por el Vagabundo para cumplir su deuda con ella.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Una carta que recorre el mundo

El día se había tornado noche. El sol fogoso del sur de Castilla se había ennegrecido como si sus venas se hubieran gangrenado. Los nubarrones formaban en el cielo siendo nutridas por las nubes de pólvora de los arcabuces castellanos y mosquetes montaigneres. Los truenos resonaban en el cielo y eran respondido con los cañonazos en tierra. La guerra se recrudecía en el cielo y en la tierra. Y para colmo del correo, estaba comenzando a llover.

"Bueno, quizás así les falle la pólvora"

Joselito, el mochilero, vestido totalmente de negro y con un sombrero chambergo con las alas hacia abajo para cubrirse de la gris lluvia, estaba agazapado en los arbustos silvestres de una de las ondulaciones del monte. Bajo las faldas de las montañas y llanuras, podía ver claramente los dos frentes desde una zona relativamente segura. El frente de Montaigne estaba al norte y se habían hecho fuertes en un pequeño alcázar castellano en ruinas. Sus firmes hombres de azul y amarillo corrían de un lado para otro, llevando pólvora y balas rasas para sus cañones de seis libras. Por lo que vio el correo, los hombres de Montaigne se retiraban por la entrada secreta del castillo mientras una guarnición de cazadores y artillería les daba cobertura desde las ruinas del alcázar arruinado.
Por otro lado, los castellanos se encontraban al sur. Si bien no eran mosqueteros elegantes, firmes y bien pertrechados como los de Montaigne, eran una fuerza unida, tosca, cabezona y altiva. Los hombres del Tercio, de coleto de cuero y capacete sucio, habían tomado con valentía (ya que el armamento no estaba a su favor) las caponeras que en su momento montaron para parar la invasión. Desde las caponeras y trincheras, los veteranos voluntarios del Tercio Viejo (soldados pobres, algunos groseros y toscos, pero de gran valentía y honor) bombardeaban con sus culebrinas los muros del alcázar. Algunos guerrilleros castellanos hacían de tiradores mientras sus hermanos de armas hacían señuelos asomando sombreros o el cuerpo entero por la trinchera, para poder ver a su enemigo por encima del muro.
Joselito tomó aire y le entró un escalofrío cuando le caló el agua. Miró las cartas de su mochila. Estaban bien. Traía dos cartas para el frente, pero había llegado una nueva. Miró al hombre que estaba con él y venía de San Cristóbal con la nueva carta. Le había pagado para que llevara la carta a las caponeras. Iba a ser difícil, pero no imposible.

-Vamos chico, esa carta tiene que llegar a terreno castellano y ya casi me vi atrapado cuando me topé con un enorme ejército montaignere que iba hacia el sur, a la Reina del Mar. Yo ya traje la carta de San Cristóbal así que sigue tú.

-¡Espera, viejo!- le recriminó el joven mochilero, intentaba concentrarse mientras rezaba un rosario- Tu correo puede esperar, mi alma no.

La lluvia aumentaba de intensidad y empezaba a negar visibilidad. El mochilero lo consideró una señal para empezar la carrera por el frente. Se santiguó y salió de su escondite.

-¡Santiago!- gritó para si mismo el chico mientras empezaba a correr por la tierra mojada.

Corrió y corrió, y aumentó la velocidad de la marcha cuando escuchó grito de los montaigneres, que empezaron a disparar sobre la figura oscura que corría por tierra de nadie.

-¡Mierda, mierda!

El chico se desvió en cuanto una bala de cañón incendiaria estalló demasiado cerca de él. Corrió de frente a las caponeras castellanas y alzó los brazos en señal de no agresión.

-¡Santiago! ¡Correo! ¡Por el amor de Dios no disparéis!

El capitán del Tercio, León, vio la figura oscura acercarse a la trinchera. No necesitó gritar, se acercó a los suyos cojeando con una muleta y alzó un puño. Los veteranos cesaron el fuego y avisaron a los guerrilleros de la señal. El chico cuando alcanzó a ver la zanja castellana se lanzó de lleno, cayendo al barro.

-Ostia la virgen, que jeta tienen los gabachos. Han dejao de dispararnos plomo y ahora nos lanzan sus niños mimaos, cojones.- escupió Castellanos Jiménez, un pobre soldado del sur que no simpatizaba nada con el invasor...aunque eso era algo general de los castellanos - Bien muchacho, tú a que has venio.

-Cabo primero,- increpó el capitán León a Castellanos- yo me encargo del muchacho. Usted encárguese de ese francotirador gabacho que ya se ha llevado a tres pueblerinos voluntarios.

-Joé capitán, tengo los ojos pepos de tanta pólvora, ¿no podemos dejar que se vayan corriendo los hi de puta con el rabo entre las piernas a su puta casa?

-Ni hablar del tema. Hay que asegurarse de que esa avanzadilla llegue lo más mermada posible. Ni un respiro al invasor.

-Va, va...- respondió el arcabucero poniéndose en el frente de la caponera, con sus compañeros de penurias bajo la lluvia. Estaban amargados, pero tenían que dar una guerra sin tregua al invasor, se lo debían al pueblo sureño que tanto tiempo había mantenido a ralla un gran ejército solo con palos y piedras.

León habló con el mochilero. Éste cogió las cartas y leyó los remitentes bajo una tabla de madera para que no se mojaran demasiado.

"Mala hierba desde la Reina del Mar, otra de la esposa de uno de mis guerrilleros y...¿Marina desde San Cristóbal para el Marqués de Santiago?"

-Chico, me quedo con las cartas, pero deberás llevar esta a Santiago, tendrás que atravesar el monte y dirigirte al sur, cuando veas el río crúzalo. Ten cuidado porque tuvimos que destruirlos durante la batalla. Buena suerte y que Dios te acompañe.

Un alférez se acercó a León.

-¡Capitán, el invasor se retira a la Reina del Mar! Pero se espera una gran resistencia.

-Bien...ya nos queda menos para llegar al Mariscal.

El muchacho suspiró y se largó con un bufido y tuvo malos pensamientos hacia esa tal Marina Oliván que tanto trabajo le estaba dando. Ahora tendría que atravesar el río sin mojar el correo...¿cómo lo iba a hacer? Bueno, por lo menos el correo lo mandaba para su casa.
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El muchacho entró por la puerta norte de la ciudad y venía empapado. La ciudad amurallada de Santiago le recibió sin problemas y fue a la primera posada que encontró, para secarse y buscar información. El ambiente de la posada era brutal, maleantes y bribones infames estaban reunidos en esa cutre posada y no paraban de gritar, apostar y liarse a puñetazos. Joselito se acercó a la barra. Conocía el Gato Negro, después de todo, él vivía en esa ciudad y había servido de espía, pero nunca había entrado. Los maleantes se habían reído y burlado de la "criaturita". El mochilero hizo caso omiso.

-¡Eh! Posadero.

Un hombre con una sola muela le recibió y recogió el correo. Los hombres seguían gritando y habían empezado a lanzar botellas. Abrió los ojos sorprendido al ver la carta, pero no podía concentrarse con tanto ruido. Cogió una botella y la rompió en la barra.

-¡Eh! ¡Maleantes! ¡Callarse coño! ¡Que tengo noticias de Marina!- gritó

Los hombres dejaron de lanzar dados, pegarse de hostias y echar pulsos al unísono. Una parte de la posada sonrió y alzó su copa con un grito estruendoso de júbilo ante la noticia, la pequeña niña guerrillera se había convertido en una pequeña leyenda por ahí por "el por culo" que le había dado a algunos gabachos de las altas esferas (¡incluso se decía que le robó al Rey Sol!). La mayoría de los maleantes simplemente pasaron del tema sin saber de qué iba la cosa.

-¡Pero qué dices!- le increpó el niño.- ¡Sólo quiero que mandes esta carta al Marqués!

-Ah...- replicó el Muela,- ¿No es para mi?

-Eso no es de mi incumbencia.

-Bueno, bueno, está viva, eso me vale.- replicó mientras mandaba otro muchacho calle arriba para el castillo del "marquesito"

No tardaría demasiado en llegar.

Joselito suspiró y volvió a casa, Castañuelas le estaba esperando en la puerta con una sonrisa y su guitarra.

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-Dejad el correo en mi despacho, ya lo sabéis.- recordó Fernando Galán, apodado el "marquesito", a su secretario.- Ahora estoy comiendo.

-Solo es una carta de una tal Marina Oliván señor.

Fernando alzó el rostro por encima de los cubiertos.

-Trae esa carta.

"Después de todo lo que logramos juntos por Santiago, es lo menos que puedo hacer"

Abrió la carta sin acabar de comer. Una sonrisa se le dibujó mientras leía. Se levantó si haber terminado de comer.

-¿Señor?- dudó uno de sus criados.

-Sí, no he acabado, pero a los amigos no se les debe hacer esperar.- se excusó Fernando ante su criado para dirigirse al despacho de su padre, que ahora era suyo.

Cogió el tintero y sacó papel. Debía responder. Quería responder.

Saber de alguien en los tiempos oscuros que corrían era casi un milagro.
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Frente de la guerra Montaigne-Castilla. Una semana después de la llegada de Marina a la corte del Buen Rey Sandoval.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Retomar el naufragio de la vida

El capitán Barceló suspiró ásperamente al volver a encontrarse con su elemento: el mar y la libertad. Cabalgando sobre el nuevo navío sin nombre, no miró atrás. No quiso despedirse mentalmente de la isla del Diablo (o Palabra de Dios, como la llamaban sus carceleros). ¿Para qué despedirse? Odiaba aquél lugar. Aunque ahora fuera un lugar de libertad para los piratas, para él no dejaría de ser nada más que su prisión. No había ningún lugar de la isla que le trajera un buen recuerdo: ni los campos de azúcar donde le hicieron trabajar de sol a sol; ni el castillo negro, donde lo torturaron sin piedad; ni siquiera Puerto Diablo, que por aquél entonces no era más que cuarteles para la guarnición de los carceleros castellanos y un mercado para vender esclavos.

"¡Adiós, maldita y apestosa roca!", pensó mientras echaba un trago de ron, apoyando su peso para mantener el timón en la dirección en la que tenían que ir. Camino a la corte del Infante Sandoval. A San Cristobal, capital de Castilla.

El capitán Barceló era un tipo enorme embutido en una elegante levita escarlata y de larga y espesa barba negra, la cual trenzaba para que no le molestara en los combates. Tenía todo el aspecto de un pirata (y lo era), pero en realidad no tenía ese aspecto porque así lo quisiera, sino porque se había dejado de cuidar hace muchos, muchos años. La vida le había tratado muy mal, y no solo por la pérdida completa de su identidad y su vida pasada. Su aspecto descuidado y su áspera voz no eran más que consecuencia de la dejadez de la vida, los vicios, el ansia de libertad y ron, mucho ron.
Barceló, ex-almirante de la Gran Armada castellana, no sabía que rumbo poner. Hacía tiempo que no lo sabía. No desde que pasaron todas sus desgracias seguidas, no desde aquella traición... Pero ahora la pequeña campesina que había aparecido en su vida le había dado un sentido a su difuminado rumbo. Incluso le conducía a la pista del traidor...aquél hijo de puta. Definitivamente, después de muchos años "muerto", volvería a la corte castellana, aunque no sabía con qué cara.

