viernes, 7 de septiembre de 2018

¿Traidora?

Pirata. Criminal. Hereje. Pirata. Bruja. Criminal. Traidora. Bruja. Hereje. Criminal. Bruja. Pirata. Hereje.




“Criminal, pirata, bruja, hereje, traidora…”




Ya, ya lo sé. Esa soy yo. Lo habéis dicho mil veces.

Espera, ¿traidora?

Acepto de buena gana responder al resto de títulos que se me han asignado, pero este último me parece intolerable.

Porque si he trasgredido las normas no ha sido más que para salvaros a todos.

Y si he sido más libre de lo permitido no ha sido más que para salvaros a todos.

Y si he usado artefactos prohibidos no ha sido más que para salvaros a todos.

Y si mis compañías no han sido apropiadas no ha sido más que para salvaros a todos.

Salvaros a todos.







Salvarlos…



A todos.





“Menos a mí”.

Así que basta.


Sí. Soy muchas cosas. Pero una traidora... eso jamás. Me dejé de lado por los demás y hay que pagar el precio.

No soy ninguna santa. Admito que he simpatizado con esta vida y con quienes me he cruzado en ella. Pero, ¿dónde está el problema? ¿No hay acaso herejes y criminales en los cargos más altos y reconocidos por la sociedad? ¿Es que todo es mejor si lo hace una cara aceptada por el resto? ¿O es que el problema está en ser descubierto?

Una cosa es segura, y es que el mundo está lleno de luces y sombras que se esconden en todas partes. Conoced y luego juzgad, maldita sea. No todos tenemos malas intenciones.


“Ya… el problema está en ser impredecible.”


Decenas de guardias me recibieron cuando llegué al castillo de la Isla de Sandoval, donde el Rey y la Reina de Castilla se hospedan ahora. Decenas de armas me apuntaron y cientos de ojos me miraban sólo a mí.


Traidora.


¿Desde cuándo me he vuelto tan peligrosa?

“Yo… yo nunca os haría daño.”

Reconozco que tuve miedo. Y no por ser atravesada por el fuego o el acero. Eso podía superarlo. Pero una parte de mí se había roto al verse rechazada por tanta gente, temida por lo que pudiera hacer.



“¿Por qué? ¿Es que soy una mala persona? ¿Por qué no puedo volver a casa? Hice todo lo que pude… por vosotros.”



Traidora.

“Pero no de la forma en que quisisteis.”

“¿Es que eso está mal?”



Nadie me quería allí. Y al mismo tiempo, muchas eran las naciones que me buscaban, incluida Castilla.

Traidora.

Claro que me buscaban para luego deshacerse de mí o Theus sabe qué.

Y yo había decidido presentarme ante el mismísimo Rey sin saber muy bien si saldría de allí. Solo tenía claro que, de hacerlo, sería sin trucos y sin armas. Las cosas se complicaban, pero merecería la pena.


Tenía que despedirme de alguien.



Traidora.




Lo sé, y en parte también lo siento, ¿vale? Aquel día, cuando salí de casa en busca de mis padres hace ya casi cinco años… no pensé que llegaría tan lejos ni que haría tanto daño.


Cuando dejé mi hogar de la Villa de Santa Elena no podía siquiera imaginar que mi nombre se pronunciaría más allá de la valla de mi casa y de los muros de la iglesia del pueblo.

Supongo que todo comenzó de maravilla. Entre tormenta y tormenta, encontré a mis padres, salvé a Layla en dos ocasiones antes de que se convirtiese en la Reina de Castilla; protegí al Buen Rey Sandoval en su cumpleaños, destruí buena parte del NOM…

Y yo me convertí en una de las espadas de Su Majestad.

¡Yo! ¡Una mera campesina portando espada y entrando en la corte a sus anchas!


Yo al servicio del Rey.



Ya en aquel entonces pensé que había tocado el cielo.

Y en cierto modo tenía razón. Ahora sólo me hundo.

