martes, 31 de diciembre de 2013

Traición en la noche

La noche había caído y el grupo de aventureros había avanzado mucho su camino hacia Charouse, capital de Montaigne. Los caballos estaban fatigados y las posaderas de los jinetes estaban molestos. Habían decidido evitar los caminos principales, después de un encontronazo con la Guardia Relámpago del Empereur. Era importante evitarlos, no solo porque fuera la guardia de élite del Empereur, sino porque éste había descubierto a la justiciera e impredecible Marina Oliván en su reino. Y no era un secreto que el Rey Sol pondría todos sus medios para cazar a la guerrillera...sobre todo después de que él intentara forzarla físicamente para tener un hijo varón, ya que, por alguna razón, el espíritu de la castellana era de las pocos que se encontraba fuera de la maldición que pesaba sobre él: nunca podría obtener un hijo varón y, por lo tanto, un heredero. Un hecho que le consumía y que le hacía ser un despiadado hombre. Sabía demasiado sobre la oscura faceta del monarca y él debía silenciarla...si no podía poseerla, claro.

Por esta razón, el grupo había decidido acampar en el oscuro bosque camino a Charouse, lejos de la carretera imperial. Aunque helados y racionando la comida, habían evitado a los guardias, los curiosos y la posibilidad de levantar sospechas.

Alonso, un ingenioso y joven barón del reino de Castilla, había atado los corceles en los pelados árboles del bosque. El invierno traía un oscuro manto y los troncos oscuros avivaban los terrores de aquellos que los veían. Mirar al bosque en la oscuridad era como jugar a ver animales u objetos en las nubes...pero con un resultado macabro y aterrador. El joven aristócrata apartó la vista de los árboles y siguió a lo suyo. No se sabía muy bien qué pensar de toda esta aventura ni de la gente que les ayudaban a buscar el tesoro de la Cámara Ambarina. Aunque sabía que Marina no confiaba en Jacque-Louis, él no veía nada extraño, solo era un viejo que financiaba expediciones a tumbas syrneth, en busca de conocimientos y riqueza. Seguramente lo que estaba haciendo fuera algo ilegal o prohibido, pero no le parecía extraño más allá de eso. El que sí parecía extraño era Dayron... no porque Marina dijera que su forma de ser "cambiaba por las noches" , porque eso él no lo vio, sino porque sudaba la gota gorda cuando le hacían muchas preguntas. Sus respuestas a veces eran muy vagas o se contradecían, ¿pero qué debía ocultar él? Solo es un mediocre excavador de tumbas syrneth. Lo observó detenidamente mientras ataba las riendas de los caballos.

No era precisamente Dayron quien iba a traicionarlos en mitad de la noche.

Dayron se apoyaba junto a un árbol y le comentaba a Rata qué ramas buscar para hacer un discreto fuego. Un tipo ágil, joven, buena apariencia aunque le faltaba chispa para ser atractivo. Vestía siempre una chaqueta de cuero arañada por todas partes y lleno de bolsillos interiores típico de los exploradores. Obviamente, no se trataba de un miembro de la famosa Sociedad de Exploradores: no era muy maduro, tenía conocimientos syrneth pero no tan avanzados como los que suelen denotar los miembros de la Sociedad, apenas le había visto usar utensilios para analizar objetos, marcar rutas o medir distancias y no tenía muchos mapas... y los que tenía ni siquiera los había hecho él. Lo único que le veía encima, eran utensilios de excavación. Probablemente era un arqueólogo, pero desde luego era uno autodidacta y siempre haciendo encargos para los demás. Un mercenario en toda regla. Quizás fuera cierto y hubiera estado un tiempo encontrando artefactos poderosos para Villanova...lo cuál era una hoja de doble filo. Era bueno porque había trabajado para alguien importante y parecía haberle ido bien la cosa, y era malo porque Giovanni Villanova era una de las personalidades más infames y traicioneras de Théah.

Alonso se ofreció a ayudar a Rata, uno de los tripulantes más jóvenes del Finisterra, a buscar ramitas secas para hacer un fuego. Rata, pirata y acróbata, estaba desconcertado por la tierra firme, pero se sentía alegre de poder hacer otras cosas fuera del navío y enseñarle a Mordisquitos (su rata) otros lugares donde comer queso y otras bazofias. Se había ofrecido para esta aventura solo para poder pisar una tierra que no se tambaleara a sus pies, pero se arrepintió: Dayron ponía de los nervios a Mordisquitos y se revolvía constantemente, descontrolada o extrañada. Pensó en los rumores que corrían por la tripulación de Marina Oliván sobre los cambios extraños de personalidad que se producían en Dayron: el viejo lobo de mar Bartolomé decía que los extraños cambios de humores de Dayron se debían a la luna y los cambios de marea, Long y Kristen consideraban que era algo más del espíritu y el ánimo, Lúa y Rata simplemente apostaban que estaba mal de la cabeza de tanto tocar reliquias Syrneth ¡y los avaloneses incluso se aventuraban a decir que podría tratarse de un sidhe nocturno!  El contramaestre Gerard era el único que mantenía la cabeza sobre los hombros y no teorizaba nada, aunque escuchaba las fantasías de sus marineros. Simplemente sospechaba.