Ahora tenía tiempo para pensar, para beber y reflexionar sobre qué hacer con su vida. ¿Venganza? ¿Justicia? ¿O seguir con el plan de malvivir hasta morir?

"Ahh, Barceló. Pareces tan decidido y tan bravucón a los ojos de tu tripulación. Y no eres más que un náufrago de la vida. ¿Es quizás por eso que dejo mi timón en manos de Marina? Ella al menos sabe lo que quiere"

¿Qué era esa fuerza que mantenía su destino ligado al de la campesina castellana? Miró a Marina desde el castillo de popa. La castellana se había remangado la camisa y llevaba animadamente un cesto de manzanas para la bodega, probablemente para Ventisca, el caballo blanco que tenía más de persona que de bestia. Vio como ella se apartaba la hermosa y corta melena negra de la campesina para dar de comer a su corcel. Miró cómo le ofrecía la jugosa fruta al caballo y éste aceptó con una noble inclinación la ofrenda y empezó a comer. A ella le parecía graciosa la manera de comportarse tan cortés de su caballo.

La vio por primera vez en la Villa de Santa Elena. Aquellos días fueron difíciles para él. Hacía unos meses había decidido volver a levantar la cabeza y empezar malvivir por el mundo, haciendo rumbo para dejar atrás su vida, para no volver a ser el hombre que fue. No quería volver a saber del antiguo Barceló. En la posada de la Villa de Santa Elena habló con Marina. Él alistaba a gente para una nueva embarcación, para el nuevo trayecto que le iba a llevar a ninguna parte en la vida. Le dijo que se podía embarcar con él algún día...¿por qué? No lo sabía ni él. No era más que una campesina en un pueblo de paso, pero en sus ojos veía las ganas de luchar de la campesina, las ganas de salir a la calle para echar a Montaigne de sus calles. Vio que sus ojos se iluminaron cuando le contó que podían, en un futuro, asaltar los barco gabachos que bloqueaban sus puertos, que hacían que no le llegara comida a los campesinos muertos de hambre. Definitivamente, en ese momento, vio que ella no estaba hecha para el campo. ¡Y no se equivocaba! Después de meses de levantamiento popular y guerra, ahí estaban, haciendo rumbo los dos juntos con su extraña tripulación.

"¿Y si ella fuera una señal para dejar de naufragar en la vida? ¿Y si quizás en su destino encontrara yo el mío...? ¿Y si gracias a ella estuviera encontrando un sentido a mi vida, mas allá de encontrar mi barco y ahogarme en mis vicios? Supongo que podría posponer mi muerte un tiempo. ¿Debería volver a aparecer por la corte de Castilla a pesar de que mis perseguidores, carceleros y asesinos, ¿siguen allí? ¿Y si estuviera allí Corsario Negro?"

El solo pensamiento de volver a encontrarse a semejante personaje hizo que se le crispara el rostro. Hacía tiempo que había olvidado, que huía por todo el mundo y lo que era peor, huía de sí mismo. Un prófugo de por vida.

Miró a Marina, que ahora hablaba con su amiga Cintia mientras ésta tallaba con morriña un molino castellano en madera.

"Si lo que me contó el muchacho es cierto...ha perdido a su padre. Puede que también a su madre...y ella, una muchacha, una campesina ¡Sigue luchando! ¿Cual era su secreto? Tiene el cuerpo vendado después de la anterior trifulca, y a pesar de ello sigue sonriendo. Yo ni siquiera tengo fuerzas para seguir adelante. Ni fuerzas para vengarme ni escupirles en la cara aquellos que me traicionaron. ¿Acaso ella tiene algo que yo no tengo? Ganas de vivir, supongo."

Siguió el rumbo y tomó la dirección a favor al viento que iba al norte.¡Bah! Las cosas así estaban bien, a pesar de que la madera del barco se lamentaba. Dejaría a Marina en puerto y probablemente se emborrachara y se iría de putas. ¿Para qué remover la mierda del pasado?

Pero ella iba a buscar al Corsario Negro...sus destinos estaban entrelazados. ¿Ahora qué? ¿La iba a dejar sola ante tal terrible enemigo?
No, iba a estar con ella. Por una sencilla razón. Ella podría convertirse en todo lo que él no pudo ser por el odio, la avaricia y la traición. Podría enseñarla, podría entrenarla...

"Pero ella no es tu hija, Barceló"

Se sorprendió escuchando ese comentario en su cabeza.

"No...ella no es Dulcinea, mi dulce hija"

Abrió el cofre con el oro castellano del rey. Sacó un relicario y lo abrió. Una lágrima se le escapó y se perdió entre su larga barba. Lo besó y se lo puso.

No...si ella no se rendía, él tampoco lo haría.

Tomaría el timón de su vida. Navegaría por los mares del destino y encontraría su puerto, por muchos naufragios que hubiera tenido en su vida.


El Capitán Barceló volvió a retomar el rumbo de su vida. No iba a vengarse...iba a hacer justicia.

Se puso su sombrero de ala ancha y le metió un enorme trago a la botella de ron.

"Sí...vuelvo a sentir la sangre corriendo en mí. Espérame Dulcinea, probablemente volvamos a encontrarnos pronto"

Acto seguido se santiguó y se rió a carcajadas. Le dio una vuelta con ánimo al timón del nuevo y destrozado barco y le pegó un largo trago al ron.

Seguirían adelante...como siempre.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Héroes y Villanos (II)

Marina Oliván, nuestra personaje protagonista, ha dejado definitivamente su hogar atrás. Nuestra campesina castellana ha dejado todo atrás y ha empezado a recorrer mundo en pos de descubrir la extraña conspiración mundial que acabó con su padre y secuestró a su madre. Alistada en la guerrilla de su pueblo y entrenada vagamente en las artes de la esgrima, Marina Oliván se ha echo a la mar de la Boca del Cielo para perseguir la pista de otro de los implicados en la muerte de su padre: el cardenal Ricardo de Barcin
o. Su pista está en la capital castellana, San Cristobal y Ciudad Vaticana. Por el camino no estará sola, sino que contará con la ayuda de una tripulación pirata que no hace más que ir a la deriva por culpa de la flota Montaignere. He aquí el listado de Héroes y Villanos con los datos que conoce (más o menos) Marina, por lo que no están sus secretos ni sus pensamientos. Aquí vamos con tres de los villanos principales hasta ahora:




El duque de Dubois, Charles Dupont. Es un hombre experimentado y rostro surcado de arrugas, altivo y militar, duro e implacable. Duque consorte de Dubois y tercer mariscal del Rey Sol de Montaigne, es un gran general e implacable enemigo, por lo que fue considerado el candidato perfecto para continuar el trabajo del famoso general Montege que había iniciado la exitosa invasión de Castilla. Parece ser que Charles en sus tiempos de coronel fue un hombre exitoso
y con buen talante, ingenioso en sus maniobras políticas y militares. Pero ahora quien mire a los ojos al general montaignere no verá más que unos viejos ojos grises que contempla a las gentes como meras piezas y a sus hombres como soldaditos de plomo. La guerra es un juego que hay que ganar, sacrificando las piezas que sean necesarias y da igual cuántos mueran por el camino. Parece tener un especial odio por los castellanos, esos campesinos sucios y vagos, demasiados apasionados y sin disciplina que no hacen más que darle dolor de cabeza...pues están organizados y saben donde golpear a un ejército profesional como el suyo. Aspira a superar el listón que dejo el mayor general de su país, Montege, que ahora está en el frente Ussuro, pero no parece que vaya a superarlo sino avanza su frente hasta saquear el último fuerte castellano: San Teodoro. Pero tiene un plan para San Teodoro: arrasarlo con una enorme ola a través de un corazón de la mar, pero su plan está incompleto, pues tenía solo una lágrima de calypso y se la robó su caballero de la Rosa y la Cruz , Harold Owen, que resultó ser un espía. Piensa arrasar lo que queda de la Castilla occidental, e intentó avanzar el frente vendiendo a su hija Jeannete en políticas matrimoniales y plantando soldados por todas partes a pesar de las bajas. Es un hombre que juega a la guerra, pero que la mira desde arriba, por encima del tablero. Es un hombre de los que siguen la frase: "el fin justifica los medios", si tiene que aliarse con su enemigo para conseguir algo, lo hará, si tiene que vender a uno de los suyos para avanzar, lo hará. Es un villano absoluto, de los pocos que hay. Su frío y contenido odio hacia los castellanos sigue creciendo. Si antes odiaba a los castellanos por alguna incomprensible razón, ahora los odia más desde que 3 enmascarados castellanos (entre ellos Marina Oliván) interrumpieran la alianza que iba a conseguir con la boda concertada de su hija... piensa destruir esa resistencia de enmascarados castellanos que hacen que no pueda controlar las ciudades que han caído bajo sus cañones. Y además tiene el perro de presa indicado para esa tarea: el alto gendarme Fernand Lemoin.

Altivo, orgulloso, justo, legal y de firme templanza. Así es el alto gendarme Fernand Lemoin. Es un enamorado de la justicia de Montaigne, conoce todas las leyes y todas sus interpretaciones (y su trampa), pero también es un depredador que persigue a los peores criminales de las calles. Pero no criminales cualquiera, sino los de sus propias ciudades, agitadores, revolucionarios, en definitiva los miserables pobres. El Rey Sol lo utilizaba para mantener al populacho a raya a golpe de cañón, pero ese no es su estilo. Fernand Lemoin ha sofocado
docenas de revueltas en Montaigne intentando negociar con los afectados que no suelen ser más que muertos de hambre, sin embargo, cuando los rebeldes no quieren escuchar sus propuestas realiza una masacre contra los que portan armas, y contra los grupos organizados realiza persecuciones y trampas efectivas como cebos, que siempre muerden (como cuando intentó atrapar a los enmascarados castellanos junto con Marina Oliván, al ejecutar a uno de los suyos en plena plaza, allí se presentaron y allí mordieron el anzuelo de su trampa). Fernand Lemoin nunca golpea físicamente, si no legal. Siempre está rodeado de los mejores investigadores. Nunca toma la iniciativa, sino que observa a sus presas, deja
que los violentos se delaten a sí mismos con sus actos. El asesino asesinará, el ladrón robará y el agitador insultará... y cuando lo hagan entonces habrá conseguido desvelar la naturaleza de esos criminales en potencia y podrá actuar en nombre de la ley. La clave está en provocarlos y tentarlos para que muestren su maldad. Así es como se muestra ante sus enemigos y en público, pero lo cierto es que es un hombre más cuyo corazón está herido por las causas de la guerra, la muerte y el hambre. Sin embargo, nadie lo ha visto cabizbajo, pero tampoco sonriente. Es un hombre justo y legal, siendo un villano por culpa de las leyes que favorecen a los de arriba y destrozan a los de abajo.


