sábado, 20 de abril de 2013

Entre el querer y el deber (I)

El calor del hogar se estaba debilitando. La chimenea de madera de la habitación anterior a la alcoba mayor de la mansión Lara se negaba a seguir iluminando la habitación. Alonso miró con gesto doloroso este hecho, por lo que atizó con el hierro los tocones de madera para avivar las llamas. Cualquier analogía en ese momento con apagarse o perder la energía no le hacía ninguna gracia.

La puerta del interior se abrió y el joven se levantó en seguida sin parar de manosear los puños de su camisa. Una figura oscura con unos gruesos anteojos negros salía de la habitación con paso lento, buscando en la penumbra de la habitación a Alonso. Al ver la figura del joven, el hombre, de una edad madura y un pelo que ya encanecía, miró cansadamente a Alonso y agradeció que la oscuridad de la habitación fuera casi nula. No quería ver su expresión.

-¿Excelencia...?

Alonso tardó en responder. No acostumbraba a que le llamaran de esa manera y menos si su padre aún vivía...pero, ¿vivía? Alonso avanzó desubicado en la oscuridad y tropezó con una banqueta.

-Por Dios no me diga que...- no pudo acabar la frase.

-No, no se preocupe.  Su excelencia el señor Lara sigue entre nosotros. Dios no dispone de momento de su alma. Sin embargo, no pinta bien su aspecto, cada vez le cuesta más respirar. Siento decirle que se acabó para él el montar a caballo.

Alonso sintió cómo le machacaba la noticia. No ya por él, que lo de montar a caballo le era más o menos indiferente y algo en segundo plano, pero a su padre ser jinete era algo que llevaba en la sangre. Además, llevaba un mes y medio intentando domar otra vez a aquél corcel que había traído de su reciente viaje del Imperio de la Media Luna hacía ya un tiempo.

La puerta que salía a las escaleras del piso inferior de la mansión se abrió, entrando tres hombres de forma ordenada y con templanza: un caballero mayor, de poco pelo y poblada barba sobre una anticuada golilla blanca, vestido completamente con una capa de viaje negra; un hombre regordete, con hábitos de monseñor; y, por último, un señor delgado, despeinado, de pómulos afilados y mirada vivaz. Alonso los fue saludando conforme entraban.

-Tío Umberto, Tío Luís- con éste se arrodilló levemente y se dispuso a identificar al tercero sin éxito, al más joven-. Disculpadme, no creo conoceros.

-Es un bachiller. El letrado de nuestra familia.

Alonso abrió un poco más los ojos.

-¿Para qué...?- comenzó a preguntar mientras su voz se perdía por la oscuridad.

-Es un asunto delicado, Alonso- comenzó diciendo monseñor Lara, el hermano pequeño del Barón Lara- Necesitamos un testamento del señor de la Casa Lara antes de que Dios reclame la presencia de nuestro hermano. El excelentísimo Barón debe poner sus asuntos en orden para que la casa prospere.

-¡Por el amor de Dios, no habléis así!-escupió Alonso con un grito ahogado- ¡Mi padre aún vive y está detrás de esa maldita puerta!

-¿Está despierto, doctor?- preguntó Umberto Lara- Es necesario que hablemos.

El galeno asintió levemente y condujo a los Lara y a su letrado en leyes a la alcoba mayor. Alonso no entró, le irritaba toda aquella situación. Era como si todo fuera un negocio, como si la muerte fuera un tramo burocrático que debían certificar. Estuvo escuchando los murmullos de la habitación, pero solo se acercó a la puerta cuando le pareció escuchar su nombre en el interior de la habitación. Colocó la oreja en la puerta y escuchó la voz de su tío Umberto.

-No os sulfuréis, hermano. Solo digo que la permanencia de la Casa Lara puede correr peligro. Alonso es el único hijo que tenéis, el único que puede asegurar que puede transmitir nuestro apellido y, sobre todo, el título nobiliario de nuestra casa, el que ganaste a pulso al servicio del Rey en la Guerra de la Cruz. No podemos perder tal prestigio de forma tonta.

Gregorio Lara, padre de Alonso, tosió acaloradamente durante un buen rato mientras intentaba hablar.

-Por todos los diablos, ¿creéis que no me he encargado de hacérselo saber a mi hijo? Somos conscientes de nuestro deber para con la Casa Lara. Mi hijo sabe cuáles son sus obligaciones, como yo sé cuáles son las mías, maldita sea.