Alonso y Rata volvieron con las ramas. Marina y Dayron lo tenían casi todo listo. Faltaba el fuego.

Alonso se quedó un momento en el linde, junto a un árbol decrépito. Miró a Marina y vio que terminaba de montar el campamento. La observó durante un rato desde la oscuridad.

Marina no sabía lo que se le venía encima.

Alonso, Dayron, Rata y Marina cenaron unas pobres tortas duras y algo de vino. Hablaron de sus vidas y sobre todo de a qué tenían miedo cada uno. Risas, bromas, confesiones, alguna que otra historia...lo normal en un campamento nocturno entre compañeros.

Dayron y Rata se durmieron en seguida. Alonso comenzó a aburrirse. Marina y Alonso intercambiaron una mirada.

-Bueno...-comenzó él rompiendo el hielo-. Estamos...solos.

-Bueno, no estamos solos- respondió Marina lanzando una mirada a Rata y Dayron, antes de contener una carcajada-. ¿Y bien? Vamos a dormir, ¿no?

Alonso se estiró en el césped, bostezando.

-Sí. Supongo que sí. Pasado mañana estaremos en Charouse- dijo con un bostezo en los labios.

Marina entornó la mirada con enfado cansado, sin mucha ilusión.

-Qué bien...

-¡Que sí! Ya verás que es una gran aventura.

-Cada vez que vengo a Montaigne, quiero volverme.

-Lo cual es normal- respondió el barón mientras se distraía arrancando hierba.

-Y solo he venido dos veces. Esta es la tercera.

Alonso rodó como una croqueta y clavó un codo en la alfombra de hierba para apoyar la cabeza.

-Tranquila, solo nos busca la Guardia Relámpago- bromeó, para luego mascar su sueño abatido.

-Bueno...a vos no demasiado.

Alonso no supo si eso la consolaba o se estaba quejando.

-No, pero digo yo que empezarán a asociarme contigo. Soy una mala influencia-bostezó, pero cambió de idea y corrigió con indignación fingida-. ¿Pero qué digo? ¡Vos sois una mala influencia!

Marina sonrió y la luz de la hoguera se reflejó en sus ojos, decidida.

-Soy una mala influencia-confirmó divertida- Tendréis que despegaros de mí, aunque yo os salve la vida.

Alonso se abrigó y se acomodó el triste cojín, dispuesto a dormir. Miró una última vez a Marina.

-Ya veremos quién salva la vida a quien...Marina.

-¿Seguro?- le desafió la espadachina- Sé esgrima.

-Seguro.

Y ambos se quedaron dormidos. Y por eso Marina cayó en la trampa.

Puede que la peor que se haya enfrentado en vida.


Marina despertó demasiado pronto, estaba lejos de ver el amanecer. Abrió los ojos y la oscuridad de la noche seguía en su máximo esplendor. Entonces vio lo que la había despertado. Algo que le congeló la sangre.

Alguien le estaba apuntando con una pistola. Una figura le daba la espalda a la luna, por lo que Marina solo veía a una sombra amenazándola mientras seguía tumbada. El desconocido habló a la vez que le quitaba el percutor a la pistola.

-¿Y de que sirve la esgrima si tengo una pistola, Marina?

Su voz le resultaba familiar, demasiado familiar.

Era Alonso.

El que hasta hacía unos minutos estaba bromeando con ella, ahora le amenazaba de muerte fríamente. Su conocida voz sonaba cruel y socarrona. No era un juego.

Alonso la estaba amenazando, y era a vida o muerte.

Marina abrió los ojos como platos. Su voluntad había sido acuchillada por unos instantes por la sucia traición. Cuando su determinación reaccionó, fue en forma de puñetazo. El impacto del puño alcanzó el labio de Alonso, que retrocedió totalmente sorprendido por la valentía de la guerrillera. Los talones del barón se incrustaron en la tierra y recobró la compostura. Ahora apartados y ella levantada, volvió a apuntar a Marina mientras respiraba trabajosamente, con un hilillo de sangre recorriéndole la comisura del labio. Ella echó mano al interior de la capa de viaje y sacó el acero de su espada. Ambos se apuntaron al corazón en la oscuridad. Ella con el estoque y él con la pistola.