Éste es quizás uno de los "villanos" (entre comillas porque para mi no existen los villanos porque sí...son malos por alguna razón) más extraños del repertorio. Éste hombre de un solo ojo es Harold Owen. No se sabe apenas nada de él, aparte de que como villano es totalmente contradictorio. Irónicamente es un caballero de la Rosa y la Cruz, pero que se aprovecha de su posición para sus cometidos, como cuando entró en la corte del Duque de Dubois para poder encerrar a su hermano Thonas y a Beatriz en prisión. Alguna vez hace tiempo fue un espadachín tímido, algo arisco pero de buenas intenciones. Se había sentido agradecido de formar equipo con los mejores héroes de todos los tiempos, entre ellos su hermano Thomas Owen y Beatriz...a los que ahora ha traicionado por alguna extraña razón. Tiene en su nuca grabada a fuego un extraño blasón en el que las únicas letras escritas es N.O.M. pero nadie parece saber qué significan y por supuesto Marina Oliván tampoco. Traicionó a sus amigos por la lágrima de Calypso que tenía su hermano, pero no parece haber nada más detrás. Perdió su ojo y a su padre por culpa de su hermano Thomas, que en una extraña aventura fue engañado por un demonio para que fuera llevado a la corte de su Majestad Elaine de Avalon, por lo que su familia fue exiliada de Ávalon. También estaba enamorado de Beatriz, pero ella se había prometido con su hermano...¿Por qué Harold traicionó a sus amigos de forma tan sádica y sangrienta? ¿Es una venganza personal contra su hermano por haberle arruinado la vida? ¿Pero por qué entonces también dañó a Beatriz? Si siempre fue un buen hombre (aunque violento) según Walter Ericson, ¿Qué había cambiado? ¿Por qué de repente estaba interesado en la lágrima de Calypso que tenía su hermano? ¿Está persiguiendo las 7 lágrimas de la Diosa? ¿Para qué? ¿Y qué es el NOM? ¿Cuál es su objetivo? ¿Por qué son cómplices el canciller de Castilla Ricardo de Barcino y Harold Owen en la muerte de Thomas, el padre de Marina Oliván?
Éste es un villano lleno de preguntas y de respuestas, y guarda una gran sorpresa...

jueves, 6 de octubre de 2011

Duelo bajo la lluvia

El prelado y alto caballero inquisitorial, Domingo Villaverde, andaba al borde de las frías tejas anaranjadas de la húmeda y a la vez cálida ciudad castellana de Santiago. Caminaba tranquilo, sin pausa, dejando atrás la silueta oscura y portentosa de la Casa del Primer Testito, la Catedral de Santiago, que había visto derramar sangre entre espadachines, canallas y héroes. Colocaba limpiamente un pie delante de otro, con la elegancia que les otorgaba sus botas de caña alta, manteniendo su equilibrio casi felino sobre el borde del tejado. Andaba sin mirar al suelo, con una fe ciega en Dios, porque él no le permitiría caer al vacío, nunca lo haría...él es uno de sus elegidos. Además, sus ojos tenían que estar pendientes de su objetivo. Estaban postrados sobre Marina Oliván, la muchacha valentona y pseudoespadachina. Ella caminaba despacio y a la vez con prisa, fusionándose con los riachuelos sucios de gente del pueblo llano castellano: soldados, clérigos, pícaros, capataces y carpinteros que arreglaban la ciudad sitiada por los extranjeros...
Le sorprendió que Marina no mirara hacia atrás, por si la seguían. Saludaba amigablemente de paso a compañeros y conocidos suyos, pero no se paraba. Pero en el fondo pensó que al fin y al cabo era una castellana, lo que se resumía en ser pasional y ser amigo leal e indiscutible de tus amigos... por eso los castellanos no veían los puñales al final de los callejones oscuros. Siguió a su objetivo, por la calle y empezaba a bajar las escaleras serpentina que conducía a los bajos del barrio pobre. La siguió por los canales que hacían arcos por las escaleras.
La siguió analizando desde los tejados, dejándose amparar por la oscuridad para ser una sombra de capa larga volando al viento, acompañada de su crucifijo dorado acogido bajo el amparo de un sombrero de ala ancha negro y pluma roja. Parecía una campesina normal y corriente (quizás demasiado pasional y justiciera), pero el hijo del Marqués había asegurado que era su espadachín personal. Y además, había visto pergaminos montaigneres con su cara, por lo visto le habían puesto precio a su cabeza por haber robado unos regalos valiosos que iban destinados al Rey Sol du Montaigne. De todas formas, el caballero se había informado sobre las figuras destacadas de la ciudad. Había estado escuchando los rumores que salían de la ciudad, y lo que más destacaba de todo era que tres espadachines enmascarados y "el marquesito" (que suponía que era Fernando Galán, hijo único del Marqués de Zepeda) habían entrado a galope a caballo en mitad de la iglesia de Santiago, para interrumpir la boda que casaría a Alfonso de Galán, el Marqués, con la hija del general invasor montaignere, Charles Dupont. Las historias que contaban los campesinos y cortesanos eran extrañas. Unos decían que la boda iba a traer paz entre Castilla y Montaigne, otros (la gran mayoría del pueblo llano, al que no había que creer mucho según sus experiencias) decían que la boda era una pantomima para que Montaigne gobernase legítima y traicioneramente. Incluso había locos que el Marqués se casaba con Jeannette por amor...

Eso si que no se lo tragaba nadie. La mayoría coincidían en que la boda era una pantomima.

Incluso decían que el propio hijo del Marqués quería hacer daño a su padre porque él realmente estaba enamorado de Jeannette.

Pero de ser cierto los rumores, Marina Oliván, un tal Andrés Canales y Fernando Galán, habían mentido, dijeron que fueron los montaigneres los que empezaron a buscar camorra en la Catedral de Santiago. Pero estaba dispuesto a perdonarles la mentira piadosa. Él creía la versión de que Montaigne hacía políticas matrimoniales a la fuerza (o incluso haciendo que los castellanos poderosos pasaran a su bando) para poder dominarlos legítimamente. En ese caso, Marina, a la que ahora seguía, había sangrado para salvar a su gente... pues lo que hicieron fue heroico y suicida a la vez. Cuatro espadachines contra todo el ejército de Montaigne... en una misma Catedral. Obviamente, uno de ellos murió. Andrés Canales. Pero el líder de los enmascarados seguía vivo: Diego Núñez de Ávila.

Éste era su objetivo. Era clérigo en su tierra. Pero ahora era un perseguido, un proscrito y un hereje, a pesar de tener la friolera edad de casi sesenta años. Su pelo blanco plateado era inconfundible, así como su porte castellano en el duelo... pero seguía siendo un anciano.

Diego Núñez de Ávila...blasfemo de boca, hereje de pensamiento y pecador de acto. Para colmo de males, sabía que tenía una relación sodomita con un noble castellano al otro lado. Pero no podía echarle el guante al noble...era demasiado poderoso. Así que tendría que conformarse con el viejo cura.

Y ahí es donde entraba Marina Oliván, el sedal que le llevaba hasta el escondrijo de su objetivo.

Ah...allí estaba, en esa casucha llena de goteras. Marina entró allí y vio a Marina hablar con un niño avispado. Miró desde el tejado a través de la ventana, viendo algo del interior. De repente el viejo se levantaba de la cama...cansado. Empezaba a moverse de aquí a allá por el salón. Llevaba libros en las manos. ¿Qué hacia Diego? Era obvio que Marina le había alertado de la presencia del Inquisidor, pero...¿por qué no huía? Se le veía alterado, eso quería decir que se lo había dicho. Entró en la casucha otro espadachín, con camisa de cuello poeta negra. Era desgarbado, ágil y sonriente. Posiblemente un fanfarrón.
El caballero inquisitorial Domingo Villaverde se plantó en un saliente de madera donde se atan los andamios y se colocó en cuclillas al borde de éste, agazapado como un depredador, con su rostro oculto por las alas anchas de su sombrero.

¿Sería aquél el demonio de sus visiones? Estaba a punto de averiguarlo.

La noche seguía cerrada...muchos habían salido, menos Marina y Diego.
"¿Qué traman? ¿Por qué no ha salido huyendo Diego ya? Quizás oculta pruebas de su herejía"
De pronto sale Diego y Marina y deciden que se van a separar. Pero rapidamente reparan en la figura de capa larga oscura que hay en lo alto del tejado de enfrente de la casa. Un depredador oscuro agazapado, del cual solo se vislumbra el crucifijo de la cruz de los profetas brillando en su cuello. Domingo Villaverde cayó al vacío con gracia, haciendo dejar volar su capa negra como una furia y mostrando durante la grácil caída en el empedrado castellano la empuñadura y pomo de su espada eclesiástica. Cayó como un gato negro frente a ellos y mientras se levantaba, cogía su sombrero de pluma roja y lo lanzaba como un disco cortando el aire. Dejó mostrar su rostro lleno de cortes y alguna quemadura, así como unas prominentes ojeras en unos ojos hundidos por el cansancio sobre una barba descuidada y creciente.

-Diego Núñez de Ávila...-dijo el recién caído del cielo-. Estáis arrestado por la gracia de Dios y por orden del Alto Tribunal de la Inquisición, acusado justamente de herejía y blasfemia, tanto de acto como de pensamiento. Más tarde se procederá a su juicio divino en Ciudad Vaticana, para poder limpiar su alma para prepararla al juicio de Dios.

Diego se quedó pálido, inmóvil. Marina miraba a ambos personajes a la espera de que alguno de los dos tomara la iniciativa. Domingo Villaverde hizo a un lado su capa negra y desenvainó su espada a la par de veloz que Marina esgrimía su ropera. Sus hojas se rozaron en lance cruzado.

-Vos ya cumplisteis, señorita. Al que busco es a Diego, vos de momento estáis limpia y no es necesario derramar vuestra sangre.

Marina mantuvo la hoja de la ropera cruzada con la espada del caballero inquisitorial.

-¿Por qué cruzar espadas por él?- le preguntó a la espadachina- ¿Acaso vos sois cómplice de su blasfemia?- echó una ligera mirada a Diego, que tenía las manos a la espalda y miraba nerviosamente.

-No...simplemente, es mi amigo.- fue la respuesta de la muchacha.