El Don Lara comenzó a toser y Alonso escuchó como dejaba un vaso de agua en la mesita. Umberto volvió a tomar la palabra cuando cesó el ataque.

-Dices que tu hijo es consciente de sus deberes de transmitir el apellido cuanto antes, pero no creo que ir por las calles de la villa siempre de la mano de una mujer, cada día distinta, sea lo que esperamos todos.

-Estará buscando la más apropiada- dijo Barón padre.

-No sabría qué decirte, hermano. Corren rumores por la Villa de que tu hijo había conseguido aceptar una propuesta de matrimonio con una tal Cintia, pero que se ha echado atrás. Tememos que tu hijo no quiera cumplir con sus obligaciones.

-¡Rumores! ¡Rumores!-gritó el Barón enfurecido- No sabía que hicieran caso a las habladurías de las viejas, caballeros. Me dejan estupefacto- de nuevo tuvo un ataque de tos y continuó-. Escuchadme bien, sé muy bien que teméis que perdamos todo lo que hemos conseguido, que no es poco, así que una cosa os digo, mi hijo no me defraudará.

 Alonso se retiró de la puerta y se sentó en el butacón de roble junto a las pocas llamas de la chimenea.  Se quedó en el salón, atizando el fuego, golpeándolo con rabia para que no se apagara. No quería quedarse a oscuras.

Cuando las agonizantes ascuas cedieron a su inevitable final, una luz entró por la ventana. Estaba amaneciendo. Era hora de ir a misa.

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-Padre, no deberíais haberos levantado de la cama, aún no estáis en condiciones- le dijo Alonso tomándolo del brazo. Andaban por la calle mayor, bajando de la Mansión Lara. Todo el mundo les daba los buenos días tanto al Barón padre como futuro Barón.

Futuro Barón... no quería ni pensarlo. Aún estaba destrozado por la conversación que no debería haber escuchado.

Su padre se atusó el bigote con diligencia.

-¡Menuda tontería! He servido en la Guerra de la Cruz junto a su majestad, un catarro no me impedirá no ir a misa.

Pero Alonso sabía que era algo más que un simple catarro.

-Así de blando sois los jóvenes. Deberías viajar, ver mundo y sobre todo combatir para ser un hombre.

Alonso dejó de escuchar y se limitó a conducir a su padre calle abajo hacia la Iglesia de Santa Elena. Sabía que su padre empezaba a hacer a defender que todos los jóvenes deberían marchar en el ejército aunque fuera unos años, para tener disciplina y haber visto mundo. Alonso sentía que su padre y él estaban eternamente alejados. Su padre era un veterano de una cruel guerra y él ni siquiera había empuñado una espada. Sentía que defraudaba a su familia, que se esperaba grandes cosas de él. Y lo que más le quemaba, sentía que defraudaba a su padre.

Llegaron a la Plaza Mayor de la Villa y mentidero del pueblo. Ya estaban las gentes agolpadas para entrar. Entonces, la mirada de Alonso se tropezó con el de una muchacha que conocía. La joven, morena, de pelo ondulado azabache, agraciada y de clase humilde, iba de la mano de su madre (que seguramente en su juventud había sido igual que su hija), y a su lado estaba su padre, con una expresión de aburrimiento infinito.
La conocía, prácticamente, eran unos buenos conocidos e incluso se podía decir que amigos. Ella era Marina Oliván, y le sorprendió reconocer que era una de las pocas muchachas de la Villa con la que no había intentado intimar. Entonces tuvo una idea.

-Esperadme aquí, padre- dijo éste soltando el brazo del hombre con delicadeza.

-¿Adónde vas, hijo mío?

-¡Será solo un momento!- respondió Alonso corriendo hacia el pozo.

Alonso sacó un papel amarillo y rompió un trozo pequeño. Sacó un carboncillo y empezó a escribir sobre la piedra del pozo.

Se lo guardó en el bolsillo y fue corriendo hacia su padre. Los feligreses entraron y se saludaron entre ellos, con especial atención hacia el barón.

