Hay pesadillas que se fortalecen con la luz del sol. Son
esas a las que más debemos temer; las que siguen ahí cuando despertamos. Las
que tienen nombre propio.
“Gerard, no imaginas lo fuerte que eres, que has sido”.
El Capitán Reis es tu pesadilla, sin duda. No importa si la
has atacado desde lejos y evitando su mirada, eso no te hace más cobarde. Lo
más duro es estar dispuesto a encontrarse con ella.
Lo más duro y lo más valiente.
Confieso que por un momento creí en que Gerard aceptaría
marchar contra el Bandera Carmesí. Allí estaba su primo y teníamos que sacarle
de ese lugar. Pero los muertos, los muertos de verdad, no vuelven. Y para
Gerard, no había nadie a quien salvar.
Confieso también que me entristeció e incluso decepcionó.
Pero no fui más que estúpida.
¿Quién querría revivir un pasado del que se huye y sentirlo
de nuevo sobre la piel? Es imposible dar por ganada la causa cuando sabes que
vas al infierno. A tu infierno.
Ahora no puedo hacer más que dar las gracias. Finalmente lo hizo.
No todos habrían podido.
Mi pesadilla no se llama Reis. Tampoco es un temido pirata
sanguinario del que nadie puede escapar, ni porta una guadaña capaz de segar tu
destino antes de que te hayas dado cuenta.
Mi pesadilla llevaba maquillaje, corona y largos mantos con bordados
de oro. Y con el gran poder que recorre su sangre, llegó a ser el centro del
mundo.
Ha pasado mucho tiempo, las cosas han cambiado y sé que nada
volverá a ser como antes. Aquellos días no van a volver.
Ahora mi pesadilla no puede hacerme nada; ya no es más que
un viejo decrépito… pero sigue quedando el miedo.
Su recuerdo me acribilla el alma.
A veces siento sus manos en mi espalda, su cuchillo en mis
faldas o sus grilletes en mis pies. Siento la presión de agradar, de
corresponder. Revivo la impotencia, las ganas de sacar la espada y las de poder
decir “basta”.
Y solo quiero huir. Quiero huir de sus chantajes y de su
descontrol.
Quiero huir de su recuerdo al filo de destruir mi voluntad.
Sí, por primera vez, mi voluntad se torció hasta casi
romperse. Supongo que ahora es cuando acude la pregunta que en ocasiones me han
hecho: “Pero Marina, ¿es voluntad o cabezonería?” Y admito que a veces no distingo
la línea que las separa, pero sé que es lo único que tengo y que nunca me
falla, ¿qué me queda si ella también se desvanece?
Y el Destino insiste, insiste e insiste. Se ha dado cuenta
de que temo perderla. Casi lo consigue una vez y no piensa rendirse conmigo: está
dispuesto a quebrarme por todas partes.
¡Pues escúchame, maldita sea, y
dime qué quieres! ¿Qué es, que recuerde que hay cosas contra las que no
puedo? ¿Demostrarme que no siempre voy a tener alternativa? ¿Que sepa que no
soy invencible y que tengo debilidades? Eso ya lo sé. Pero también sé que estás
desesperado. Estás cansado de que siempre huya de las cartas que pones sobre la
mesa y de que invente una para agujerear tu asquerosa telaraña.
Eso sí, reconozco que cada vez te las ingenias mejor para tratar
de quitarme del medio. Esta vez no iba a ser menos y has apuntado bien alto.
Se me acaba el tiempo. No hay forma de combatir el veneno
que se expande dentro de mí. Me muero. Sin embargo, me das una esperanza y la
depositas irónicamente en aquel que me atemoriza.
Tan sólo tengo una vía de escape.
Mi vida por la suya.
…
Demasiado fácil.
Venga, reconoce tú también tu parte, que te ha faltado señalarme
el camino y llevarme de la mano. Lo siento, pero no soy tan estúpida. ¿Creías
que iba a caer en eso? Sé que no destaco precisamente por mi ingenio, pero
cualquiera sabría que mi mejor opción es aceptar ese intercambio. Es evidente
que aprecio más mi vida que la suya.
Pero tú y yo sabemos que no es sólo eso lo que está en
juego.
Volveré a barajar, a probar suerte. El tiempo corre, se precipita
al vacío cada vez más rápido, pero exprimiré un poco más sus minutos. Mis
músculos se bloquean, mi vista se nubla y multiplica. Me duele la vida porque va
ganándome la muerte… Pero te demostraré que sí que tengo alternativa. Y de
hecho, tengo dos.
Puedo torcer esa sonrisa tan fea que tienes o puedo torcerte
la cara.
No, no será fácil. Tampoco trato de fingir que no me afecta,
reconozco el miedo que tengo a paralizarme, a que se suicide el segundero dejándome
a medias. No puedo acabar así. Ni de esta forma… ni por él.
Dije que quería huir del recuerdo y eso es precisamente lo
que voy a hacer.
Huiré hacia delante una vez más.
“Gerard, tú me has demostrado que se puede, que las
pesadillas también se enfrentan… aunque sea de lejos y evitando su mirada”.
Si es cabezonería o voluntad, no puedo estar segura.
Pero correré hacia mi propio Capitán Reis. Nos salvaré a los
dos.
El Destino sabrá que aún tengo cartas que inventar.
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Pensamientos de Marina Oliván tras rescatar al Empereur en su aventura en la Cueva de la Desesperanza, refugio del Capitán Reis en Ávalon. Enero 1672. Ávalon.
Escrito por Sara/Aleera, mi jugadora de 7º Mar ^^