Cuando el caballero Domingo miró fugazmente a Marina para recibir su respuesta, Diego, a pesar de su edad, sacó un pistolete oculto entre sus ropas y disparó casi a bocajarro sobre el depredador de negro. El estallido del arma resonó por las sucias calles del barrio pobre de Santiago, los perros ladraron simultáneamente en la lejanía de la noche cerrada asustados y sorprendidos por el estruendo. Domingo Villaverde encajó perfectamente el disparo en el costado, pero no pudo evitar retorcerse de dolor unos segundos, los suficientes como para que Diego echara a correr.

-¡Corre Marina!- gritó el viejo echando a correr... aunque parecía que le iba a dar un ataque en cualquier momento.

Los años no perdonan para Diego...y ese esfuerzo le iba a resultar fatal.

Marina hizo caso omiso a su amigo e instructor de esgrima. Ni se movió, siguió apuntando al espadachín de la pluma roja al cuello.

-Ah...la treta de un traidor y un asesino blasfemo, debía haber contado con su cobardía.- dijo el hombre mientras se incorporaba presionando sobre el disparo, que emanaba sangre-. Os dejaré libre de toda culpa si me dejáis perseguirlo.

-Lo siento. Ya os lo dije, es mi amigo. No dejaré que lo matéis tan fácilmente.

-Que así sea.- dijo Domingo esgrimiendo con algo de dificultad su espada.

Marina dejó que Villaverde tomara la iniciativa. Pero su contrincante a su vez hacía lo mismo. Domingo Villaverde no tomaba la iniciativa, él era un hombre justo de Dios, dejaba que los culpables se acusaran a sí mismos tomando la iniciativa en la violencia. Marina no lo hacía. Quizás era justa...o tenía miedo.
Ambos contrincantes se quedaron en la calle angosta castellana, apuntándose con las armas en posición de defensa larga. Marina de vez en cuando tanteaba con las piernas, intentando danzar en círculos sobre el espadachín vaticano, como le había enseñado Diego a "bailar" entre espadas como los Aldana...pero su oponente no le dejaba. Estaban trabados en la iniciativa. Un trueno sonó a lo lejos. Empezó a llover y en cuestión de segundos pasó de lluvia a aguacero. Las dos figuras oscuras seguían observándose, evaluándose y prejuzgándose. De pronto Villaverde tomó la iniciativa. No lo hacía normalmente, pero era obvio que la espadachina castellana quería dar tiempo al hereje. Metió una estocada de fondo para entrar en el círculo de su enemigo, con la esperanza de parar su filo en el gaznate de Marina, pero ésta esquivó fácilmente la acometida, retrocediendo. Visto eso, Domingo comenzó con ataques rápidos con escasas, tanteando el flanco débil de la espadachina. Ésta paraba a duras penas. Domingo comprendió que ella solo sabía lo básico de esgrima, pero no tenía estilo, solo valor y ganas. Lamentablemente, sólo con eso ya podía luchar como una espadachina. Domingo trataba de hacer técnicas de desarme, pero el disparo en el costado quemaba ardientemente. Ese disparo había igualado un poco el duelo que seguramente habría ganado en el caso de estar en perfectas condiciones.
Marina retrocedía y recibió un corte en el brazo por ello. De pronto la hizo tocar pared. Vista la oportunidad, el caballero inquisitorial metió una estocada de fondo, pero sorprendentemente segundos antes Marina sacó una pistola de garfio y disparó contra el tejado más cercano, subiendo a gran velocidad por el automático mecanismo de la cuerda. El fondo de Villaverde acabó clavado en la puerta mugrienta y ajada y una maldición en sus labios.

"No es una gran espadachina...pero tiene ganas y recursos. Para colmo estoy herido."

Domingo Villaverde subió como un gato negro por los andamios de los carpinteros abandonados, dejándose bañar por la lluvia. Su crucifijo dorado bailaba entre las sombras de su capa. Llegó hasta los tejados, donde estaba Marina en posición de guardia cuando lo vio subir.

"Pero yo también tengo chismes..."

Comenzaron a cruzar espadas en lo alto del tejado de las casas, mientras la lluvia les empapaba. Domingo avanzaba de frente por el tejado, dando acometidas frontales y rápidas. Marina paraba a la misma velocidad, retrocediendo torpemente. Era obvio que no estaba acostumbrada a los duelos, así que aumentó el ritmo. Siguió presionándola hacia atrás. Ahora no había tejados a los que huir y ése era un elemento que dominaba. La arrinconó rápidamente en la pequeña chimenea de una estufa. Cuando ella no podía retroceder, el prelado se quitó diestramente su larga capa negra, lanzandola contra ella. Marina vio la oscuridad de la capa venirse encima de ella y Dios sabía qué había tras esa artimaña. El acto reflejo de ella hizo cortar la capa en el aire con la ropera dividiéndola en dos en un limpio corte. Los dos trozos de capa pasó de largo rozando sus hombros. Entonces pudo ver con horror que en esa fracción de segundo de distracción el Inquisidor había sacado una pistola de silla con una llama de fuego en su cañón. Marina esquivó de un salto desesperado la enorme llamarada del arma inquisitorial que abrasó de fuego divino el lugar donde hace un momento se encontraba ella. Sin embargo, la esquiva le hizo rodar tejas abajo por el tejado...llegando al borde de éste y cayendo al vacío. Domingo Villaverde la oyó caer, pero no escuchó ni un hueso roto. Bajó de un salto desde el tejado con gracia felina, comenzando a andar tranquilamente por el suelo empedrado traqueteado por las gotas frías de lluvia. Marina estaba en el suelo, recuperando aliento. Eso era algo que no podía permitir con los insurrectos. Le golpeó la cara de una patada y seguidamente la cogió del cuello con fuerza. Comenzó a arrastrarla hasta un barril que estaba casi lleno del agua de lluvia. La espadachina, forcejeando de su presa, comprendió que iba a torturarla en el barril y se las ingenió para pegarle una patada en la herida de disparo del inquisidor. Éste la soltó, retorciéndose de dolor, esgrimiendo su lanzallamas como respuesta. Por poco Marina esquivó la segunda llamarada, pero había alcanzado su capa. La prenda ardía mientras volaba a su espalda, por lo que se la quitó rápidamente mientras corría a recoger su ropera perdida en la noche. Volvieron a esgrimir espadas ambos espadachines, pero esta vez Marina no retrocedía: avanzaba. Domingo se dejó llevar, para comprender que pretendía. Le lanzaba torpes y a veces diestros mandobles, así que Domingo decidió trabar el combate. Cruzaron espadas y dejaron que sus músculos se enfrentaran. Obviamente, el Inquisidor rompió la traba a su favor, haciéndole un serio corte en el abdomen y golpeándola después con la empuñadura. La hizo trastabillar del golpe hacia atrás pasando por un aguacero que caía de los canales agujereados de los tejados. Quedó empapada y no podía ver a su contrincante a través de la cascada de agua sucia que acababa de pasar. Pero, instintivamente, supo que el inquisidor iba a lanzar un fondo a través de la catarata aprovechando la borrosidad del agua. Saltó a un lado viendo como el filo del Inquisidor prenetaba el aire por el otro lado del agua. Entonces Marina le tiró del brazo, haciendo que éste perdiera el equilibrio sobre el suelo empapado de agua sucia. La víctima gimió agarrándose el brazo. Se retiró arrastrándose por el suelo. De pronto notó la sombra de la muchacha sobre él, que aún seguía en el suelo. La muchacha le apuntaba con una pistola.

Domingo Villaverde suspiró...¿cómo podía haber fracasado ante tal niña?

"No tiene estilo de esgrima, no sabe pelear...y sin embargo lucha como si hubiera nacido para ello. Apenas sabe empuñar esa ropera, no sabe apenas esgrimirla... y sin embargo esa espada parece una prolongación de su brazo. Es obvio que por sus ojeras y su mirada ha sufrido...tanto espiritual como físicamente. Es algo extraño, quizás es...el valor y el sufrimiento la que le hace poder seguir luchando. Quizás es la desesperación de sobrevivir, como si tuviera algo pendiente muy importante. Lucha como un león herido. Es curiosamente instintiva. Pero curiosamente, no tiene ni idea de esgrima... "

Cogió aire por última vez y se santiguó haciendo la cruz de los profetas sobre su rostro y cuello. Cogió el cañón de la pistola de Marina y la apuntó directamente a su corazón. Era un hombre de Dios, pero no le gustaba sufrir en vano. Al menos que fuera una muerte rápida.

-Adelante, disparad y mandad mi alma al paraíso. Disparad y condenad vuestra alma al mismísimo pozo del infierno.

Ella dudó.

-No...el paraíso tendrá que esperarte un poco más.-dijo mientras guardaba la pistola y se apartaba.

Él se levantó trabajosamente ayudándose de los marcos de la ventana que estaba sobre su cabeza. Se despidió con una inclinación de cabeza mientras se colocaba su sombrero de pluma roja. Anduvo tambaleándose hasta que se apoyó en la pared de la calle, dejando un surco de sangre oscura.

-Volveremos a vernos, Marina Oliván.- dijo el herido marchándose.

-¿Sabéis mi nombre?- preguntó ella con las ropas arañada de cortes bajo el traqueteo de la lluvia, a punto de desmayarse por los numerosos cortes del duelo y por las heridas de la batalla de los días anteriores.

-Soy un caballero inquisitorial...-dijo dándole la espalda-. Mi deber es saberlo todo de todos. Hacedme un favor, no os volváis a entrometer entre Dios, el hereje y yo. Ésto no os incumbe para nada y la amistad es solo algo superfluo y terrenal. Decidle a Diego que volveremos a vernos, pues es a él a quien quiero. De todas formas, seguramente Dios ya haya mandado un ángel de la muerte a por él. Los años no perdonan y menos a los ancianos.


Así, el caballero del sombrero de pluma roja y crucifijo dorado, se perdió por las calles zigzagueantes castellanas. Marina suspiró y dejó caerse de rodillas, besando la lluvia que limpiaba su sangre y sus heridas. Luchó contra su voluntad para no dejarse desmayar. Aún debía averiguar que Diego había huido y que estaba a salvo... ya que tanta sangre derramada le había costado.