La misa pasó sin incidentes y  llegó la hora de tomar el cuerpo del Profeta. Como marcaba la costumbre de la Villa, los primeros en consagrarse fueron el Barón y su hijo. Tras tomar la comunión, Alonso se cruzó con Marina, que esperaba en la cola. Alonso la saludó como un caballero, la tomó de la mano y se la besó, sonriendo al ver el pequeño escándalo que estaba formando en la iglesia. Retiró la mano con elegancia, y Marina pudo comprobar que tenía un papel amarillento en la mano, el mismo papel en el que había escrito en el pozo.

"Encontraos conmigo en el granero abandonado. Venid sola"

Alonso sonrió mientras volvía a colocarse en su banco de la iglesia. Marina Oliván no le rechazaría, haría que su padre estuviera orgulloso de él. Esta vez afrontaría el deber...aunque el querer deseaba otra cosa.

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Villa de Santa Elena, antes de la misa de un domingo de Julio de 1668. Justo un día antes de que Marina comenzara sus aventuras por Théah tras la vuelta de su malvado tío Harold.

lunes, 1 de abril de 2013

Héroes y Villanos: un vistazo detallado a sus historias

Retomo el blog de la partida de 7º Mar después de haber acabado la campaña Novus Ordum Mundi. Para ir calentando a escribir más a menudo, comienzo con unos estiramientos, en este caso, un remake de los Héroes y Villanos que hay en partida, con la información ampliada de lo que se sabe dentro de juego.

Thomas Owen:
"Tienes la sangre de dos héroes Marina...aprovéchala"

El padre de nuestra heroína, Marina Oliván. Hasta hace un año y medio aparentaba ser un hidalgo sin tierras en la Villa de Santa Elena, al sur de Castilla. Pero esa identidad no era más que una burda fachada para dejar atrás una vida turbia y aparente deshonor. Marina vivió toda su infancia en la ignorancia, creyendo la falsa y humilde identidad de su padre, pero un día, escondida en el granero abandonado de la Villa, descubrió varios secretos de su padre. Primero, que la espada se le daba de miedo; y segundo, que no era el  humilde paisano de Castilla que aparentaba, sino que provenía de las lejanas islas de Ávalon. ¿Qué pensarías si a tus 17 años descubrieras que realmente tu padre proviene de un país lejano y que, además, había sido una de las grandes espadas que había conocido el Gremio de Espadachines en mucho tiempo?

Así de misteriosa empezó la historia de Marina Oliván, una humilde campesina que se vio obligada a buscar la verdad a través de toda Théah. Con el paso del tiempo (y muuchas sesiones), de aventuras y desventuras, Thomas Owen fue descubierto por su propia hija: había sido Espada de Ávalon y Rosacruz, había salvado junto a su futura esposa, Beatriz Oliván, un intento de acabar con el Buen Rey Sandoval de Castilla (así se conocieron) Formaron un grupo de héroes aventureros, en el que estaba también su hermano gemelo Harold Owen, y deshicieron entuertos allá donde iban. Participó en la Guerra de la Cruz, ayudando a que ciudades enteras pudieran salvarse de la locura del Imperator en el Castillo Stein. Una vez en Ávalon, fue nombrado Caballero de la Reina, en la mesa redonda. Entonces las cosas se pusieron feas. Un viejo amigo de la infancia de Thomas apareció. Su nombre era Eltanin, y era un joven discípulo del Círculo de Druidas de Ávalon. Thomas y él eran amigos lejanos, pero aún se recordaban con aprecio. Eltanin quería un favor: acercarse al Grial para poder examinarlo en nombre del Círculo. Como Thomas sabía que el Círculo era amigo de Elaine, le dejó entrar a la Piedra Angular de Carleón.
Aquí ocurrió la traición. Ayudado inconscientemente por Thomas, el druida Eltanin robó el Grial de los Sidhes. La misma noche, Thomas intentó por todos los medios recuperarlo, pero la ciudad entró en un gran caos. Eltanin resultó ser un endemoniado hechicero inmune a las armas convencionales. Harold, que se encontraba al servicio del ejército de Ávalon junto a su padre, perdió un ojo al intentar detener al hechicero, antes de presenciar cómo el hechicero acababa con su progenitor.
Acabada la carnicería, un Thomas destrozado y un Harold tuerto y cada vez más oscuro, eran desterrados de las Islas del Glamour...para siempre.
Harold huyó al continente sin volver a hablar a su hermano, acumulando odio por su estupidez. No volverían a verse hasta dentro de 20 años.
Pero Thomas no se dio por vencido, sabía que aún se podía hacer algo. Contactó con su amigo Walter Ericson, de la Sociedad de Exploradores. Investigaron juntos, y llegaron a la conclusión de que lo que había sido liberado no era un hechicero, puesto a que a un hechicero se le puede matar. Debía tratarse de un demonio, más concretamente de un demonio traído a voluntad, lo que explicaría que no pudiera ser dañado. Tirando de este hilo, llegaron a la conclusión de que algo había encerrado a Eltanin (o el demonio que llevaba dentro), y que eso sería lo único que podría volver a mandarlo al Abismo. Con gran trabajo entre códices Syrneth, Walter dio con una reliquia: La mística Lanza de Tara. Leyendo textos prohibidos, llegaron a la conclusión de que no podía estar más que en un misterioso lugar en una isla hundida, así que Thomas por toda Théah, y Walter en Ávalon, trabajaron en busca de las 7 lágrimas de Calypso, siete piedras místicas que podrían desenterrar toda una isla de las mantas acuáticas.