-No debéis hacer eso- le advirtió el barón sombríamente divertido, relamiendo la sangre de su labio.

-¿Vos y cuantos más?- le desafió ella, sin comprender qué estaba pasando.

Silencio en la oscuridad del bosque. Después de tantos años de amistad...desde niños. Desde que ella era una niña campesina que araba la tierra para el padre de Alonso, después de las mil y una aventuras que habían pasado juntos por tierra y mar, e incluso aire. ¿A qué venía esta traición ahora? Y de esta forma tan cruel...

Y sin embargo a Marina no le tembló el pulso. Pensaría que había una buena explicación para todo esto. Apretó con fuerza la empuñadura de la espada y él respondió apoyando suavemente el dedo en el gatillo. Alonsó se burló de su desafío.

-Dejémonos de pantomimas, Marina ¡Tú nunca me matarías!- rió burlón y confiado, mientras que Marina seguía confundida con el cruel giro del destino y él tendió la mano-. Ha sido muy complicado orquestar todo esto. Dadme la caja.

¿La caja de música? Ella arqueó una ceja y avanzó con la espada en ristre, temeraria.

-Soltad el arma- respondió mientras andaba hacia el cañón de la pistola.

Se acercó lo suficiente como para que la hoja amenazara al barón. A pesar de los pocos metros que los separaban, Alonso no lo esperaba y decidió que no debía disparar aún.  Entonces él, sorprendido, cogió su filo con la mano para detener el avance del acero Aldana. Un grave error. Cuando Marina notó la hoja apresada por las manos del noble, retrajo la hoja con ligereza, junto con grueso hilo de sangre.

El aullido de Alonso rasgó la tranquilidad nocturna del bosque y Marina retrocedió sin dejar de apuntarlo con el estoque castellano.

-¡¿Vos y cuantos más?!

-¿Te has preguntado dónde están Rata y Dayron?-preguntó él tras recuperarse del dolor del corte.

-¿Con quién venís?

-Oh, somos muchos. Bastantes. Los que están aquí conmigo no los puedes ver. Pero los que conoces son trece.

La sola mención de los Trece hizo que Marina bajara momentáneamente la guardia, pero clavaba los ojos en Alonso.

-¿Qué?- fue lo único que acertó a decir.

-¡Menuda sorpresa!-rió irónicamente Alonso tentado de aplaudir- Dame la caja.

-No.

-¡La caja, Marina!-exigió por última vez, esta vez más amenazante.

Nadie se movió.

-Estoy harto de esta pantomima. Ya tengo lo que quería. Que encontraras todo en el castillo de Stein. ¡Qué casual todo! ¿No crees? ¡Y la persona que te había guiado hasta los Trece! ¿sabes cuántos rivales me he quitado de encima gracias a ti? ¿Por qué crees que te ayudé tanto en eliminarlos? ¡Oh, sí!-exclamó sobreactuado y burlesco- ¡Verdugo me tiene apresado! ¡Socorro! ¡Ja, nunca existió un peligro real para mí, Marina! No eras más que una pieza para mi plan.

Marina lo miró extrañada, sin entender qué quería decir. Aquello no tenía ningún sentido. Por lo menos para ella...

-Eso es mentira.

-¿Mentira?- fingió sentirse ofendido y giró la vista hacia un árbol oscuro y alejado- ¡Sacadlo!

De entre las sombras del bosque salió una figura oscura, y delante de él estaba Rata, con los brazos en la espalda, claramente inmovilizado. Estaba intentando liberarse del anónimo y oscuro personaje, pero no podía. Alonso apuntó con celeridad a Rata y volvió la vista a Marina con un brillo violento.

-¿Qué es más rápido, mi pistola o vuestra espada?-retiró el percutor de la pistola.

-Vuestra pistola.

-Pues entonces dejad de tentar a la suerte. ¡La caja!

-Quiero ver al resto antes.

-¿Al resto?

-A Dayron.

-Oh, sí. Sacad a Dayron...

Otras figuras, desde otra parte del bosque, sacaron a la luz de la luna a Dayron, igual de inmovilizado e impotente que Rata. Marina quedó extrañada ante el hecho de que Dayron estuviera como rehén. Alonso la observó y creyó saber lo que pensaba: que Dayron estaba detrás de todo. Algo no encajaba. Marina pensaba que tenía que ser un extraño haciéndose pasar por Alonso

-¿No creéis realmente que yo soy el verdadero Alonso?- preguntó él adivinando sus pensamientos.

