viernes, 11 de julio de 2014

Un rayo de esperanza (II)

Fernando Galán había vuelto a despertarse en el lecho, pero esta vez se había cuidado mucho de despertar a su esposa.

Presto había ido a su nuevo despacho en la finca y, buscando en el compartimento secreto de las cartas, encontró una perfectamente guardada.

A la luz de un candelabro, volvió a leer la carta que le había enviado el Despacho Real de la Corona de Castilla.

"A su Ilustrísimo Señor el Segundo Marqués de Santiago:

Son tiempos difíciles para Castilla, aunque eso ya vuestra merced bien lo sabrá. Después de todo, sus tierras son las más afectadas por la guerra, la cual permítame felicitarle por su gran labor en la defensa de nuestra tierra.

El conflicto entre Castilla y Montaigne está llevando a la ruina a nuestra gran nación y no es desconocido por nadie que las técnicas y tecnología militar de Montaigne son mucho más avanzadas que las de nuestra patria. Nuestros avances tecnológicos en el tratamiento de la tierra, la agricultura y logística no pueden competir contra los nuevos compuestos de pólvora negra, bayonetas, infantería montada y otros avances militares de Montaigne. 

Su Majestad el Buen Rey Sandoval, con el apoyo del Concilio de la Razón y sus validos, cree oportuno que vos, ilustrísimo señor, es el único hombre que podría ayudar a desequilibrar la balanza entre Castilla y Montaigne, consiguiéndonos las últimas tecnologías militares investigadas por los ilustres e intelectuales gentilhombres al servicio de nuestro enemigo el Rey Sol. 

Creemos que es el hombre ideal no solo por sus amplias capacidades intelectuales, filosóficas y humanistas que han hecho de la Universidad de Santiago una de las más grandes de la península occidental de Castilla; sino que su recién proclamado matrimonio con Jeanette Dupont, haciéndole pertenecer a la familia del Ducado de Dubois de Montaigne, le pueden abrir las puestas sin  sospechas al mundo intelectual de Montaigne y sus secretos. Y, por supuesto, la peligrosa oportunidad de robarlos para Castilla y cambiar el curso de la guerra.

Soy consciente del peligro que entraña convertirse en un espía castellano en la capital enemiga de Montaigne. Además de que puede cuestionar su moral y ética al considerar que se está aprovechando de su unión con la familia de su esposa Jeanette Dupont (de la cual no cuestiono su verdadero y puro amor)

Sin embargo, le pido que lo considere, pues conocer el mundo intelectual y militar de Montaigne entre sus estudiantes podría conseguirnos la ventaja suficiente para hacernos ganar la guerra. Solo vos puede hacerlo sin levantar las suficientes sospechas. Tiene tiempo de sobra para pensarlo, pues la guerra está en un punto muerto. Soy consciente de su futura paternidad, con lo que aceptaré de buena gana un no por respuesta. Sin embargo, considérelo.

Un abrazo. El Conde Don Andrés Bejarano de Aldana. Valido de su Majestad el Buen Rey Sandoval de Castilla.


¡Viva el Rey! ¡Viva Castilla!"



No dejaba de darle vueltas pensando en lo que había dicho a su esposa horas antes.

Alguien tiene que desequilibrar la balanza. Alguien tiene que dar el golpe de gracia y dar todo lo que tiene. Alguien tiene que darlo todo y sacrificarse para dar el golpe final. Alguien tiene que conseguir dar estabilidad a esta tierra para mi hijo. Alguien debería conseguir la paz en Castilla para cuando mi hijo nazca. Alguien tiene que darle la oportunidad de no darle grandes responsabilidades siendo tan joven, ni enviarlo al frente.

Y para eso tiene que acabar la guerra.

Pero tampoco era seguro que él pudiera conseguirlo. Además, Jeanette no se lo permitiría. Y si le pillaban, podrían considerar a toda la familia de su esposa, la familia Dubois, traidores para su propio rey, L' Empereur.

Fernando cayó derrumbado sobre el escritorio.

-¿Qué debo hacer?- sollozó- ¿Debo seguir sacrificándome por mi pueblo y para los que están por venir? Ni siquiera sé si serviría de algo. Creía que después de todo por lo que había pasado merecíamos descansar. Pero...¿y si la arriesgada empresa le ahorrara el sacrificio de la guerra a mi hijo?

El nacimiento de su hijo significaba esperanza. ¿Pero qué esperanza iba a traer si no iba a quedar tierra en la que vivir?

Alguien tiene que darle un mundo mejor a nuestros hijos. Y qué mejor que el sacrificio de un padre para dar también esperanzas.

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Despacho de Fernando en la Finca de Olivos a millas de Santiago. Un día antes de partir hacia la asamblea de los Duques en San Felipe. Final de mayo de 1670, Castilla.


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