El resultado fue un fiasco. Thomas a lo largo de 3 años solo encontró una Lágrima de Calypso, quitándosela a Jack Mal Tiempo (antes de convertirse en una calavera parlante) Necesitaban al menos cuatro, y aún así ni siquiera sabían si aquella isla existía, o incluso la Lanza que mandaría al infierno a ese demonio suelto y recuperar así el Grial y el honor de los Owen. Entonces Thomas decidió dejarlo. Se fue a vivir con su esposa y compañera de aventuras, la espadachina castellana Beatriz Oliván, y decidieron apartarse de su peligrosa vida de Héroe, lejos de sus enemigos, apartados en un pequeño pueblo de Castilla: la Villa de Santa Elena. A pesar de encontrar una nueva vida tranquila al lado de la mujer a la que amaba, su esposa veía como Thomas no podía dejar de lado que toda su estirpe estuviera exiliada de Ávalon, condenando a las Islas del Glamour al caos y a una probable guerra civil...aunque lo que más le quemaba era el aciago destino de Harold, el cuál no se merecía nada de lo que había pasado. Su esposa le regaló su crucifijo de los Profetas y le preguntó "Thomas, ¿en qué crees?". Él, finalmente respondió: "creo que puedo cambiar las cosas"; y ella, con una sonrisa, le colocó la única Lágrima de Calypso que había encontrado su esposo y la colocó en el crucifijo como la más bella de todo el empedrado. "Entonces no te rindas". Thomas sonrió y continuó investigando con Walter. Al cabo de unos años, Thomas seguía empeñado en hacer justicia, pero nació su hija: Marina Oliván. Lo dejó todo atrás, su felicidad ahora era su hija, y los padres acordaron en que no querían que su hija conociera lo mismo que ellos: la guerra, el sufrimiento, la muerte, la traición...en definitiva, el mundo del héroe. Thomas estuvo de acuerdo, pero sabía que Marina tenía que acabar siendo como ellos dos: tenía la sangre de dos héroes. Así que la fue preparando desde que era niña, pero no entrenándola, sino contándole cuentos de espadachines y aventuras a escondida de su esposa. A Harold no le valía un no, así que secuestró a los padres de Marina, quemó su casa, y dejó a la muchacha allí tirada en el barro...la hija de Thomas solo sería una molestia para él y no representaría ninguna amenaza.
Marina persiguió la pista de sus padres, a través de la misteriosa carta de Walter Ericson, en el que añadía que por fin había encontrado otra de las Lágrimas de Calypso y que les esperaba en Santiago.

El problema es que por aquél entonces Marina no sabía absolutamente nada de la vida de sus padres...y menos aún de las Lágrimas de Calypso.


Marina encontró a su padre en la prisión de Santiago, semanas después de aventuras. Su tío, Harold Owen, lo había asesinado...

En sus últimas palabras, Thomas perdonaba a su hermano, sabía que Harold había sufrido por su culpa. En un resquicio de su alma, justo antes de morir, comprendió que el que le había matado no había sido Harold...había sido su odio. Algo no cuadraba. Thomas pensó que era Marina Oliván quién debía descubrir y salvar a Harold de su propio odio y de la manipulación de alguien más grande que la humanidad. Entonces supo que Marina se convertiría en su heroína, a la que había educado entre historias de capa y espada, forjando una mentalidad aventurera (y no con cuentos de princesitas como le contaba Beatriz). Por ello Thomas Owen murió tranquilo.