-No

-Ponedme a prueba.

Pero ante la duda de Marina el barón tomó la iniciativa.

-¿Para que se besa a alguien Marina?

Ella se preparó. Sabía por donde iba ese comentario.

-Decídmelo vos.

- Para poder cerrarle la boca- sonrió él apaciblemente sin dejar de apuntar a Rata.

Marina agachó la cabeza dolorida. Ese comentario lo dijo él en una conversación privada que tuvieron en las el castillo de Santiago. Solo el verdadero Alonso podía saber eso...pero no era suficiente.

-¿Quien es el caballero de la blanca luna?- volvió a la carga.

-Alonso

-Alonso Lara. Yo.

-Alonso Lara- reiteró ella como si no acabara de creérselo del todo.

-Atractivo, jovial, el ingenioso barón...

Marina ya se sabía esa retahíla pedante de Alonso, pero no iba a tragársela con una traición de por medio.

-Vuestra marca.

-¿Mi marca?

-¿Quién sois?

-El Concilio de los Trece ya casi está desaparecido. No tengo por qué enseñarte ninguna marca. Ya no tiene sentido.

-Pero vos formabais parte de ellos mucho antes. La marca.

-Oh, por aquél entonces solo era uno de los de abajo. Pero he ido ascendiendo...-decía como si evitara el encuentro.

-Todos tienen marca. Quiero verla.

Alonso suspiró y miró alrededor.

-Apuntadla.

Docenas de seguros de mosquetes chasqueaban entre las sombras, sin que se pudiera ver a ninguno de los sombríos tiradores de Alonso. Mientras sus lacayos le cubrían él le enseñaba su marca a fuego del NOM. A fuego mágico. La completa. Uno de los Trece.

Marina negó con la cabeza. Nunca le había visto esa marca y la habría visto en todo este tiempo.

-Supongo que te sorprenderá no haberla visto antes...porque puedo hacerla aparecer y desaparecer. ¿Crees que la marca del NOM se ve siempre?

Y como si de un prestidigitador se tratara, Alonso pasó la mano por encima y la quemadura mágica se borró, como si no hubiera estado nunca.

-Magia rudimentaria, Marina- explicó.

-Pero habéis ido ascendiendo. Al principio no podíais haber hecho eso.

Alonso no respondió, aparentemente agotado. No respondió.

-¿O sí podíais?

Inexplicablemente, la pregunta parecía incomodar al barón.

-Me estás casando ya. Eso no explica nada- empuñó la pistola y apuntó a Rata-. Tienes cinco segundos para darme la caja.

Marina apretó la empuñadura y observó la docena de sombras que la amenazaban alrededor.

-Somos muchos Marina. Podría compartir mi poder con Trece...pero es mejor ser uno. Y todo gracias a ti...aquí se acaba nuestro viaje juntos.

Marina se volvió derrotada, tiró el estoque y le enseñó la caja en la distancia. Cuando volvió le pidió una última cosa antes de entregarsela:

-Antes dejad el arma.

El chasqueó con la boca mientras negaba. Pero Marina se mantuvo.

-Vais a disparar.

-¿Creeríais que yo dispararía después de tener la caja? ¡Vamos, Marina! ¿Después de todo lo que yo he hecho por ti? ¡Ir hasta el Archipiélago de la Medianoche por ti! ¡En un mercante! ¡Solo para buscarte!

-¿Todo esto era por la caja?- preguntó ella mientras se acercaba con la reliquia Syrneth.

-No. Ni siquiera sabía a donde conducía todo esto. Pero he descubierto que todo el poder que gira en torno hacia esa reliquia es mucho más importante. ¿Verdad, Dayron?

Dayron no respondió, pero sus ojos reflejaban un odio contenido hacia el joven aristócrata.

-Dayron parece saber más de lo que dice, Marina. Aunque ya sabíamos que era raro- resumió misterioso mientras tendía la mano para que le alcanzaran la caja de música- . Tienes 3 segundos para darme la caja. Tres, dos, uno...

Ella le tendió la caja y él se lo agradeció cortésmente. Entonces, en el último segundo, antes de que él la cogiera, la retiró.

-¿Por qué haces esto?

Los ojos de Alonso se crisparon de ira.

-Has fallado, Marina.

Y entonces, contrariado, Alonso apuntó a Rata y se escuchó un disparo.

Pero no había sido él.

Alonso miró su pecho, con los ojos lacrimosos. Sentía arder un frío hierro en el interior de su pecho, mientras sus órganos se lamentaban. Un grave gorgoteo de sangre emanaba de su corazón, abierto por una esquirla de plomo.