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Barrio pobre de Santiago. Después de recibir al Prelado Karl y antes de la batalla del Tercio Viejo de San Juan contra La Grande Armée.

martes, 27 de septiembre de 2011

Sostenía tu rostro entre mis manos a través de los barrotes de aquella celda. “Te quiero”, fue lo último que acertaste a decir. Permanecí en silencio unos minutos, con la cabeza apoyada en el hierro que nos separaba, ahogada en un mar de lágrimas. Te dije que iba a sacarte de allí, que por fin ibas a salir y que todo se acabaría... Terminó demasiado pronto.
Innumerables imágenes asaltaron mi mente al ver que no había sido capaz de hacer nada, al ver que yacías ante mí y que sólo llegué a tiempo para verlo.
Recuerdo cuando salí de la Villa de Santa Elena en vuestra busca, a pesar de no saber montar o empuñar un arma, me hicieron prisionera en un cuartel de paso a la ciudad de Santiago y tras conseguir escapar llegué hasta aquí, buscando una resistencia, la Registencia de los Terreros. Deseé entrar en el castillo desde el momento en el que pisé en la ciudad, pero tenía que tener paciencia. Conocí a gente, aprendí algo sobre cómo manejar una espada, a cargar un arma e incluso a bailar. Tracé un plan para entrar en el castillo y por supuesto también para salir de allí contigo, con vosotros. Derramé sangre y finalmente conseguí abrirme paso hasta aquí. No sirvió de nada.
Ahora ella no está, se la llevaron a Dios sabe dónde y tú también te has marchado.
¿Por qué? Quizás llegué demasiado tarde, quizás tenía que haber entregado esa piedra y nada de esto hubiera ocurrido…No lo sé. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Volver a la Villa y vivir una vida normal, como quisisteis? No. Supongo que por una vez te haré caso y aprovecharé lo único que tengo: La sangre de dos héroes. Ni siquiera sé si podré hacerlo, o si mi historia también se quedará sin acabar, al igual que la de Azahara. Nunca me contaste el final.
Besé tu frente y apreté tus manos con fuerza, para dejarlas escapar por última vez. “Lo siento, papá, intenté ser más que una mujer y no lo conseguí.” Era hora de irse. “Yo también te quiero.”
Marina Oliván
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Escrito por Aleera, mi jugadora de 7º Mar. Gracias de todo corazón por el regalo ^^

La sangre de dos héroes (I)

Beatriz se encontraba sentada en la mecedora de madera en el salón de su casa rústica afuera de la Villa de Santa Elena. Ella cantaba en el salón, observada por las espadas roperas cruzadas encima de la chimenea cuyo fuego ardía lentamente. Mientras, cosía y se balanceaba entre los crujidos del suelo ante su vaivén a la par que mecía una cuna, donde un bebé intentaba combatir con uñas y dientes (los pocos que tenía por entonces) contra su prisión de barrotes que tenía su lecho. Lo que Beatriz más amaba en el mundo estaba ahí, lloriqueando y forcejeando. Desde que nació siempre había tenido mucha energía y muchas ganas de ver el exterior. A ambos les había sorprendido la rapidez con la que había abierto los ojos de recién nacida.

Marina se llama ese bebé, en honor a la madre océano que había unido a sus padres durante tantos años. Además... era tan impetuosa y enérgica como los mares, su llanto era de tormenta y su paz sosegada. Era un nombre que le venía muy bien.

En ese momento específico, Marina lloraba como nunca y se deshacía en mares de lágrimas. El canto de su madre no la apaciguaba. Así que Beatríz optó por contarle uno de los cuentos castellanos que tanto le gustaban. En la que una mujer de las tierras de la Media Luna de origen humilde acababa siendo rescatada de innumerables peligros por un hombre apuesto que al final resultaba ser un príncipe. La mujer al final era rescatada de hechiceros y dragones y su héroe al final le proponía matrimonio. La protagonista aceptaba y eran felices y comían perdices, como se suele decir.

-Y entonces, después de derrotar al malvado hechicero y su dragón maléfico, el príncipe llevó a su amada Azhara en volandas a la torre abandonada donde se conocieron y le pidió que unieran sus destinos en un compromiso de amor eterno que trascendería sus cuerpos y haciendo eco durante siglos...

Thomas Owen, esposo de Beatriz y padre de Marina escuchaba siempre desde el otro lado de la habitación y negaba con la cabeza cuando escuchaba ese tipo de cuentos. Marina no parecía muy convencida con el final del cuento y sollozaba aún un poco. Beatriz, que no quería mimarla demasiado, dejó que llorara, pues acababa de darle el pecho. Al final cayó rendida con la aguja y el dedal en la mano, siendo vigía y centinela de su tesoro, su niña.

Thomas, que observaba desde la puerta toda la escena sin ser visto, se acercó a la cuna...

"Ah...sigue despierta" pensó. "No me extraña que el cuento la haya dejado disgustada con semejante final."

Marina lo miraba con ojos expectantes y enormes, totalmente interesada por el recién llegado.

Él sonrió, notaba el vínculo invisible que tenía con ella. La alzó de la cuna y la puso entre sus brazos y entonces, continuó el cuento.

-Pero Azhara descubrió que realmente su encantador príncipe era un tirano que sometía a sus vasallos a trabajar de sol a sol en los campo, los azotaba como si fueran animales de carga y torturaba a los campesinos para minar su voluntad y usarlos como ganado. Azhara, que ahora era princesa, se dio cuenta de esto y dejó de ser la princesa para ser una enmascarada que ayudaba al pueblo. Su amado príncipe que resultó ser sapo la descubrió y la condenó a galeras, pero ella, con gran astucia, acabó escapando de allí junto a sus nuevos amigos, gracias a que u navío pirata los sacó de allí. Viajó por todo el mundo, aprendió de los mejores espadachines, aprendió a leer y a escribir aunque su antiguo esposo le dijera que eso es solo cosas de hombres. Descubrió la amistad y el amor verdadero, sólo el verdadero. El malvado príncipe se enteró de la huída de su traicionera mujer y mandó sicarios en su busca ya que por su culpa el pueblo ya no se le sometía, incluso preferían morir antes que servirle, después de lo que hizo Azhara por ellos. Por todo el mundo, Azhara fue perseguida: sufrió cicatrices, heridas emocionales...y muchos, muchos amigos murieron por el camino. Pero por cada tajo que ella pegaba, todos sus amigos perdidos golpeaban con ella. Por cada espadazo que daba, hacía justicia. Por cada finta que realizaba, descubría que esa era ella de verdad... y no una mujer que pretendía engañarse siendo una princesa y pretendiendo creer que amaba a ese príncipe encantador que no era más que una fachada. Ella comenzó a luchar por lo que creía...

Marina empezaba a sonreír con los pocos dientes que le estaban saliendo. Parecía que la historia le animaba. Thomas concluía la historia.

-Azhara la enmascarada se encontraba en el palacio del príncipe tirano con el que se iba a casar tiempo atrás. Estaba allí porque había descubierto que el malvado príncipe quería asesinar a su padre para quedarse con la corona y tenía que impedirlo. Estaba en el salón de baile y se enfrentaba ella sola a docenas de guardias. Con rápidas florituras Azhara respondía a cada tajo con elocuencia, su espada era rápida como el viento y letal como una tormenta. El príncipe acabó atrapándola. "Ahora averiguaremos quién es este maldito enmascarado"...¡Y que gran sorpresa al ver que era su prometida tiempo atrás! "¡Tú! Es imposible...¡solo eres una mujer!" Ella se levantó y tirando la máscara dijo. "Soy más que eso...soy una heroína" Y entonces le dejó una cicatriz en la cara, para que él recordara para siempre que era una persona malvada cada vez que se mirara en su presumido espejo...

Marina quedó dormida después de estar sonriendo durante toda la historia. No podía entender nada, solo era un bebé. Quizás se enteraba de algo, quizás le hacía gracia que su padre se entusiasmara tanto. Quizás le alegraba escuchar su voz de barítono. Quizás...solo quizás, algo de sus palabras calaran en ella.

Besó en la frente a una Beatriz dormida. Estaban envejeciendo, pero ella seguía siendo terriblemente y peligrosamente hermosa. Le acarició el pelo azabache y después le rozó la cabeza a su bebé.

-Algún día tú tendrás su precioso y abundante pelo azabache, como una noche orlada de estrellas de rocío.

Dejó a Marina en la cuna frente a las ascuas de la chimenea. Marina parecía ahora satisfecha con el cuento. A pesar de que Beatriz era tan aventurera y había participado en guerras como él, habían acordado colgar las espadas y no tentar a su hija que siguiera los mismos pasos que ellos. Pues el camino de la espada es muy peligroso... y se pierden muchos en el camino. Habían acordado que tendría una vida larga y normal. Todo lo contrario a lo que había tenido él, un caballero de la Rosa y la Cruz y ella, un enmascarada de la Liga del Vagabundo, protectores del Rey y de los indefensos.

Y sin embargo, Thomas no podía evitar tener la esperanza de que su hija al final les desobedeciera y saliera a conocer mundo... y buscar su destino. No podía imaginar que la vida de su hija pasara alrededor de un molino y de un burro agonioso. En el fondo, él quería que le desobedeciera. Miró a la niña de sus ojos en la cuna y le acarició mientras veía como dormía.

-Tienes la sangre de dos héroes Marina Oliván...aprovéchala.


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Villa de Santa Elena. Un año después del nacimiento de Marina Oliván.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Llegada a Santiago, casa del Primer Testigo.

Tras la quema de la casa de sus padres Marina se movió por su Villa intentando averiguar que iban a hace ante la próxima guerra. El pueblo se reunió en la iglesia del pueblo y deciden que se quedan allí y si tienen que luchar lo harán. Allí aparece un enmascarado, llamado Andrés, dispuesto a reclutar gente hábil y astuta para la Resistencia de los Terreros en Santiago, formada por unos pocos espadachines, ladrones y espías. A Marina le gusta la idea y decide ir a Santiago a ayudar a que su pueblo no sea quemado por las llamas de la guerra y así poder salvar a sus padres que parecen que están allí. El Barón decide que su hijo está ablandado por su título y lo alista en la resistencia del pueblo para que se haga un hombre. Cintia tiene un empleo de herrera en Santiago, así que marchará con ellos. Todos, Ramiro León, Castellanos, Alonso (que se va con una mercenaria eisena) se marchan hacia Santiago, menos Marina y Cintia que deciden ir más tarde, no tienen ni caballo, ni casa ni dinero, pero hay que empezar a buscarse la vida. Roban un caballo blanco precioso que hay en las cuadras del Barón (para poder marcharse) con la ayuda de Josué, Blas y Clara (los niños huérfanos del pueblo)Marina le ofrece frutade forma casi reverencial a un digno caballo blanco y éste sale como si de un señor noble se tratara. A partir de aquí huyen a caballo robado por toda la Villa mientras los guardias intentan cerrar las puertas de la empalizada. De forma frenética y triunfal, Cintia y Marina dejan el hogar del que nunca han salido y al que no parece que vayan a volver dentro de poco. Marina recoge a su amigo goblin (que por lo visto tenía una deuda con su padre y se dedicaba a espantar los cuervos de su campo desde siempre) Su aventura les espera. Ha llegado su momento.