Había preparado a su hija para lo que se avecinaba.

Cintia Ruíz:
"¡Contigo me lo paso mejor que pegándole a un yunque!"

Cintia es una huérfana castellana de la Villa de Santa Elena, el pacífico pero orgulloso pueblo de las ciudades libres de la península ociddental.

Castiza, apasionada, alegre, caradura y activa. Su ánimo siempre ha estado por encima de todos los problemas que ha tenido en su vida. No conoció a sus padres, ya que murieron de la fatídica Peste Blanca, por lo que fue dejada por unos peregrinos en las puertas de la Villa de Santa Elena.
Allí la recogió maese Montalbán, el herrero del pueblo de Santa Elena. Intentó cuidarla como una hija pero su oficio no le dejaba tiempo para ella, así que la dejó en el orfanato de guerra del pueblo, mientras hacía donaciones para que dejara de caerse a pedazos.
Prácticamente fue criada por ese maldito cojo llamado Ramiro León, por aquél entonces ex-capitán del Tercio Viejo de San Juan. Criada a partes iguales por un herrero y por un ex-soldado tullido, a Cintia no le acabó aflorando los modales de señorita que debía tener una mujer, por lo que siempre fue algo repudiada en sociedad y nunca fue objeto de deseo de los caballeros de la clase dirigente.
Cuando cumplió los 16 años, Montalbán le dio un puesto de aprendiz en la herrería, formándose en el oficio.  En su vida pueblerina, su mejor amiga desde que eran niñas era con Marina Oliván, una muchacha que vivía al otro lado de la empalizada, con los jornaleros. A pesar de la distinción social que hay entre los que trabajan en la Villa y los que trabajan en el campo, nada interrumpió esta fuerte e infantil amistad.
Una amistad que ha distraído a Cintia de sus funciones como herrera, aunque ella también distraía a su amiga arrastrándola en grandes aventuras como la captura de sandías del huerto de Mauricio el Roñoso, tirarle piedras al espantapájaros de uniforme gabacho, o escalar el campanario para tocar una hora que no es, engañando a toda la Villa.
Su vida fue muy austera, por no decir pobre. Aparte de su amistad con Marina Oliván no contaba con muchos más amigos. Entonces ocurrió algo: se sintió deseada. Por nada más y nada menos que el mismísimo  hijo primogénito del Barón de Santa Elena: Alonso Lara. Estuvo a punto de pedirle en matrimonio, pero él al final acabó huyendo. Eso la dejó muy confundida, volvía a estar sola otra vez y por ello odió al hijo del Barón. A pesar de que la retórica romántica de Alonso no le había parecido gran cosa (de hecho, era patética) y que era un idiota que no se aclaraba y que le había dado plantón justo cuando parecía que la cosa iba en serio, ella estuvo algún tiempo encoñada de él. Entonces el Barón parecía acercarse a su amiga de la infancia Marina Oliván, ¡incluso le había pedido en matrimonio! Se decía que Marina había rechazado a Alonso Lara en el granero abandonado (su refugio secreto), pero aún así no podía evitar pensar que Marina tonteaba con el hijo del Barón. Entonces comenzó su venganza de dejar calva a su amiga cada vez que veía algo que no le gustaba.

Cuando no podía aprender más en la herrería de los Montalbán, Cintia tenía que comenzar a viajar, y le salió un maestro en la ciudad de Santiago, acompañando a Marina Oliván en su aventura de encontrar a sus padres. Cuando la aventura de las dos desembocó en el destape de una trama para asesinar al Buen Rey Sandoval (o más bien, en que éste diera todos los poderes de la Corona en el Sumo Inquisidor, Esteban Verdugo), el Rey Sandoval premió a todos los que le ayudaron a que fuera coronado Rex Castillium. En el caso de Cintia, se le dio un puesto de aprendiz en la herrería Real, como forjadora y orfebre de la familia real.

En uno de los bailes de la Corte, Cintia fue presentada al gran Capitán de la Guardia de Sandoval: Artur Orellán. Ambos parecían tener una actitud parecida, y eso le gustó a Cintia. Ambos tenían un gran gusto por las espadas manufacturadas y a ambos les aburría los chismes de los cortesano. Eran los dos bastante reservados, podían de hablar de armas y alineación de acero durante horas. Parecía que Cintia había encontrado a alguien digno con el que pasear por los Jardines Botánicos de Layla. Lo que ella no sabía es que él estaba interesado en ella, pero así fue. Artur declaró sus intenciones de casarse pronto. Cintia tiene miedo de que le hagan daño, por lo que, aunque halagada, pospone la pedida de mano hasta que sepa quién es Artur. Espera conocerlo mejor, aunque ya cree que puede ser un buen candidato (tanto por su posición como por él mismo) para pedir su mano.