Marina había sido más rápida.

Debajo de la capa la guerrillera escondía un pistolete y le había disparado una centésima de segundo antes de que él apretara el gatillo. Marina tenía los ojos cristalizados por las incipientes lágrimas y por el dolor de la traición. Y sin embargo, ella no había apuntado a su corazón, pero era justo donde se había clavado su bala.

A él. Justo a él. Justo a su corazón.

El brillo de ira abandonó a Alonso y se desplomó. La muchacha estaba al borde del llanto, pero aun así, corrió hacia él. A socorrerlo. Porque a pesar de haber sido traicionada por él, de la manera más pérfida y cruel...ella quería ayudarlo. Se lanzó a la alfombra de hierba y recostó el cuerpo de Alonso sobre su cuerpo, y le habló. Le habló como cuando él recibió una herida en el cuello en la batalla de Santiago. Le habló para mantenerlo con ella.

Pero esta vez él la calló, porque sabía que esta vez no iba a sobrevivir. Abrió su boca llena de sangre y, antes de morir, le preguntó con una voz serena:

-¿Soy Alonso?

Marina lo miró atónita. Sin comprender. ¿Qué clase de pregunta era esa? En ese momento la muerte intentaba romper el abrazo entre ellos, pero ella le aferraba fuerte. El calor de la pareja fundió la frialdad de la muerte...solo unos segundos más.

-¿S-soy Alon-alonso? res-responde...

Y entonces ella respondió:

-No.

Él no podía ser Alonso. No el verdadero.

-Yo nunca cambiaría.

"Ya lo sabes"

Y entonces, Alonso, guardó en su pecho su último respiro, aprisionando los últimos latidos de vida en su corazón, y se lo regaló a Marina en un último beso de despedida. Fue el gesto con el que decidió poner punto y final a su vida.Marina lo abrazó su cuerpo cada vez más blanco y frío como el mármol.

-¡No! ¡¿Qué significa esto?! ¡¿Qué significa esto?!

Y con un sentimiento de vértigo, Marina se despertó entre lágrimas. Todo el mundo estaba durmiendo, Dayron, Rata...Alonso. Estaba todo normal. Excepto...

Una niebla verde flotaba y salía de su boca, huyendo de sus labios. Un Terror Nocturno salía de Marina, aunque ella desconocía lo que era. Es uno de los peores monstruos que recorre toda Théah. Se interna en nuestros cuerpos, penetra en nuestros más odiosos miedos, invaden nuestros sueños para aterrorizarnos, para fortalecer nuestros miedos y hacerse más fuertes con ellos. Utilizan nuestros recuerdos, utilizan todo lo que más tememos y nos lo muestran para asustarnos. El perezoso y el cobarde intenta huir siempre, pero nunca despertará de ese sueño. El que se enfrente a sus propios miedos no temerá nunca a nada.

La única manera de combatir una pesadilla es enfrentándose a ella cara a cara aun sabiendo que te dolerá.
Marina lo hizo cuando disparó a Alonso, con todo su pesar.

La única manera de vencer a una pesadilla es negándola.
Marina lo hizo cuando negó que ese traidor fuera el verdadero Alonso.

Por mucho que la mente le dictara que Alonso la traicionaba, su corazón le gritaba con todas sus fuerzas que él no le haría nunca eso. Por real que fuera la pesadilla.

Y si de algo se caracterizaba la intrépida Marina Oliván, era que su espíritu se dejaba guiar por el corazón.

Si nunca se hubiera enfrentado a Alonso, Marina habría dormido hasta morir, intentando huir de esa pesadilla, la de la traición de un hombre que nunca la quiso y que hacía daño a los suyos. Y a pesar de eso, se enfrentó a él. No permitió que disparara a sus amigos, aunque se llamara Alonso Lara, aunque hubieran sido amigos de siempre, aunque lo llevara siempre en su corazón. Se enfrentó a su miedo, le plantó cara, hizo lo justo..., le disparó, le mató...aunque le doliera en toda su alma. Porque uno no vence a sus propias pesadillas sin sufrir dolor. 

Esa noche Marina se había enfrentado a un terrible miedo...y no se sentía victoriosa por ello. Pero seguro que se sentía feliz de que todo hubiera sido una pesadilla.

Nada más.

1 comentario:

  1. Y al disparar sentí como si la bala hubiese alcanzado también mi corazón. Un frío aterrador recorría mi cuerpo y unas lágrimas amargas se asomaban a mis ojos, incrédulas. Esto no podía acabar así. No podía creer en la realidad de ese sueño cruel, porque él nunca cambiaría...

    Y yo tampoco.


    ~ Marina Oliván

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