Cabalgan por el camino y se meten por la Sierra del Testigo para llegar a Santiago donde están los padres de Marina. De repente el suelo tiembla. "Esto no me gusta nada" se dicen. De repente se encuentran con una veintena de jinetes emplumados. Marina y Cintia descubren que están en territorio enemigo, de Montainge y que portan muchas, armas. El viejo capitán Sebastien del 7º de húsares del Rey Sol las trata como lo que son, enemigas, y las maltrata un poco y las lleva después de un forcejeo hacia el cuartel de los Gascones del Teniente Félix Marangio. Sebastien y Félix discuten sobre que hacer con las prisioneras, pero Félix parece estar harto de aquella guerra. Félix le dice a Sebastien que ésa es su jurisdicción y que él decidirá si se las ejecuta o no. Sebastien con odio accede y se marcha, pero decide que el goblin y el caballo de la chica podría ser un gran arma política de fe en Montaigne para contentar al Rey Sol y a sus allegados que dudan de él en esta guerra. Félix asiente. Después félix habla con las dos chicas, y ellas descubren que realmente están ante un hombre obligado a servir en la guerra contra su voluntad. Félix no cree que esas dos muchachas sean soldados ni espías, así que decide tener un duelo con Marina Oliván rodeados de los soldados. Ella perdió el duelo, como era de esperar. "Éste es mi juicio- dice Félix- no hay ni espía ni soldado, tan solo dos muchachas que van por su antigua tierra, armadas solo por poder defenderse". Dijo que les conseguiría sacar a través de trabajos forzados destinados a las mujeres castellanas, pero de momento se tenían que quedar en las celdas. En las celdas se encuentran a un carcelero enorme (y algo subnormal) y a Antonio Cortés el Patillas, un bandolero torturado. Tras una estrategia dirigida por Marina Oliván con la indiscutible ayuda de su goblin (y su uso del Glamour y bueno, porque es blandito y algo viscoso), consiguen salir de las celdas en silencio con Antonio Cortés durante los fusilamientos de los otros presos. Ya fuera Cintia se corta el pelo y le corta por obligación el pelo a Marina, para no ser tan descaradas. Los tres, las dos campesinas y el bandolero, se esconden en los campos de prácticas de tiros para idear un plan para llegar hasta el caballo blanco que ellas tienen. Marina tras recuperar sus armas haciéndose pasar por prisionera que sirve vino, intenta trajinarse a un soldado borracho y le lleva a las cuadras para tener un poco de intimidad. Ya allí lo deja inconsciente y lo mete en la paja. El resto...imaginaoslo. Salida de todos los caballos de la cuadra a toda velocidad, un campamento en pie de guerra, Félix luchando en un duelo a muerte con Marina Oliván y un bandolero pegando trabucazos por doquier. Aventuras y cafradas al puro estilo de 7º Mar. Tras una enorme persecución en el que Marina Olvián hace gala de su uso de la pistola-gancho saltando a lo alto de la muralla y abriendo las puertas, son emboscados por Sebastien y el 7º de húsares los cuales empiezan una peligrosa persecución por los barrancos de la Sierra, donde cayeron muchos húsares. Sebastien es emboscado por Alonso Lara, su mercenaria eisena Galianna y la cuadrilla del Patillas. Sebastien es capturado pero mata a sus hombres que huyen. Marina cae inconsciente tras tantas heridas sufridas y emociones. Cuando despierta se encuentra con los bandolers y mantiene una conversación con Alonso. El caballo blanco por lo visto era suyo, pero nunca lo domó, porque es un caballo pura sangre castellano, y a éstos tienes que tratarlo como un señor...Marina le ofreció de forma reverencial fruta fresca a ese caballo, por lo que se ganó su privilegio de cabalgar sobre Ventisca...su precioso y único caballo blanco. También descubrió que Alonso nunca quiso casarse con ella, sino por compromiso de hacer feliz a su padre, cuyo deseo es verle casado antes de fallecer. Marina y los demás se reúnen y deciden atar a Sebastien a caballo y lo mandan de vuelta a su cuartel, de forma indigna. Sebastien dice que Félix lo lamentará. Antonio Cortés el Patillas, Sancho el Navajas y Carlitos el Niño les agradece a Marina su libertad y que si una vez necesita de bandoleros, no duden en llamarlos. Tras una despedida Marina, Cintia, Alonso y Galiana retoman su camino.

Marina llega a la ciudad de Santiago en busca de sus padres capturados por su malvado tío (del cuál desconoce sus intenciones y sus motivo). Se colaron en la ciudad limando los barrotes (con paciencia...mucha paciencia) de los canales del foso de la muralla que lindaban con el castillo del Marqués. Allí dentro empiezan a vagabundear por la noche de la ciudad castellana ocupada por la guardia nacional de Montaigne. Marina, Cintia y Alonso empiezan a esquivar a los guardias...pero al no conocer las rondas y rutas de éstos, acaban arrinconados en una calle. Cada uno corre en una dirección pero se dan cuenta de que han metido en un serio a un pobre niño que estaba escondido en esa misma calle. Marina en un ataque de altruismo decide volver a rescatar al chaval y acaba encañonada por la guardia de Montaigne. Éstos no muy amablemente les piden los papeles del ejército que les otorga derecho de deambular por las calles de noche...evidentemente, ni Marina ni el chico, el pequeño Joselito, tienen tales documentos. Justo cuando van a ser arrestados, una veloz y oscura sombra ensarta a los guardias entre espadazos, acompañado de una mujer de totalmente de negro, como una viuda, que porta unas hebras en sus guantes. El espadachín oscuro y la urraca negra (por llamarla de alguna manera) salvan a los indefensos castellanos. Tienen acento vodacciano...pero no parece que se sepa sus nombres. El vodacciano se para y mira a unos indefensos Marina Oliván y Joselito, que no saben si agradecerles a estos personajes oscuros que los hayan liberados...porque los que venían tampoco tenían pinta de buenas personas. La viuda negra empieza a hablar con el espadachín oscuro y llegan a decir que la muerte de dos jóvenes y de 4 guardias en la misma calle podría provocar que la guerra entre Montaigne y Castilla se recrudecería... y eso les gustaba. "Porque...-le dijo el espadachín oscuro con acento vodacciano antes de querer dispararla- la guerra y el odio son monedas en las arcas de los Villanova" Tras esto apareció un enmascarado en disputa desde los tejados y tras un combate espectacular entre el espadachín vodacciano y el enmascarado y Marina Oliván con la viuda negra (con el resultado de que ésta le arrancó un mechón de pelo, a saber para qué le puede servir) los vodaccianos escapan porque la guardia vuelve por su ronda. El enmascarado ayuda a Marina y a Joselito y se los lleva al tejado de la casa más próxima. Allí en los tejados se presentan. El enmascarado dice que es uno de los miembros de la Registencia de los Terreros y que sus enemigos le llaman Mala Hierba, puesto que por muchas veces que creen arrancarlo, éste sigue vivo. Y Joselito parece que es un huérfano que trabaja para la misma resistencia. Marina descubre, hablando con Mala Hierba y con los documentos mountaignere que la red de espías de Joselito han conseguido, que sus padres han sido encerrados en el castillo de Santiago (ahora del Mariscal) por un caballero de la Rosa y la Cruz llamado curiosamente igual que su tío. ¡Su tío es un Caballero de la Rosa y la Cruz! Los mayores héroes espadachines de la historia... Por lo visto el Mariscal Charles Dupont (el general mountaignés que ha conquistado el castillo de Santiago) dio beneplácito a ofrecer las celdas de su castillo debido a que estaba firmada por el Maestre de la Rosa y la Cruz Sices du Sices (alguien muy importante) También se enteró por parte del enmascarado que a su padre se le acusaba de traición a la Rosa y la Cruz y a su madre de conspirar contra la corona castellana (wtf?) Marina pregunta por la Registencia, pero parece que la única manera de encontrarla es...siendo astuto. Así es como se gana uno el derecho de pertenecer a ella.

En fin...la aventura sigue. Y cada vez es más emocionante.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Se prepara la revuelta...

El salón del castillo del Marqués de Santiago estaba en silencio. Sólo se escuchaban los pasos del Mariscal y Duque consorte Charles Dupont dando vueltas alrededor de la mesa con un plano de la ciudad. Uno de sus oficiales de los fussilieur de línea le estaba explicando cómo el pueblo castellano se había movilizado desde la masacre durante las ejecuciones (abortadas por la Registencia de los Terreros) de la plaza de la Sala Consistorial de Santiago.

-Los insurrectos han intentado hacerse fuertes en toda la ciudad.- explicaba el capitán Jean Ettienne Bernard du Roman, subordinado del Mariscal Dubois marcando con su dedo índice las zonas claves-. Sin embargo, mis fusileros han masacrado cualquier intento de resistir en la zona rica de la ciudad y estamos a punto de limpiar los barrios medios.

-¿Dónde se esconden esas ratas, capitán?- preguntó el Mariscal desdeñoso.

- Aquí, mi señor.-respondió este señalando los barrios pobres y de construcción irregular-. Barrios pobres y suburbios. Los habíamos cerrado para que los miserables e inútiles no molestaran a la gente de bien. Pero resulta que ahora son demasiados y están montando barricadas.

-Hacedlos salir.

-Me temo que es imposible señor. Están bien atrincherados. Esperamos a que les falte la comida y...

-Colgad delante de esas ratas a todos los prisioneros que hayamos hecho en las revueltas- le interrumpió el Charles Dupont-. ¡Tienen que salir ya! Dales un ultimátum. O salen, o ejecutamos al resto.

-Mi señor.- comenzó a decir rasposamente Fernand Lemoin, una figura encorvada y envuelta en una gabardina gris de botones dorados. Se encontraba apartada, junto con los demás consejeros de guerra, pero no parecía un oficial del ejército-. Esos prisioneros, aunque criminales y ratas rebeldes deben ser sometidas a juicio. No puede acabar con vidas de gente por un capricho y saltarse nuestro espléndido sistema judicial y legal. Estoy convencido de que esos desgraciados son culpables pero no podemos saltarnos a la ligera nuestro deber moral de que venimos a traer la gloria de Montaigne a estos campesi...

-Gendarme Fernand Lemoin.- interrumpió hostilmente su mayor superior-. No creo que tenga ni voz ni voto a partir de ahora con este asunto. ¡Se suponía que su plan era perfecto! Tendimos la trampa a la resistencia castellana para que se mostraran y para atraparlos de uno en uno. ¡Y cual fue el resultado de su plan! Los rebeldes escaparon y se llevaron a los prisioneros. ¡Los gritos de los que tenían que haber sido ahorcados han provocado las revueltas! ¿Resultado final de su plan? ¡La rebelión del pueblo!- gritó iracundo.

El Gendarme ni siquiera pestañeó. Carraspeó y respondió.