Y así, Cintia Ruíz, a través de las aventuras de Marina Oliván, pasó de ser la masculina herrera huérfana de un pueblo, a una mujer con personalidad (algo loca) al servicio de una de las más grandes coronas de Théah.

Parece que es uno de los pocos personajes que no tiene mucho que ocultar ¿O si? Pues, en realidad, sí que tiene que ocultar, pero esto es algo que ni siquiera sabía ella. ¿Sentía algo especial Cintia por Alonso? La respuesta es sí. ¿Era amor? como ya le explicó en un roleo Cintia a Marina, finalmente comprendió que no era amor. Aunque ella pensaba que el hijo del Barón le gustaba, cuando Cintia llegó a la Corte descubrió que por Alonso no sentía nada más que una profunda amistad. Entonces supo que nunca había amado, Alonso solo había sido para ella la representación de una vida mejor...y ahora que la tenía, no lo necesitaba. ¡Excepto como buen amigo, claro!

Alonso Lara:
"Siempre, siempre existe un plan"

Como decía en la entrada original, éste es el chico por el que cualquier campesina soñaría. Alonso lo tiene todo: es guapo, joven, elegante, culto, buen jinete, amante de los caballos, y viene con título nobiliario bajo el brazo.
Sería ideal para cualquier muchacha casadera, excepto para una: Marina Oliván.
Andaba este pobre barón de Castilla buscando mujer casadera por la Villa de su padre, tras muchos y breves romances. Las viejas del mentidero hablaban constantemente de la nueva "amiga" del barón que tocara aquella semana, había todo tipo de rumores, pero lo único cierto es que no llegaban a nada más. Y fue un día, en los comienzos de las aventuras de la espadachina Marina Oliván, cuando nuestro querido barón la colocó en su punto de mira. Durante la típica misa de domingo, Alonso le pasó una nota para verse a solas en el granero abandonado que había a una distancia considerable de la casa de ella. Marina acudió a la encerrona y le pidió en matrimonio de la manera más cutre y estúpida que se puedan imaginar vuestras mercedes. Allí, encerrados en el granero, Alonso seguía con su perorata absurda. ¿Cuál fue la respuesta de Marina ante tal pedida de matrimonio? Engañarle y escapar de allí, pegando tal portazo que lanzó abajo el granero abandonado para siempre.
Bueno, quizás no era el hombre perfecto para cualquier chica. Bueno, ¿perfecto? Sería casi perfecto si no fuera tan creído, sobrado y que se le haya visto con una y otra, y otra, y otra mujer por las calles de la Villa (se sabe que pretendía a muchas, con las que nunca llegaba a nada serio). Además, tiene una suerte nefasta, aunque eso no le quita la enigmática sonrisa que se le dibuja ante situaciones adversas, casi como si todo lo que le ocurre estuviera ya planeado o solo fuera un trámite para poner las cosas más interesantes.

Espera, espera ¿es un mujeriego pero que nunca ha llegado a nada serio? ¿es un hombre que busca casarse y lo hace de esas maneras tan patéticas? ¿No es un poco contradictorio? Naturalmente. Marina descubrió con el tiempo que sus patéticas maneras de contraer matrimonio (con muchas del pueblo, entre ellas Cintia y Marina) solo busca realmente la aprobación de su padre, el Barón Lara, el cuál siempre le ha metido en la cabeza que se case cuanto antes, que busque esposa y que le de descendientes a la Casa de Lara. Alonso nunca ha sido aprobado por su padre, y ha sido la única manera desesperada de llamar su atención. Cosa mala para él porque cree que es demasiado joven para comprometerse, por lo que al final siempre se rajaba (por eso no había rumores de que los romances del barón se llegara a algo serio), anulando la petición de matrimonio (como con Cintia) o suspirando de alivio cuando le decían que no (con Marina Oliván, aunque esto ella no lo viera).

http://probando7mar.blogspot.com.es/2013/04/entre-el-querer-y-el-deber-i.html

En su pasado ha sido un joven divido entre el querer complacer a su enfermo padre o escuchar a su corazón y dejar que las cosas lleguen por su cauce.