Pasaba el tiempo y las tormentas cada vez eran más fuertes, mientras yo me empeñaba en seguir aferrándome al timón de un barco que no aguantaría mucho más tiempo a flote. Llegó el día en que me di cuenta de ello.

Corté mi cuerda de seguridad y descubrí ante todos lo que he sido siempre.

Que simpatizo con piratas, herejes y criminales. Que soy uno de ellos y que gracias a eso he conseguido volar con un navío. Ya, es impresionante cuando no conoces la verdad.

Quitarse la máscara es doloroso y yo ya nunca podré volver a llevarla.

No soy misteriosa, ni extraordinaria, ni una heroína, ni nadie digno de admirar.

Y si lo fuera tendrían que admitir que admiran lo prohibido.



Traidora.


Sí, puede que me lo tenga merecido. No pido que entiendan todo lo que he hecho. A veces incluso pienso en que quizá me equivoqué, que debí haber parado en el momento justo. Que la valentía se valora, pero la temeridad se paga.

Y sin embargo, creo que era lo mejor que podía ocurrir. Suicidar la reputación que había conseguido era la única manera de proteger lo que quiero.

Ni siquiera pido que entiendan el por qué, y tampoco quiero que se apiaden de mí.

Sólo quiero que me olviden.

Sé que será difícil. Al parecer no he hecho más que cosas horribles como robar el buque insignia de Castilla para detener una batalla o ponerme al mando del ejército enemigo para impedir una invasión en mis tierras.

Debe ser duro para ellos.

Traidora.


Puede que mis dedos queden lejos ya de rozar las estrellas, pero mi corazón sigue en el mismo punto en el que empezó toda esta aventura.

Nunca traicioné a los míos.

Pero a veces hay que alejarse para estar más cerca de quienes queremos... O al menos eso dicen.

Nunca hubo Castilla o exilio; y nunca hubo Rey Sandoval o Leandro.



Y si tengo que elegir, me quedo con ambos.



Traidora. Traidora. Traidora.


“Traidora…”

Si esto es traición, entonces es hora de darle al mundo lo que lleva pidiendo ya mucho tiempo.

Me voy.

Pero me voy en paz, con todos mis cabos atados. Me voy tranquila de haber superado una tormenta de color rojo.

Y me voy sin lágrimas, porque creo que las dejé todas en aquella isla. Me consuela saber que allá donde voy no las voy a necesitar.

Y es que sólo hay una única cosa que nunca podré perdonarme.

Que mientras sea Marina Oliván nunca podremos estar juntos.

“Alonso, nunca podré devolverte todo el tiempo que te debo. Porque todo el amor que tenía te lo entregué en las pocas horas que duraron nuestros eclipses. Pero fallé, nos abandoné por los demás.”

Borré todas las cosas que tanto nos costó construir y un papel dice que no soy aceptada por el mundo.

Pero tú sí que mereces estar en él, a ti te necesitan y yo sé que ese es tu sitio.

“Así que sé libre… sé feliz.”


Yo me quedo con que al menos pude despedirme de ti.



Lo han intentado muchas veces y sin embargo, nunca he perdido la vida. Pero esta vez lo han conseguido sin la necesidad de un auto de fe o de sumergirme bajo agua en un carruaje blindado. Hoy me alejo de la Isla de Sandoval sin trucos ni armas, tal y como yo quería. No comprendo bien cómo he salido de aquí, pero no importa. Me alejo de la isla con la certeza de que por primera vez he muerto.

Me voy de Theah. Es una suerte que el mundo haya ampliado sus horizontes cuando no te quieren en ningún lugar de los que ya conoces.

Y me voy vacía. No llevo nada, ni a nadie.

Sólo llevo mi nombre. Quien he sido y quien soy ahora.

Y es que, me guste o no, soy Marina Oliván… pero nunca más de Santa Elena.

Soy Marina Oliván y soy lo único que tengo.


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Pensamientos de Marina Oliván tras despedirse de Alonso y partir a los confines del oeste para evitar las consecuencias del hundimiento de Cabora y todos sus crímenes. Junio de 1672. 


Escrito por Sara/Aleera, mi jugadora de 7º Mar ^^

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