-Señor, mi plan era perfecto. No podía suponer que los enmascarados actuarían antes de la cuenta, antes de fusilar a Rodrigo Salvador. Yo cumplí mi deber de tender el anzuelo y debo decir que los criminales enmascarados lo mordieron de lleno. Y creo que hice un buen uso y despliegue de los Mosqueteros del Rey al que vuestra señoría cedió de buen grado. No creo que fuera culpa mía que Harold Owen, vuestro querido caballero de la Rosa y la Cruz, ayudara a los criminales a huir. Y bueno, eso y la incompetencia de los fussilieurs y los Mosqueteros para atrapar a los enmascarados. En cuanto al chico prisionero, Alonso Lara, el que grito al pueblo que se alzara, reconozco que fue error mío y que fue él el que prendió la llama de la rebelión. La paz iba a ser inminente para todos pero ellos prefieren luchar. Me encargaré personalmente de él y de nuestros amigos los criminales esta noche por hacer que la sangre de los inocentes corra por Santiago.

-¿Esta noche?- preguntó el capitán, confuso.

Lemoin ni se inmutó.

-Sé dónde se esconden esos criminales.

-Es una resistencia, no son simples criminales, señor Gendarme.- le aclaró el capitán.

-Si su causa fuera justa no ocultarían sus rostros tras un antifaz, capitán.- prosiguió Fernand Lemoin-. Su cuartel general se encuentra en un burdel de mala muerte en los suburbios, llamado el Entre Cantos de Sirenas.

El Mariscal mostró sorpresa abriendo ligeramente los ojos.

-¿Cómo lo sabe?

-Por mucho que se arranque la Mala Hierba, ésta nunca muere, como bien dice el refrán. Sin embargo, si la arrancas muchas veces y de una manera metódicamente adecuada y estdiada...- Fernand sonrió- hace que cante hasta un mudo. Es un as que guardaba en la manga por si fallaba la captura de los Terreros.

- Ya entiendo, por eso no queríais fusilar de verdad a ese traidor.- reconoció el Mariscal-. Veo que en ese aspecto habéis sido muy astuto. Bien, tendrás una última oportunidad de sofocar ésta rebelión, para eso os mandó personalmente el Rey desde Montaigne.

-He sofocado las peores revueltas en Charouse y Paix. Los insurrectos saben que conmigo se puede llegar a un acuerdo...pero si se resisten, no podrán aplacar la justa ira de la justicia. Esos desgraciados no crean ningún bien a la sociedad, solo saqueos, muertes y destrucción. Hay que pararles los pies.

- Pero yo no quiero que dialogue con rebeldes. No son de los nuestros, son ratas extranjeras. Os encargaréis de apagar la revuelta con fuego.- continuó el Mariscal-. Capitán Bernar, necesitaremos reservas en el ejército para sustituir las bajas. Haced llamar al Teniente Félix Marangio y que traiga a los gascones que tiene en el cuartel prisión de la Sierra...

-Mi señor. Debo informarle de que Félix Marangio mostró su incompetencia dejando escapar a dos prisioneras y al líder de los ladrones de la Sierra, Antonio el Patillas. Una de las prisioneras era Marina Olvián, una chica muy problemática que según los guardias de la ciudad dicen que se encuentra por nuestras calles creando algún que otro problema, como destrozar todo el mercado pobre de los barrios bajos. Así por no mencionar que también Félix dejó escapar a esta chica con los preciados bienes que iban a ser entregados a nuestro amado Rey Sol. Decidí sobre juicio militar degradarle de rango de Teniente a soldado raso de los gascones. Ahora no es Teniente.

-Me da lo mismo capitán, hágase con los gascones y de la mayoría de los fussilieurs y rodeen la Catedral de Santiago, la necesitaremos. Lemoin se encargará de quemar ese burdel pecaminoso.

-Será un juego de niños, señor. -sentenció el capitán Jean Ettiene.

Fernand Lemoin dió un taconazo a modo de saludo y se marchó tras una inclinación. Mientras el Gendarme se marchaba el Mariscal vio como apretaba los puños enguantados en cuero y susurraba ásperamente:

-Ya sois mios...

Los oficiales del Mariscal saludaron militarmente y se marcharon. Solo una figura quedaba en la sombra. Un hombre mayor, vestido totalmente de negro, sin muchas riquezas. Tenía el pelo cano y un bigote espeso casi colorido.

-Nuestro plan para mantener la paz se nos está yendo de las manos. -dijo en perfecto castellano.

-Tranquilizaos, Marqués. Os prometo que vos os mantendréis en el poder y la ciudad pertenecerá al Rey Sol. Simplemente tenemos que cambiar nuestra táctica. Ya no tenemos que fingir que Castilla y Montaigne están dialogando...sino que tenemos que adelantar el enlace entre mi hija Jeannete y vos. Así yo podré marcharme tranquilo hacia el sur con mis tropas y conquistar el fuerte de San Teodoro...

"Pero necesito la maldita Piedra Acuario, la piedra de esa maldita niña, Marina Oliván. ¿Por qué me traicionaría Harold Owen y hasta que punto está implicado con el caso de las Lágrimas de la Madre océano?"

-Entonces el pueblo se calmará cuando todos los montaigneres nos vayamos.- prosiguió el Mariscal-. Creerán que vos gobernáis la ciudad y os mantendréis en el poder como deseáis. Y no tendremos que sofocar más revueltas. Acabaremos con esas ratas esta noche y os casaréis en la catedral de Santiago. El obispo os lo permitirá si sois el Marqués de la ciudad. Nadie sospechará que realmente Santiago pertenezca al Rey Sol.

-Es un plan brillante, debo reconocer.- dijo el Marqués.- Y además, vuestra hija es preciosa.

-Preciosa pero inútil. La verdad es que esperaba un momento como éste para usarla. Ahora agradezco tener una hija. Es una gran arma política.

-Me alegro de que mi ciudad pueda convertirse en Montaignesa. Vuestra civilización es hermosa y vuestra sociedad avanzada. No como nosotros, que tenemos viejos cardenales fanáticos gobernando y a un rey de 16 años que no sabe ni lo que es gobernar...

-¿Lo ve, mi amigo? Todos salimos ganando.

-Menos vuestra hija Jeannete.- reconoció el Marqués castellano.

-Eso es lo de menos. - rió el Mariscal Charles Dupont mientras brindaba con su amigo.

La puerta del Salón del castillo del Marqués de Santiago se cerró de una embestida. Los hombres se giraron y no vieron nada. No sospechaban que Jeannete Dupont había estado escuchando toda la conversación y había salido huyendo por los pasillos del castillo...como un mar de lágrimas.

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Castillo de Santiago. Justo después de los fallidos ahorcamientos de los presos en la plaza de la Sala Consistorial. Dos horas antes de que Marina Oliván se pusiera al frente de una de las barricadas.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Gracias

Aún no sabría explicar este cúmulo de sentimientos que afligen y alivian mi corazón. Pero sí sé cómo expresar uno de ellos que en estos días es tan necesitado. Gracias, Marina Oliván. Gracias por abrirme los ojos ante ese ángel caído a la tierra. Gracias por ayudarme a conocer ese amor que no creía estar hecho para mí. Sin ti, ni siquiera la habría visto y habría pasado de mi vida como una hoja arrancada al viento. Doy gracias a tus ojos por ver lo que yo no vi. Doy gracias por tu decisión de preguntarme quién era ella... y yo aún me lo pregunto y a la misma vez me da igual quien sea. La quiero...¿qué más da?

Estoy paseando con Jeannete a través de los jardines de la Universidad de Santiago y creo que voy a morir del amor. Ella es increíble, casi no parece de este mundo. Sonríe por cualquier cosa. Es... es... No tengo palabras. Sólo gracias, Marina Oliván. Ojalá sientas alguna vez lo que yo y ojalá fuera gracias a mi y así equilibrar mi balanza de deuda.

Fernando Galán, el "marquesito"
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Carta llegada a Marina Oliván justo antes de marchar a las ejecuciones de la plaza de Santiago.

martes, 6 de septiembre de 2011

NOVUS ORDO SECLORUM

Hay preguntas que son difíciles de contestar para las gentes de Théat del siglo XVII. Una de ellas es...¿Quién mueve el mundo? Si a un Mountaignés le preguntaran le respondería orgulloso "nuestro Rey Sol el emperador". Si le preguntáis a un Castellano, os dirá humildemente "Dios y nuestros hermanos, sin duda". Un vodacciano, por el contrario, os respondería "nuestras brujas, nuestras familias y nuestras fortunas". En Ávalon, la tierra mística, os dirían "los Shide, nuestras hadas y nuestras ninfas". Si nos vamos al norte, a Vendel, os afirmarán: "los gremios y el comercio". En Eisen, la destruida tierra de los dragones, pregonarían que el mundo lo mueve "la fuerza, el noble valor y el arrojo en combate". Y en la fría Ussura, se frotarían las manos susurrando "Matushka, nuestra Madre tierra y nuestra abuela Invierno"

Puede que tengan razón, puede que no.

Realmente, quien mueve el mundo es la avaricia, el poder, la fuerza, el odio, la conspiración... Otros, lo mueven por el honor, la bondad, el altruismo y el amor. Pero la realidad es realmente gris.


Muchos, movidos por estos impulsos, se han reunido a lo largo de los siglos para cambiar los destinos del mundo y de sus habitantes.

Hoy, una vez más, lo han hecho.

En las profundas cavernas de un imponente castillo, en Dios sabe dónde, Trece personas se reúnen como han ido haciendo durante siglos, desde la fundación de la Antigua República hasta nuestros días...en las sombras.

Los Trece, se encuentran de pie, embozados de pies a cabezas. Se muestran en círculos alrededor de una enorme mesa de piedra de madera. Y su sello precede la reunión, un globo terráqueo atravesado por sus sables, marcada por la pirámide del ojo que todo lo ve. En modesto relieve, está el mapa del mundo conocido moldeado en la mesa...

De los trece solo se ven sus ojos, que parecen zafirinos a la luz de las antorchas del oscuro salón subterráneo.

-Nos NOVUS ORDO SECLORUM- susurran ceremonialmente a la vez.

Las trece figuras oscuras se sientan entre las sombras. Y empiezan a nombrarse uno a uno.

- Espada.-dice uno.

- Soga. -responde otro

-Moneda.

-Cruz.

-Academia.

-Corona.

-Báculo.

-Ojo.

-Piedra.

-Fuego.

-Sombra.

-Palabra.

-Cerbero.

-Bien, se inicia la reunión.- dice uno de los encapuchados.- Hoy, un día más, el Concilio de los Trece se reúne. Los trece, nosotros, los que desde las sombras traeremos la paz y el orden bajo nuestro mandato único y anónimo. Empecemos con los informes. ¿Espada?

Un enorme hombre encapuchado y embozado, como todos, se levanta. Se ven sus guanteletes, y bajo ellos, se vislumbra sin querer unas escamas.