Sin embargo, los deseos de su padre se centraban en ese momento en que Alonso fuera al frente y se convirtiera en un hombre. Gregorio Lara era conocido por su intolerancia hacia los extranjeros tras la Guerra de la Cruz, así que a nadie le pareció raro que ordenara a su hijo único partir a Santiago a recuperarla junto a sus paisanos castellanos. Algunos dicen que él también hubiera ido junto a su hijo, pero que éste padecía de una enfermedad de los pulmones. Igualmente, su hijo accedió a los deseos de su padre de entrar en dar un apoyo nobiliario a la resistencia de Santiago, no por patriotismo, sino por huir de los deberes para con su familia.

Alonso volvió a casa después de mucho tiempo, después de haber estado a punto de morir en la batalla de los campos de Santiago, salvado por los primeros auxilios de Marina Oliván y su aliento hacia la vuelta al hogar. Alonso volvió a casa y descubrió lo mucho que habían cambiado las cosas, y descubrió que su padre había empeorado en su enfermedad. Sin embargo Gregorio encuentra un rayo de esperanza: su hijo único vuelve de la guerra, ha liberado a Santiago de la opresión y su aspecto es claramente el de un soldado, un hombre...no el muchacho enclenque que había criado. Sin embargo, al ver la fea herida de su cuello, Gregorio descubre que no quiere que Alonso se parezca a él, sino a su fallecida esposa, su bella, dulce e ingeniosa esposa:

http://probando7mar.blogspot.com.es/2013/06/entre-el-querer-y-el-deber-ii.html

Así Alonso parte de aventuras, conociendo mundo por las tierras del centro de Castilla, acompañando a nuestra heroína Marina Oliván a limpiar el apellido de su familia y de luchar contra la conspiración del Cardenal Esteban Verdugo.
Sin embargo, algo inesperado ocurre mientras Alonso está en el Alcázar Real: su padre ha fallecido. ¿Cuál será su deber ahora? Su dilema entre su querer y lo que debe a su familia se estira hasta el límite cuando su padre muere y sus tíos vuelven a aparecer en la mansión Lara, a hacerse cargo de las posesiones de los Lara. En esos días una amiga de la infancia de Alonso apareció en la villa dando la peor impresión a nuestra protagonista Marina Oliván. Su nombre: Alicia Orsini. Pasan los días y Marina parte hacia la Reina del Mar junto con Mala Hierba y Don Fernando, en calidad de espías para Castilla, mientras que Alonso se queda en la Villa con Alicia...mientras sus tíos arreglan el matrimonio entre ambos. Los Lara, una familia con un gran privilegio dado hacia el Rey, se acabará perdiendo con los años de linaje, sobre todo si Alonso no tuviera un hijo, así que sus tíos le ordenan a Alonso que acepte a casarse con una adinerada familia de origen vodacciano: los Orsini.

Sin embargo la armada de Montaigne hace un movimiento imprevisible para el espionaje castellano: la flota desembarca en el sur castellano y arrasa en un ataque relámpago con Santiago, sin la menor intención de poseer la ciudad. Los montaigenses quieren tomar San Teodoro, la última fortaleza y de donde emergen las provisiones de los pueblos sitiados. Alonso aún tiene el deber de luchar por su pueblo. Su reencuentro con Marina se recuerda con un gesto de él tapándole los ojos a ella. Marina descubre que Alonso está prometido con Alicia Orsini.

Tras la batalla y su correspondiente victoria para los castellanos, Alonso, en mitad del jolgorio del baile y las cervezas, besa a Marina Oliván. ¿Quién sabe por qué razón? Quizás fuera la bebida, la felicidad de estar vivo...sin embargo, en un futuro éste le confiesa que quería darle su primer beso antes de tener que casarse con Alicia, puesto que el primer beso es algo que no se da a la ligera y él quería que lo guardara en su recuerdo. Marina, estupefacta, no sabía qué acababa de pasar, pero aún así, le devuelve el beso. No se volvieron a verse hasta después de mucho. Marina y Alonso se separaron, cada uno con su deber: Alonso debía comprometerse socialmente frente a la sociedad y Marina partiría a los peligrosos mares del oeste en busca de la isla hundida donde supuestamente se encontraba la Lanza de Tara.