-Eisen está al borde del levantamiento, no hacen más que cultivar barro. En Ávalon mis hombres han confirmado que los Perros Marinos actúan en nombre de la reina Elaine y los casacas rojas de su Majestad hicieron movimientos en las islas del Glamour. La invasión de Castilla por parte de Mountaigne se ha estancado por nuestros movimientos para que dividiera sus fuerzas hacia Ussura. El general Montegue no ha conseguido tomar el río helado Rurik que conduce a la capital de Ussura. Por el otro lado del frente, el Mariscal Charles Dupont le sustituye en Castilla, disponiéndose a asediar Santiago y a bloquear los puertos castellanos. Lo que le quedaría para tomar la costa occidental sería una villa de campesinos sin oposición ninguna y el fuerte de San Teorodo, donde se espera resistencia. Espada.

-¿Soga?

Una figura delgada se levanta, a través de su capucha se pueden ver sus finos rizos rubios y unos ojos claros encantadores. Su voz suena claramente delicada y femenina.

-El Rey Sol de Mountaigne ha ejecutado a tres de sus consejeros por dar una orden que dio él mismo: repartir la comida podrida que no ha enviado a sus ejércitos. También se rumorea que la esposa del Empereur va a ser ejecutada por traición, aunque realmente el motivo es que no le da un heredero al rey. Su verdadero sucesor sigue encerrado en nuestra prisión de donde aún no saldrá. El Buen Rey Sandoval, por otra parte, está en el punto de mira, pues podríamos aprovechar que solo es un muchacho de 16 años para quitárnoslo de en medio y conseguir parte de nuestros intereses. Soga.

-¿Moneda?

-Estúpidas reuniones, ¡venimos aquí y no avanzamos nada en nuestros planes! ¡Porca misseria!- dice una delgada pero atlética figura con fuerte acento vodacciano- ¿Cuándo vamos a actuar de verdad? Esos Príncipes Mercantes no hacen más que fanfarronear del poder que me pertenece por derecho, Vodacce lo necesita. ¡Me necesita! Un único Rey Mercader... -dijo con avaricia.

-Los príncipes te temen, amigo mío. Sigue con tus intrigas, lo estás haciendo bien. Informa.

-Figlio di putana... de acuerdo.- recapacitó- Las guerras entre Castilla y Mountaigne aumentarán nuestras arcas. Sin embargo mis mercaderes preveen que tengamos pérdidas por el frente Usuro. El mercado de divisas nos hace ganar más, pero con el gremial perdemos beneficios. Hay que ganar esa guerra mercantil contra la nueva moneda vendelia. Moneda.

-¿Ojo?

Un muchacho delgado se levantó, sus ojos grises, lo único que se veía, estaban serenos.

-Nuestros ojos ven muchas cosas, hermano, pero lo más importante es que los Caballeros de la Rosa y la Cruz no sospechan de nuestra existencia y no es de extrañar. Nadie sabe de nuestra existencia, excepto en nuestra vida pública normal y corriente, por separado. Tampoco meterán las narices en nuestros planes. Ojo.

-¿Sombra?

-En las sombras de los barrios bajos de todo el mundo se habla de Revolución, pero donde más es en Mountaigne. Los campesinos están hartos de su nobleza decadente y derrochadora. Esperan al momento adecuado, o a la persona adecuada para que comiencen a rodar cabezas nobles, aquí sugiero que pueda encargarse nuestra hermana Soga de ejecutar a los que nos interesen quitar de en medio y salvar mediante un juicio sobornado a los que nos importa mantener vivos de momento. Por otra parte, en las Tierras Altas y la Isla Esmeralda se oye también de levantamiento por parte de los separatistas, pero solo son simples murmullos sin poder. Sombra.

-Fuego.

Un hombre encapuchado y embozado se levanta trabajosamente. Solo se ven sus ojos oscuros tras unas lentes convexas. Su voz suena templada y experimentada, mayor.

-Un avance que les pueda interesar a los que solo les interesa la guerra- dice con desprecio con fuerte acento castellano sureño- es la creación de una gran bombarda en las tierras de las arenas ardientes. También el mortero, con el cuál podremos traficar como material de guerra y sacar una sustanciosa suma a Montaigne, lo que avanzaría la guerra. Si a alguien le interesa otras cosas verdaderamente interesantes, les interesará que hemos descubierto planetas nuevos, así como que sus giros son elípticos. También estamos a punto de crear una piedra filosofal...mediante métodos que quizás no pueda explicar detalladamente, pues no entenderíais ni la mitad de todo mi saber. Fuego.

-¿Corona?

-Nada nuevo, los reyes solo son unos títeres cuyas cabezas rodarán cuando sea el momento. Nada más relevante. Corona.

- Palabra.

Una mujer madura se levantó delicadamente. Solo se veían sus ojos, como a todos.

-Me parece interesante la observación de que la palabra se esté usando para levantar al pueblo castellano. Aún no sabemos quién publica esos poemas tan altivos y candentes que motivan a la lucha, pero sea quien sea tiene una lectora. Por otro lado, los textos de las hijas de Sophía han aumentado en la parte occidental de Castilla, seguramente porque la Inquisición ha perdido influencia allí por la invasión de Mountaigne. Quizás los textos considerados heréticos se expandan en Castilla, lo cuál ni nos daña ni nos alegra. Palabra.

-¿Academia?

-Sí, eh...están los preparativos para buscar los códices Syrne en las catacumbas de Mountaigne, así como los de la biblioteca capital de Vendel. Eso es todo. Academia.

-Bien. ¿Báculo?- valora el intermediador de la reunión dando paso al siguiente.

Un hombre se levanta trabajosamente con las manos totalmente quemadas, apoyado por un bastón.

-Los hechiceros están a punto de culminar el estudio de una ceremonia que podría volver a darnos nuevos pactos para conseguir sangre hechicera como la nigromancia. Avisaré con nuevos avances. Báculo.

-¿Cerbero?...- hubo un silencio largo.- ¡Cerbero!-gritó al ver que no respondía.

Cerbero, una figura enorme igualmente encapuchada, se levanta con una manada de lobos enormes tras su asiento.


-Éstas reuniones son una mierrda- dice con desprecio, recalcando las "r" como un buen ussuro.- Somos como vulgares políticos decidiendo que vamos a hacer dentro de cinco minutos. Quiero que el Gaius que mató a mi padre acabe su cabeza en la nieve y su corona en mi cabeza. Aún espero que me ayuden los miembros de la sociedad de exploradores que solicité para...

-Sí, estamos al tanto, te llegarán dentro de una semana en la corte de Ussura.

-De acuerdo, inútiles pomposos. Cerbero se sienta ya.

- Y por último...¿Cruz?

Una risa oscura salió por respuesta de la profunda capucha del aludido.

-¡Cruz!

Pero el aludido seguía riéndose tenebrosamente.

-¡Es vuestro turno maldita sea! ¿Qué es lo que le hace tanta gracia?

-Nada, nada. Simplemente que mientras vosotros habláis de cosas mundanas, yo he hecho un descubrimiento de lo más...inusual. Algo que implicaría cambiar la balanza a nuestro favor. La señal de poder que todos esperábamos, espiritual y carnal. La señal que llevaba esperando estas reuniones desde hace más de mil años.

Los miembros del concilio comenzaron a murmurar entre ellos.

-¡Explicaos!- exigió el moderador.

-¿Qué acontecimiento se va a dar 4 veces en la historia de la humanidad?

-¿Qué...? ¿Qué queréis decir, Cruz?- dijeron asustados.

-Cuatro veces...

- No puede ser...

-¡Exacto, lo que estáis pensando, las venidas de los Profetas se han daron 4 veces en la historia de la humanidad!- dijo oscuramente aquél al que llamaban Cruz.

-Estáis alucinando. El cuarto nunca ha llegado, y no creo que lo haga nunca, son cuentos para niños y...-decía el hombre rodeado de lobos, hasta que fue interrumpido.

-Vuestra falta de fe, resulta molesta. El cuarto está en la Tierra, entre nosotros, en esta mesa. Y os está oyendo. ¡Pone a prueba vuestra fe maldita sea!

-¿Qué decís? ¡Estáis loco!

-¡Contemplad al cuarto profeta, malditos infieles!

Una bola de humo y una explosión atronadora se hizo encima de la mesa, y de ella apareció un encapuchado del cuál solo se veía una frondosa barba con una espada flamígera. El aura de poder que desprendía el profeta era inmensa...oscura y aterradora. Era imposible mirarle a la cara y menos aún a los ojos.

-Por todos los dioses...-dijeron los presentes evitando la mirada del recién llegado.- ¡Es él! ¡El cuarto profeta!

-El cuarto profeta nos ha elegido para traer sus predicciones. El cuarto profeta está con nosotros. El primero habló contra los pecadores. El segundo habló de éxodo. El tercero habló de separación. Y el cuarto está aquí, y habla en el mismo lenguaje que nosotros, el de la nueva unión, el del Fin del mundo que conocemos y nosotros somos los elegidos para moldear su nuevo orden. El primer Profeta que nos arrebató el poder, el cuarto nos lo dará. Nuestro camino llega a su fin.

Los presentes siguieron discutiendo.

-Hermanos...éste es el momento que esperábamos. El momento de actuar, de cambiar lo conocido y moldearlo a nuestra manera. Por lo que veo, ésta podría ser la señal que esperaban nuestros padres a lo largo de los siglos. Las sagradas escrituras están de nuestro lado, pues el Cuarto Profeta, aquí presente, es un hechicero...como nosotros. Nadie podrá oponerse a nuestros designios. Nadie...-concluía Cruz.

-¡Es el momento de actuar, pero con cuidado! ¡Es la hora! ¡Podremos vengarnos y tomar lo que es nuestro después de un milenio.-decían desde el fondo de sus capuchas.

Los trece miembros miraron al profeta que se encontraba encima de la mesa de piedra, imponente mientra los miraba impasible y como si fueran hormigas.

"Es la hora"

Los trece sonrieron como tiburones y dijeron al unísono mirando a la figura que portaba la espada flamígera sobre la mesa de piedra.

-Somos la paz, somos el orden, somos la justicia, somos la determinación, somos la fuerza, somos los intocables, somos la pureza de la sangre, somos la evolución, somos el progreso, somos los sabios, somos el poder, somos el mandato, somos lo divino. Somos trece y somos uno. Somos la nueva era. ¿Quién estaría tan loco, como para oponerse a nosotros?

Sus sombrías carcajadas dieron fin a la reunión y cada uno de los trece volvió a su cargo público, civil o militar, normal, corriente...e insospechado.

El mundo tal y como lo conocemos va a cambiar. A menos que alguien lo impida...


Héroes. Es lo que el mundo necesita en estos tiempos de incertidumbre y necesidad.

Cadenas por corona

Los grilletes se cerraron sobre las muñecas de Leandro Vázquez de Gallegos. El Alguacil cerró las esposas duramente y apretando con malicia,...