Pasó mucho tiempo, y Marina había desaparecida y en las tascas corrían horribles rumores de que había partido hacia las islas salvajes del oeste y que su nave se había perdido a través de un rayo verde durante el eclipse que dejó a Theah a oscuras. Alonso, ni corto ni perezoso, no soporta el horrible destino que cree que le espera a Marina en aquellas aguas. El tiempo apremia, y corre a socorrerla...el día antes de su pedida de mano. No la encuentra, así que se tira dos meses o más persiguiendo rumores sobre la capitana Marina Oliván, trabajando para barcos contrabandistas u ofreciéndose como mano de obra gratuita a mercantes vendelios. Finalmente, en mitad de una tormenta en el Archipiélago de la Medianoche, ambos se encuentran.

http://probando7mar.blogspot.com.es/2012/08/tirando-la-vida-por-la-borda.html

Alonso y Marina acaban volviendo a casa y descubren que una oleada de violencia a gran escala está arrasando su querida villa. El que se hace llamar Cuarto Profeta ha hecho un llamamiento a los creyentes que quieran salvarse del decadente mundo occidental y ha pedido que se alcen para acabar con el orden establecido, en busca de un nuevo orden mundial. Tras derrotar a los alborotadores, Marina y Alonso parten en busca de ayuda hacia la Corte del Buen Rey Sandoval, donde la espadachina se ofrecería como diplomática para convencer al Rey Sol de que no se uniera a la Santa Alianza del Falso Profeta, ya que sospechaba que era una trampa de Verdugo.

Durante su viaje hacia el norte, Alonso y Marina llegan a Ciudad Vaticana, donde tienen un encuentro con el Falso Profeta. Éste viene en busca del Grial que Marina pretende devolver a la Reina de Ávalon y para ello Alonso es atrapado para que cuente los planes de Marina. Estuvo muy apunto de contar todo lo que sabía, pues le amenazaron con asesinar a súbditos de sus tierras y él sabía que los sectarios del Cuarto Profeta se habían hecho con sus tierras. Finalmente contó información sobre Marina, pero no toda ni nada importante, así que el Cuarto Profeta le mostró con hechicería oscura cómo mataban a Julia, una posadera local de sus tierras. Alonso se sintió débil y justo cuando iba a soltarlo todo...apareció Marina.

Alonso no fue el mismo después de aquello. Se sintió débil y potencialmente peligroso para la causa de Marina. Ella podía defenderse, era atlética y tenía valor. Alonso por el contrario, era una presa fácil y, aunque era muy inteligente, no le serviría de mucho si le amenazaban con vidas ajenas. Lo tenía claro: no debía saber nada de los planes de Marina...no, no debía saber nada de Marina. Alonso la abandonó y se fue con ayuda de Julius a la Villa: al hogar.

Pero a Alonso le esperaba una desagradable sorpresa en la Villa. Sus tíos le reúnen en la vivienda de los Orsini y el barón conoce el mal carácter de Donato, padre de Alicia, por primera vez. Aunque asustado, Alonso se resiste a aceptar casarse...sin embargo, los Lara realizan una jugada con un as de la manga que nunca habían usado antes: le muestran el testamento de su padre. Su amado padre, en sus últimos días de dolor, había dictaminado como última voluntad que su hijo debía casarse con Alicia Orsini. Alonso Lara solo puso una condición: que le dejaran realizar una última misión personal para ayudar a Marina Oliván (que no quisiera saber nada de ella no quería decir que no pudiera ayudarla), y que tras eso, daba su palabra de noble de que volvería y cumpliría la última voluntad de su padre. Tras eso, partió y viajó por todo el mundo, reuniendo a todos los aliados de la espadachina, todos los que le debían un favor u odiaban especialmente al ejército del Falso Profeta. Su último movimiento fue reunirlos a todos en la posada del Dragon Verde, en las afueras de Freiburg, donde Marina podría dar el jaque final a Verdugo y a su deseado futuro sin coronas, en el que el hombre está sometido bajo ninguna bandera, sino bajo la tutela de una nueva Iglesia, la de él. Una nueva edad oscura cuyo único gobierno es el temor a Theus.


Cadenas por corona

Los grilletes se cerraron sobre las muñecas de Leandro Vázquez de Gallegos. El Alguacil cerró las esposas duramente y apretando con malicia,...